sábado, 9 de diciembre de 2017

MADRID PORTÁTIL

Alejandro Espinosa Fuentes


MADRID PORTÁTIL, es un relato del escritor mejicano Alejandro Espinosa Fuentes publicado en Luvina 89 (revista literaria de la Universidad de Guadalajara de noviembre 2017). Este número lleva por título "Madrid, Madrid, Madrid" y en él participan con sus textos numerosos autores de reconocido prestigio con ocasión de la FIL de Guadalajara, que ha tenido a la capital de España como invitada especial.


La ciudad me mira de vuelta. Nada me dicen del amor las calles. Una brújula de lluvia me indica adónde deben ir  mis pasos. Crezco. Como un instante de intriga, mi  cuerpo crece de  dolor sospechas. Madrid me lee al recorrerla, se sabe de memoria mi insignificancia y,  aun así, lee mi pasos, cada uno como si fuera un verso.

¿Quién me busca  estando en  mí?,  me  preguntan el  verde  menta  y el azul índigo de la añoranza. Mi hostal, al que ahora llamo casa, tiene una fachada reluciente de ladrillos anaranjados. Si vivo en una escenografía de ayeres es porque el detalle más banal me devuelve al recuerdo.

Colores como inútiles adjetivos y una nube de errores que ensombrece el río Manzanares. La montaña boscosa dirige mis ojos a un letrero
al que ya estoy acostumbrado. Bienvenidos a la Ciudad de México. Siempre vuelvo a la Ciudad de México. Letras navideñas y un suspiro que alivia el miedo a morirme en un país sin caos.

Conduzco recordando viejas lágrimas. No me dejo importunar por el automóvil deportivo que me pisa los talones, o bien, los neumáticos. Comienzan las curvas peligrosas de la carretera a Cuernavaca. Veo el primer horizonte de casas a medio construir, el obelisco de la Escuela Militar y el logotipo angustiante de Petróleos Mexicanos. Acelero y sustituyo, ayudado por mi miopía, las nubes contaminadas que se extienden a lo largo del valle por las nubes con forma de fruta que señalé en Madrid.

No hablo el idioma de Odiseo y tengo miedo a improvisar en vano. En la caseta saco el brazo por la ventanilla y ofrezco un billete de diez euros. Un hombre parecido a mí me devuelve veintiocho pesos de cambio. Me detengo en la intersección de Avenida Insurgentes y Tlalpan y saco el mapa para averiguar cómo llegaré al barrio de La Latina.

En el mapa, al abstraerme, encuentro el rostro de  ella. Arrugo sus ojos al apretar el plano entre mis dedos, lo compacto con el propósito de devorarlo, pero apenas me cabe en la boca. Mastico el mapa y respiro con dificultades. Enciendo el motor otra vez y vuelvo a casa. Pero casa es una palabra mutilada por la costumbre, una cortesía insincera, como gracias, por favor, perdón, disculpe, saludde  nada¿cómo  estás?, te quiero.

Dos años antes, casa era una habitación que compartía con otras once personas y con ella. Dormíamos en un mismo  colchón  individual  el otro lo usábamos para ver maratones de cine mudo. En un colchón soñábamos y en el otro nos entreteníamos. Hacíamos el amor en los baños, las cuatro de la mañana, en las cabinas de la ducha. También lo hacíamos en la cocina, sobre todo en temporada baja, cuando en el hostal sólo había dos empleados y algún viejo nórdico que había tomado la irreversible decisión de morirse de poesía en Madrid.

En la cocina, el amor, lo hacíamos de pie. Nos duchábamos íbamos la cama. Dormíamos abrazados. Las noches, además de oníricas, eran bélicas porque yo roncaba. Ella me golpeaba las costillas hasta que me daba la vuelta. Era tan pequeña, tan infantil, la cama. Y recuerdo cuando una mañana de marzo me dijo, o no sé si me lo dijo o sólo me mostró, o hizo ambas cosas, pero es que recuerdo el gesto acompañado por su voz, cuando elevó a la altura de sus labios, como si se tratara de un mechero, la prueba de embarazo, y me dijo, o yo pensé que me dijo que la prueba era positiva. En mi rostro, aunque no creí que eso fuera a pasar, se dibujó una sonrisa.

