Entrevista a Ximo Azagra publicada en Valencia Noticias el 17 de diciembre de 2015.
El Péndulo | Redacción.- ‘Arrepentimientos, incisiones, pigmentos e incógnitas’: sí, así de largo y enigmático es el título de esta inquietante colección de relatos. El libro apareció en marzo de 2015 y, tras presentarse en la Librería Ramon Llull, en la Feria del Libro de Valencia y en la galería de arte Imprevisual, se agotó rápidamente. Ahora Ediciones Contrabando acaba de poner en la calle una nueva reimpresión. Por ese motivo hablamos con su autor: Joaquín María Azagra Caro, Ximo Azagra para los amigos, un economista que ejerce actualmente como científico del CSIC en la UPV, a la par que escribe relatos y, de vez en cuando, dirige cortometrajes.
Conviene destacar, antes de iniciar la conversación, que el libro lleva un prólogo del escritor valenciano Vicente Muñoz Puelles, y que la ilustración de la cubierta es obra del pintor cordobés, afincado en Valencia, Miguel García Cano.
Esta es tu primera compilación de relatos publicados. Esto implica una selección, hecha por ti, entre un conjunto más amplio de relatos ya escritos, alguno de los cuales fueron premiados. ¿Desde cuándo esta dedicación tuya al relato corto?
Desde niño, solo que de uvas a peras. Recuerdo haber ganado concursos en el instituto. Pero de forma más sistemática, diría que desde los veinticinco años.
La elección del relato como forma narrativa, ¿tiene algún significado especial para ti?
A diferencia de la poesía, en la que el autor sabe interpretar inmediatamente lo que quiere decir, la narrativa obliga al uso de máscaras que el propio autor debe interpretar. Eso establece un juego muy atractivo, porque a través de la reescritura se debe afinar el discurso. Además, el relato suele tener una densidad e intensidad mayores que la novela, lo que me hace sentir cómodo.
El cuento aún se concibe entre nosotros como algo que requiere menor esfuerzo y es más fácil y rápido de hacer que la novela. ¿Qué piensas de esto, crees que todo se reduce a un asunto de esfuerzo y comodidad?
Los escritores se decantan por lo que les surge con más espontaneidad: novela o relato. Son igualmente difíciles y, mientras se va por libre, cada uno hace lo que prefiere. Por qué los lectores prefieren la novela es otro cantar. Quizás porque les permita una lectura más fluida, comparada con una compilación de relatos, que requiere parar y volver a reubicarse con cada nuevo texto.
Arrepentimientos…, contiene cinco relatos, con una estructura muy definida de la que hablaremos después. ¿Cuál dirías que fue el criterio o los criterios principales que utilizaste para hacer esta selección en particular?
Su temática y sus referencias comunes. Tratan sobre la identidad, lo insustancial de la vida, los problemas de comunicación…, y beben de fuentes como la narrativa gótica, el relato fantástico surrealista, la corriente del existencialismo o la técnica del narrador no fiable.
El libro está configurado con una singular simetría. Hay dos relatos más largos al principio y al final y otro en el centro, un poco más corto: en los tres la pintura desempeña un papel central. Y entre estos tres hay dos relatos que tienen la forma de un diario. ¿En que sentido esta simetría es deudora de tu formación (y de tu trabajo) como científico? ¿O todo es casual?
El gusto por la estructura está por debajo tanto de la simetría del libro como de mi profesión de científico. Los tres relatos sobre pintores están más centrados en la relación entre el artista y el artesano; los dos relatos sobre diarios, en la metaliteratura. Intercalarlos en función de su temática y extensión estaba pensado para potenciar los toques de originalidad, enganchar y procurar evasión, a sabiendas de que también pido al lector que busque segundas lecturas.
Empecemos por el centro y no por la periferia. En el corazón del libro hay un rubí: el relato ‘Gracias a mí’. ¿Cuál dirías que es el núcleo temático de este cuento, que inquieta y estremece a la vez? ¿Nunca temiste que se malinterpretara la violencia que hay en él?