Conduzco de manera robótica e ignoro el nombre de las calles, pero me reconozco en ellas hace muchos años. La intuición es una estrella titilante entre las sombras de mi memoria mexicana. La Cuesta de SanVicente reemplaza la avenida caótica en la que conduzco. Todo destino al que me dirija será una geografía sonámbula, con excepción de este Madrid portátil que, más que ciudad, es el discurso que me mantiene vivo.

Dos hombres venden bolsos de piel por diez euros. Los dos son de Marruecos y hablan mexicano. Me detengo frente a la casa en la que nací, crecí y vi el mundo transformarse, y no me atrevo a entrar porque  en el jardín me encuentro a un niño que juega a señalar el cielo.

Vuelven, como un calambre, las preguntas que le hice poco antes de que nos anunciaran que el niño se había estrangulado con el cordón umbilical. En nuestra casa de adultos, en el suburbio de Parla, le pregunté si soñaban. Le dije: ¿Los embriones sueñan? Y de ser así, ¿sus sueños se combinan con los sueños de la madre? O, más bien le dije: ¿Puede la madre saber, sea dormida o despierta, aquello que sueña la criatura que le crece en el vientre?

Alejandro Espinosa en la FIL
Ella me dio un beso para cerrarme la  boca me  contó que sus sueños, en vez de duplicarse o lo que fuera, habían perdido el brillo. Sueño en escala de grises, me dijo. Me imaginé que el niño se estaba robando los colores y quería jugar a iluminar las sombras de una memoria que no era suya. También este niño, el de la casa mexicana, quiere jugar a los recuerdos, o yo quiero jugar a los recuerdos y el niño será mi primera víctima.

Me fatiga pensar en la energía que desperdicié imaginando un futuro que no habría de suceder. ¿Qué hago ahora?, pensé sin dejar de abrazar su cuerpo desposeído. No  hay  niño, no  hay  nada Madrid es  la última mentira que me queda. Y es que a veces, sólo a veces, me gustaría mirar por la ventana y no ver el río Manzanares ni las terrazas ni, a lo lejos, la silueta del Palacio Real.

Me gustaría buscarme a mí mismo, llamar mi atención  y  que,  en  el mismo instante en que las miradas, la mía y la de ese yo que no existe, convergieran, éste, que no soy yo pero cuya voz pronuncian mis labios, se mudara de mí y de la única ciudad donde las cosas pudieron tener sentido l

miércoles, 1 de noviembre de 2017

PRESENTACION “GUERRA Y PAN” EN SINDOKMA

PRESENTACION “GUERRA Y PAN” – SINDOKMA – CENTRE CULTURAL LA NAU - VALENCIA-   OCTUBRE 2017


Bienvenidos y gracias por asistir a la presentación del nuevo libro de Jesús Zomeño, “Guerra y Pan” que viene a ser como el hermano pequeño o un apéndice de este otro, “De este pan y de esta guerra” y que tiene una cronología un tanto particular, sobre la que luego entraré.Pero antes quiero mencionar que este año se cumplen 30 años de la aparición del primer libro de Jesús, “Cuestión de estética”, que se publicó en el verano de 1987. Y no es baladí, hablando del libro que presentamos esta tarde, esta referencia a “Cuestión de estética”. No lo es   porque Jesús no comienza publicando poesía, como mucha gente piensa; sino que su debut literario tiene lugar con un libro de cuentos, donde ya están presentes los territorios geográficos y sentimentales que ya no le abandonarán y que permanecen a lo largo de toda su obra. Por eso, “Cuestión de estética” es un libro seminal que nos ayuda a reconstruir las señas de identidad del autor excepcional que es Jesús Zomeño y nos permite ser testigos de sus primeros pasos en la literatura, de una trayectoria que acaba de cumplir, como se ha dicho, nada menos que 30 años, desde “Cuestión de estética” a “Guerra y pan”.
Decía antes que este libro tiene una curiosa cronología que podemos rastrear hasta 2014 con la publicación en Lengua de Trapo de “Piedras negras”. Cuando publica “De este pan y de esta guerra” lo hace para dar cabida a todos los cuentos que se habían quedado fuera del libro anterior, porque en aquel entonces trabajaba en otros relatos que quedaron cerrados con posterioridad a la publicación de aquel, bien porque el resultado no le convencía o porque estaban entonces inconclusos o porque no pasaban de ser el embrión de un cuento futuro. Como él mismo dice, la experiencia, el tiempo, el profundizar en la psicología de estos soldados, es lo que le permitió acabarlos.


Los cuentos que conformaban “Piedras negras” habían visto antes la luz en la revista digital Agitadoras acompañados de las ilustraciones de Fernando Fuentes, Miracoloso, a quien por cierto, Jesús dedica este libro.  Pero la edición de “Piedras Negras” nos escatima las ilustraciones, con lo que el libro pierde su complemento ideal. Cuando la editorial Contrabando, decide publicar, con muy buen ojo crítico, el nuevo libro de Jesús “De este pan y de esta guerra” tiene la intención de restaurar, de unir, lo que el destino editorial había separado, porque las ilustraciones de Miracoloso inspiradas en los relatos de Jesús son inherentes a su propia literatura, en una especie de do ut des, la fórmula de los antiguos contratos romanos, “te doy para que me des”.

Bien, así llegamos al año 2016, como el “annus mirabilis” de Jesús Zomeño. La editorial Contrabando edita, como acostumbra, con muy buen gusto, con sobriedad y elegancia, “De este pan y de esta guerra” y después del verano la editorial mallorquina Sloper edita “Querido miedo” donde Jesús proyecta una mirada entre nostálgica y elegíaca ante la década de los 80 y que tuve la ocasión de presentar también en este mismo lugar. Dos libros de plena madurez en la trayectoria de Jesús pero con registros e intenciones singulares, dos lecturas distintas pero igual de magnéticas. Ambos libros aparecen en 2017, como candidatos a los Premios de la Crítica Valenciana. Yo no sé si esto ha ocurrido anteriormente con algún autor. Evidentemente, debe ser algo bastante excepcional el que dos libros de un mismo autor sean escogidos, y dentro de la misma categoría, a competir por los Premios de la Crítica. Y, a Jesús le es concedido el Premio precisamente por este libro, “De este pan y de esta guerra”. Y ese galardón, de alguna forma hace revivir el libro, que había aparecido un año antes, y lo lleva al primer plano de la actualidad literaria, con nuevas reseñas y nuevas entrevistas a su autor.

Y, llegados a este punto, como si fuera un leitmotiv de sus últimos libros, vuelve a aparecer el nombre de Miracoloso. El ilustrador y el escritor han encontrado ya un acomodo perfecto el uno en el otro y, por otra parte, la editorial le pide de Jesús que haga una especie de separata con tres o cuatro cuentos que sirva como apéndice para acompañar al libro; y que, por supuesto, contenga alguna ilustración de Miracoloso. Pero lo que Jesús le presenta al editor no es esa separata para que vaya unida al libro premiado que va ya con una faja en la portada a modo de condecoración. Lo que Jesús presenta es un libro con nueve relatos nuevos y que tiene más de 80 páginas, lo que viene a ser más de la mitad en extensión de lo que tenía el libro anterior. Como dice el texto promocional de la contraportada, ese anexo ha devenido “un libro autónomo y autosuficiente” y aparece como un libro más en el catálogo de la colección.

En él encontraremos relatos que se sitúan en el frente, en las trincheras; y otros, en la ciudad, donde se proyecta la sombra ominosa de la guerra, aún conclusa. De los nueve relatos, no sabría con qué quedarme, si con el tremendo final de la Balada del soldado Rusty; con  “Hablemos de la belleza”, donde consigue fundir una crudeza a veces difícil de digerir con un penetrante lirismo;  el prodigio estructural y la vuelta de tuerca final de “Máscaras” que tal vez sea mi favorito en esta entrega; el sugestivo planteamiento de “Una noche en el cementerio monumental”;  el suspense ascendente en “Moneda francesa”, donde la atmósfera que consigue originar traspasa el propio estilo o “Botones” que parte, como muchos de sus relatos de una anécdota doméstica. En los relatos de Jesús, muchas veces se aprecia una correspondencia entre el mundo interior y el mundo exterior, como si estuviéramos pasando de un lado a otro del espejo. Y, desde este punto de vista, para Jesús, la literatura, su morfología narrativa, es un banco de pruebas desde donde abordar esa dualidad. Por ello, los seres que aparecen en sus relatos nos parecen lejanos y a la vez tan cercanos y vivos. La grandeza de nuestro autor está ahí, en saber conjugar sabiamente la reconstrucción del escenario histórico por un lado, y lo puramente humano por otro, en la construcción de unos personajes hechos de nuestros mismos desvelos y aflicciones, nuestras mismas dudas, zozobras y deseos.