Es el relato que provoca las reacciones más opuestas: fascina o resulta repulsivo. En su germen estaba mi voluntad de tratar una temática social, como el maltrato de género, pero desde una óptica sobre la que resultara difícil posicionarse: la de un individuo que sufre. Un referente claro es ‘Lolita’ o, si me apuras, ‘La naranja mecánica’, trasladados al contexto del proceso de creación artística.
Ahora que mencionas ese contexto, el de la creación artística: ese un tema bastante recurrente de tu narrativa y, sin duda, un tema mayor de la mejor literatura de nuestros días. Pero no es fácil enhebrar en un relato una historia y ese tipo de reflexión. ¿Nos das la fórmula?
A una fórmula en literatura se le puede dar buen uso para hacer metaliteratura; para otros usos con aspiraciones creativas, mejor dejarse llevar. Para hablar sobre el proceso creativo, me ha servido el tema del conflicto entre artista y artesano, para el que tomo como referentes ‘Narciso y Golmundo’ o ‘El artista torturado’ en literatura, o ‘Amadeus’ y ‘Jennie’ en cine.
El relato inicial, ‘El último óleo sobre lienzo de M.’, tiene una estructura diferente: hay muchas peripecias, múltiples personajes, un auténtico guión interior…, ¿Podríamos definirlo como un relato cinematográfico, algo que por otra parte lo vincularía a tu actividad como director de cortometrajes?
Ese relato es un intento de acercarme al manejo de elementos del superventas: suspense, retrato de los entresijos del poder y cierta recreación histórica con personajes acaso reales de por medio. De por sí, hay más acción y es algo cinematográfico. Pero la importancia del discurso interno en la evolución de los personajes y la aplicación de ciertas técnicas literarias alejan el relato del lenguaje del cine.
Los dos relatos que tienen la forma de diario indagan aspectos relacionados con la identidad y sus mutaciones, a la vez que nos muestran personajes obsesivos o al borde del desquicio. ¿Qué función desempeñan estos relatos en el conjunto del libro? ¿Son un contrapunto de los otros o tienen vínculos?
En estos dos relatos, los narradores, que son los supuestos autores de los diarios, dudan de si efectivamente lo son: a una le extraña que haya sucedido lo que está escrito, puesto que recuerda otra cosa; otro está convencido de que los diarios están siendo rescritos por otra persona. Se convierten, en definitiva, en narradores poco fiables. Y eso es, de un modo u otro, lo que también encuentra el lector en los relatos sobre pintura.
Arte y artesanía, artista y artesano. ¿El escritor debe compaginarlos u optar entre uno y otro? ¿Qué es para ti, en última instancia, el trabajo literario?
A muchos nos gusta repetir esa frase atribuida a Dalí de que la inspiración, mejor que nos pille trabajando. A veces me parece una florida manera de decir que cada uno hace lo que puede. La diferencia entre arte y artesanía solo se puede abordar bajo muchos supuestos simplificadores, que permitan darle tensión dramática. De lo contrario, es como perderse en un grabado de Escher y su juego de perspectivas imposibles.
Coppola dijo el otro día que el cine no sirve para cambiar el mundo. Si todo va a seguir igual, ¿para qué seguir escribiendo?
Fue cuando le concedieron un premio por su carrera, tras haberle recibido con la música de ‘El Padrino’, o sea, con algo que hizo hace más de cuarenta años, ¿verdad?
Sí, así es, y al parecer el mundo sigue en manos de los mismos gánsteres, creo que piensa. Si no cambiar el mundo, ¿la literatura nos permite conocerlo mejor?
Creer que se puede conocer el mundo implica que hay alguna realidad, y eso está por ver. Si te refieres a que la literatura nos puede dar alguna idea sobre lo observable, en efecto, puede ayudar a que nos sumemos a algún cuerpo aceptado de convenciones.
Tus relatos tienen una virtud innegable: dejan siempre un poso de inquietud en el lector. Colocar al lector ante sus dudas, sus incertidumbres, sus miedos… ¿es ese el sentido último de tu escritura?
Probablemente para mí lo sea, aunque el lector no tiene por qué quedarse con eso. También puede tomarlo como un momento de evasión, darle lecturas más amables o, por el contrario, más terribles que a las que le inducirían sus propias inquietudes.