Y llegamos con este libro, o con este apéndice, al final de una etapa en la trayectoria literaria de Jesús, ¿o no..? Nunca se sabe. Los que tenemos la fortuna de frecuentar su caldero literario, de visitar el taller del hechicero, sabemos que ahora anda en otras cosas, en proyectos novelísticos que, sin duda, van a ser una revelación en el panorama literario español de este siglo XXI. Yo estoy convencido de ello y le auguro un gran éxito en esta nueva etapa. Pero Jesús no abandona del todo el ámbito de las trincheras y la Europa de entreguerras, siempre con Miracoloso
como ilustrador, se han conjurado para volver a colaborar en la producción de algún cuento para, como dice Jesús en la nota inicial, “no dar por terminado el libro”. 

JUAN C. LOZANO FELICES.  
Octubre de 2017 

martes, 27 de junio de 2017

"ESCRIBO SOBRE LA GUERRA PARA CONOCERME A MÍ MISMO"

ENTREVISTA DE BEL CARRASCO A JESÚS ZOMEÑO publicada en la Revista MAKMA el 04/06/17

De este pan y de esta guerra, de Jesús Zomeño
Ilusstraciones de Fernando Fuentes ‘Miracoloso’
Editorial Contrabando

Jesús Zomeño es abogado y trabaja con su hermano en un prestigioso bufete de Elche. Pero su auténtica pasión es la literatura y en ella se ha volcado tanto en la faceta de escritor como en la de editor de poesía, actividad ésta que abandonó hace algún  tiempo. Trabaja con fervor en tres novelas a la vez y, mientras tanto ha ido publicando una trilogía de relatos ambientados en la Primera Guerra Mundial. ‘De este pan y de esta guerra’ (Editorial Contrabando), ilustrado por Fernando Fuentes, ‘Miracoloso’, la última parte de dicha trilogía, mereció el Premio de la Crítica Literaria Valenciana fallado el pasado 20 de mayo en la Universidad Miguel Hernández de Alicante.
¿Por qué eligió la Primera Guerra Mundial entre las muchas que han existido a lo largo de la historia?
La Primera Guerra Mundial permite una reflexión más universal, me permite hablar de un bando u otro, sin prejuicios ni sectarismos, cosa distinta ocurriría si escribiera sobre la Guerra Civil o la Segunda Guerra Mundial. Además, aporta imágenes estéticamente muy poderosas y simbólicas, como son las trincheras, las máscaras antigás, las alambradas… Sin embargo, el principal motivo es que en la Primera Guerra Mundial la supervivencia fue extrema, tanto en el plano físico como en el mental, y eso permite analizar los límites del ser humano. Pero no hablo de la desesperación, mis relatos tienen un trasfondo lírico, una apelación a la belleza, a veces a través del esperpento, porque a mis soldados no les alimenta el estómago sino los sentimientos. Mis personajes luchan mentalmente para sobrevivir porque son optimistas a pesar de todo, como el honesto encargado del urinario de Dublín que se lleva a la guerra el plato de las propinas para acordarse siempre de que tiene que estar agradecido a lo que la vida le dé.
¿Cuál cree que es la batalla más dura que libra el hombre de nuestro tiempo?
La batalla interior. Los poderes fácticos y los políticos lo han reducido todo a la economía, pero la gran revolución pendiente es la felicidad. No hay ningún partido político que presente un plan para fomentar la felicidad y equilibro del individuo, un ocio sencillo y satisfactorio. Es ridículo decirlo, pero está mal visto hablar de sentimientos, eso cada vez forma más parte de la vida interior y secreta de las personas. Se cuidan las patologías, las depresiones, eso sí se permite; pero no se fomenta la felicidad, ni la del individuo ni la social.



¿Cómo ha evolucionado a lo largo de su trilogía?
Del reportaje periodístico a la interiorización. ‘Laberintos’ recogía las respuestas de muchos autores en torno a las preguntas que planteaban unas fotografías originales de soldados. Esa perspectiva coral se individualiza en ‘Cerillas mojadas’, relatos que analizan la biografía y las hazañas de algunos soldados. Sin embargo, a continuación interiorizo y casi suprimo la acción en ‘Piedras negras’ y ‘De este pan y de esta guerra’, son retratos psicológicos. Es un camino de interiorización y mi conclusión es que el hombre despliega mentalmente sus mecanismos de defensa para sobrevivir y ese mensaje es optimista, la auténtica fuerza del soldado en la Primera Guerra Mundial estaba en su cabeza.
¿Por qué el cuento en España es un género minoritario?
Las noticias de prensa y, sobre todo, las digitales ahora son más breves, también nos comunicamos por correo electrónico o vía wasap con mensajes cada vez más cortos; sin embargo, eso no ha abierto camino al relato breve. El microrelato es la imagen de la nueva realidad, pero el relato no ha absorbido ese público. Es posible que la novela plantee una unidad de ritmo y argumento, que si te engancha te mantiene fácilmente, eso es cómodo. Los libros de relatos cambian ritmo, personajes y planteamiento en cada historia y eso cuesta de aceptar. Hay que vaciar la mente, hacer reformas, cambiar el diseño y entonces empezar la lectura, entre un cuento y otro, con la mente preparada. Creo que los relatos exigen más esfuerzo, un ejercicio de renovación mental constante. poderes fácticos y los políticos lo han reducido todo a la economía, pero la gran revolución pendiente es la felicidad. No hay ningún partido político que presente un plan para fomentar la felicidad y equilibro del individuo, un ocio sencillo y satisfactorio. Es ridículo decirlo, pero está mal visto hablar de sentimientos, eso cada vez forma más parte de la vida interior y secreta de las personas. Se cuidan las patologías, las depresiones, eso sí se permite; pero no se fomenta la felicidad, ni la del individuo ni la social.
Háblenos de su último libro, ‘Querido miedo’.
Yo escribo lo que soy, mejor dicho, lo que creo que soy o he sido. Las historias de la guerra intentan ayudarme a conocerme a mí mismo, a través del análisis de situaciones límites. Las historias de ‘Querido miedo’ retratan los años ochenta, el paso del tiempo y aquello en lo que nos hemos convertido los que fuimos jóvenes. Es un retrato lírico y nostálgico del pasado y del presente de mi generación. Por tanto, el ser humano sigue siendo el centro, el protagonista.
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
Fernando Fuentes ‘Miracoloso’ y yo tenemos intención de ampliar los relatos del libro ‘De este pan y de esta guerra’. ‘Miracoloso’ está trabajando las nuevas ilustraciones, mucho más personales, y luego yo escribiré los relatos. Será una obra breve de cinco o seis historias, un anexo al libro, que ya estaba previsto antes de concederse el premio, porque la Editorial Contrabando desarrolla una gran complicidad con sus autores.

martes, 11 de abril de 2017

PODRÍA SER UN MEME

Artículo publicado por Agustina Paz Frontera en la revista argentina JENNIFER, el 2 de marzo de 2017, sobre el libro "Hacía un ruido. Frases para un film político" de María Salgado


María Salgado habla lo que le hablan. Se toma la lengua como si fuera una fuerza física. Pregunta si no será la era para destruir el poema y dejar que los versos vayan a la boca para ser dichos, o que los versos se suelten de los poemas y que haya que ir a mirarlos o escucharlos. La poesía, se dice en este no-libro, no es discurso. La poesía es política de la noche. La lengua baja desde los cerros llena de oro. Viene pegada en los intentos de organización contemporáneos. Hacía un ruido. Frases para un film político (Ediciones Contrabando, Madrid, 2016) trabaja con pedazos de lengua emitidos en todo el mundo desde 2011, están montados gráficamente como una constelación de materias convulsionantes y se detiene solo para publicarse. Publicarse es lo único que convierte a esto en un libro.

El orden de la lengua podría ser el desorden. La comunicación podría ser la incomunicación, como ya atinaba María en su libro Ready de 2012 “el deseo opaco de comunicación”, o el deseo claro de una comunicación opaca. Este libro de María Salgado es un libro hecho con tijeras, con recortes palabra a palabra de diarios de la España donde Podemos se dirime si quiere ganar o no, de poesía argentina de los 90, de filmes de Godard, de teoría queer, de viejecitas que aun hablan el idioma de los cerros, del cine y la publicidad. Este es un libro materialista.

Cualquierismo, elegir la traducción para el lado del cualquierismo, María traduce, pega, ensambla, destrama la lengua. Hacía un ruido está obsesionado por empezar a contar de una vez lo que se ve: el pueblo, dice, la universalidad, “de felicidad y libertad, más simetría, más replicabilidad a mansalva. Mejor decirle mundo”. Empezar a decir el mundo como forma de vivir, no para nombrarlo ni para instaurarlo, sino porque es la forma infra y perversa que tenemos de ser: tirando experiencias contra las palabras. Haciendo que las palabras como en un tejo se corran, reboten, vuelvan, se deslicen, digan cosas que nada que ver: pero hacerlas visibles: las palabras se pueden ver, eso dice Hacía un ruido. Y las palabras se pueden mal leer, eso es significar.

Todo este libro meme inabarcable es un gasto, es el exceso de una vida que no puede parar de leer y atar, de significar. Lo que hace ruido, todo lo que hace ruido es lo que nosotrxs hicimos. Si hay ruido, hay escucha, si hay escucha hay escritura, y en este juego de sensualismo se esconde y des-esconde la política.

Hay y no hay política, como en un film hay y no hay movimiento. “Políticas de la noche”. El ruido se opone a la teoría: ¿qué es eso de andar inventando corsetes de sentido a las experiencias? El ruido se avecina, viene desde atrás de los cerros, las ideas, en cambio, ponen un mapa político ahí donde hay un cerro, ¡y lo tapan!. ¿Las ideas, qué hacen? Detienen las formas que aun no existen. El ruido es la forma que tienen las cosas nuevas de avenirse, y el ruido es la forma que tienen las cosas viejas de morirse.

¡hacía un ruido!

Que si ese ruido es lo nuevo o si es lo viejo o es el movimiento. “Un mundo sólo se para con otro mundo”. La autora, el nombre que figura debajo del título, está en Madrid, donde parecía que algo nuevo hacía ruido, algo en el centro de las asambleas pero también algo allende los océanos, cuando cada elemento del mundo-el pueblo-la mundanidad estaba tocado por la política: el amor, por caso, la vida común, el pasado, la lengua, aun así este libro dice: “Hay elementos de la vida cotidiana que no operan ni son directamente entendibles como políticos, que son mundanos”. Y corta la película. No todo sentido es político. No todo verso es poema. No todo otro es impropio. Quizás, existe “la posibilidad de reconocer en el ruido que generan los otros una parte de tu propio sentido está ahí”. Cualquierismo. Nocturnidad. Restos. Ecos, pepitas de oro en ríos barranco abajo.

La obra de María Salgado trabaja con el lenguaje como materia. Puede consultarse además la reedición de su 2do libro 31 poemas Editado por Danke (Rosario, 2015), además de su primer libro Ferias (2007) y Ready (2012) en España. Las performaces de María Salgado son un ruido nuevo que no termina de irse, vivió una temporada en Buenos Aires hace más de 10 años y volvió en 2016 invitada por el Festival de Poesía de Rosario, o es lo viejo que no se acaba de ir, ella además trabaja con el compositor Fran MM Cabeza de Vaca, con quien produce la constante transformación de este trabajo también en versión musical: http://haciaunruido1.tumblr.com/audios.

El Blog de María Salgado http://globorapido.blogspot.com.aron Faceboo

domingo, 5 de marzo de 2017

"NUESTRO MISMO IDIOMA". EPÍLOGO DE ALINE PETTERSSON

GESTACIÓN Y DESTINO DE LA LENGUA. Aline  Pettersson


La novela de Alejandro Espinosa Fuentes, Alex Espinosa para mí, es un libro ambicioso en sus propuestas. Mi primer pensamiento fue el de que se trata de una variación libre de la matrioska, esas muñecas rusas que se reflejan unas en las otras. Y no me queda claro cómo hablar, sin delatar la trama, de Nuestro mismo idioma. Es un libro que ha buscado el cuidado en el lenguaje y tiene la virtud de conducir al lector por diversos caminos, por reflejos de asuntos que no es posible soslayar en este país nuestro, reflejos que conmueven a Tomás, a Alex, a mí y de seguro a cualquier lector.

Pero los temas se desgastan inevitablemente y el acierto del libro es que, a pesar de que se toque el asunto de la delincuencia organizada, por la manera en que está escrito, el autor consigue variar el relato y darle profundidad. Entonces,  ¿quien se acerque a Nuestro mismo idioma estará ante un texto más sobre la violencia en México? De ninguna manera.

Alex ha dicho que el libro es una forma de homenaje a su abuela. Y Marina Henestrosa no es nunca un personaje patético que está  perdiendo la coherencia a causa de un tumor cerebral. Marina es un personaje excéntrico con ideas muy sui géneris que empiezan a deshilvanarse y que, sin embargo, aportan datos fundamentales a la búsqueda detectivesca de Tomás. Este respeto gentil de Tomás hacia la abuela, me parece que rebasa los límites de la ficción para ser una declaración amorosa del autor para con la abuela real que tal vez haya muerto en un tiempo cercano a la escritura del libro, y que Alex deseaba fijar en el tejido de su relato. Fijarla de mejor manera que las cartas que Marina recibió de su padre y que se borraron. En la charla entre la anciana y el muchacho hay un duelo verbal de refranes que Marina Henestrosa emplea y que Tomás revira con otros seguramente aprendidos de ella. Comparten la cercanía de un mismo idioma. Yo me pregunto, sin embargo, si todos poseemos el mismo idioma.

La novela se inicia con un viaje que harán abuela y nieto a Saltillo, región de procedencia familiar. El relato está lleno de guiños, de anticipaciones, de sobre y malentendidos. Llegamos todos a Saltillo y vamos entrando lentamente a universos muy distintos. El autor nos pide atención para seguir las tramas paralelas que se van desarrollando. Así los personajes y sus testigos quedamos atrapados en el Mundo Acevedo. Y el Mundo Acevedo, que en apariencia se está escribiendo en presente, al cabo de las páginas, nos percatamos de que son ideas, reflexiones, descripciones que pueden salir de la boca del fallecido poeta Horacio Acevedo o de otros personajes, o ideas que sobrevuelan la atmósfera de la ficción. Ese mundo quizá es como la propia Marina Henestrosa, que no ocupa el centro de la intriga, pero que, no obstante, su imagen y palabras están siempre en el trasfondo.

En Nuestro mismo idioma se podría hablar de Itzel Villalba como la antagonista de Marina. Mientras la sabiduría de la abuela se apoya en su larga experiencia de vida, en los refranes, en su amor por el terruño y en preguntas que ella se hace como: ¿qué sucede con las palabras dichas en el teléfono, a dónde se van si no alcanzan el otro oído? En Itzel sus conocimientos se fincan, tanto en su amplia cultura literaria y lingüística, en su anterior vida frívola y lujosa en Europa, como en su obsesión por desmenuzar las palabras para llegar, de ser posible, a su origen. Esa fascinación por el origen de las palabras no deja de ser una búsqueda obsesiva de Itzel y muy interesante del autor sobre las raíces lejanas del lenguaje que hoy compartimos. Se puede decir que mientras una mujer indaga sobre el destino último de las palabras, la otra lo hace sobre su gestación.

Alejandro Espinosa Fuentes
Hasta este momento ningún lector podría imaginar el vuelco que darán los sucesos en los que se ven enredados los protagonistas. Las historias toman otro derrotero y Tomás queda atrapado. Pero Tomás queda atrapado, también, por los fuertes recuerdos infantiles que, de cierta manera, desencadenan la situación o situaciones incluso a partir del manejo fantasioso del tiempo. Tomás se convierte en un receptor de la lengua y, cuando le es posible, comparte la inquietud de sus reflexiones con su insólito confidente, el gato Semónides.
El erotismo violento, el amor juvenil y, por otro lado, las componendas del poder político, empresarial y delictivo, ligadas frecuentemente entre sí, aparecen en esta novela sin estridencias léxicas que, desde mi punto de vista, es un acierto, porque cala con mayor hondura el discurso ponderado que el grito histérico.

Al aproximarse el lector al final del libro, duda sobre cuál fue la historia verdadera. Sabe, sí, del destino último de la abuela pasados un par de años. Sabe también del final de la novela que el mismo Tomás intentaba escribir dentro del relato. Sabemos que el velorio de doña Marina Henestrosa es en Gayosso de Félix Cuevas y que la casa de la familia, donde ella murió, está ubicada en la colonia Narvarte. Nosotros estamos de vuelta en el mundo que conocemos y nos redescubrimos en el instante en que Tomás se ve reflejado en los rostros de sus parientes y comprende que la muerte es la esencia del vínculo de nuestra humanidad, “el largo anhelo de un mismo idioma”.