domingo, 13 de mayo de 2018

FERNANDO DELGADO Y J. VICENTE PEIRÓ RESEÑAN "EL ÚLTIMO GIN-TONIC" DE RAFAEL SOLER


Publicado en Las Provincias (Culturas) el sábado 28 de abril de 2018
J. V. Peiró

NOVELA DE CANALLAS
J. V. Peiró. Catedrático y crítico literario  



Rafael Soler (Valencia, 1947) fue un escritor emergente en el primer lustro de los años ochenta, con las novelas ‘El grito' o 'El corazón del lobo’. Pero no publicó durante más de veinte años, desde 1985, hasta su reaparición en 2009 con el poemario 'Maneras de volver" al que siguieron tres más.
    
‘El último gin-tonic’ es su regreso a la novela. Cuenta con realismo algo sucio la historia de tres generaciones de la familia Casares durante cuatro días. A medida que discurren los episodios se van completando las historias de Lucas, el padre, y sus vástagos, Mateo, víctima de un accidente en el que murieron su esposa y su hijo, el jugador Marcos y Juan, que vive entre dos mujeres. En este juego nominal bíblico, hábil traslación metafórica, incluso el abuelo se llama Moisés, republicano patriarca, el personaje femenino más importante es María, ex monja, y el título de la novela y su episodio correspondiente aluden a la última cena.  

Rafael Soler. Presentación del libro en Madrid
La prosa potente de esta novela de canallas, cínicos infelices o felices a su manera, construye situaciones duras pero hilarantes y de fino humor negro. La estructura episódica en perspectiva narra poco a poco en paralelo y de forma fragmentaria completando el pasado y el presente, incluso usando las formas del correo electrónico y el guión audiovisual.
Estamos ante un universo literario curtido a golpes en un submundo donde domina el dinero, el alcohol y el sexo.
Pero no es una historia delictiva, sino de pasiones, culpas y traiciones sin llegar a lo trágico. Existen situaciones dramáticas pero el tratamiento de sus conflictos es desenfadado, y hasta algo tierno. La vida de estos personajes en continuo movimiento es tan trivial y carente de ética e ideales como la sociedad actual.
Como dijo Luis Landero en la presentación de Madrid, Rafael Soler es un escritor con soberanía y con una forma narrativa transparente. Lo que en un momento es claro, en otro es oscuro. Con esta novela inteligente, de diálogos firmes. Demuestra  ser un narrador nato, curtido y sagaz, que implica al lector a seguir a esta saga familiar construida como un collage contrapuntístico para la imaginación.



Publicado en el Suplemento POSDATA del Levante EMV el sábado 5 de mayo de 2018
Fernando Delgado

VIDAS DE BORRACHOS
Fernando Delgado. Escritor y periodista  


Ingeniero, sociólogo y profesor universitario, Rafael Soler tuvo una fulgurante trayectoria como escritor en la década de los 80. Publicó numerosos poemarios y media docena de narraciones que fueron saludadas por la crítica y reconocidas con diversos premios literarios.
Más de tres décadas después regresa con una ácida novela que ha construido sobre unos diálogos tan hábiles como populares.

Rafael Soler (Valencia 1947) ha escrito una novela hablada y borracha. Y como esta novela se nutre de una investigación ex­haustiva, con un trabajo de campo que ha aprovechado la tradición oral, el resultado no es extraño en cuanto a la adecuación de la voz, de ese lenguaje coloquial con el que el escritor pone en pie a sus persona­jes. Pero cualquiera que haya trabajado la simple trascripción de la conversación es­pontánea al papel, al texto, sabe de la dificultad que presenta ese lenguaje, aparen­temente sencillo -la difícil sencillez, de la que habla Jorge Guillén- a la hora de ha­cerse verosímil, natural. Y a la vez, intenso, pero desdramatizado, exento de los énfa­sis que lo harían pretencioso y acaso cos­tumbrista. Consigue así Soler una prosa limpia, directa, que otorga amenidad a la lectura, que hace creíbles a los personajes en los momentos más disparatados de su expresión, pero que no elude la fuerza de una voz interior, a veces la de la irrealidad y el sueño; otras, la de la cruda realidad, como si fueran materia de reportaje. Funciona en esta novela un monólogo lleno de inflexiones en el que se cruzan los diálogos interiores, los viajes del sueño a la realidad, los juegos de la memoria o del tiempo, los tiempos. El narrador se entrega a los personajes y escucha sus voces interiores y las transmite. 

 Y a veces dialogan para poner una puntilla, para cabrearse, para dejar algo en el aire, para subrayar alguna cosa con gracia y hasta con desmedida gracia cuando no humor negro.
Pero sin esperar contestación en algunos momentos. Y si el autor revela una enorme eficacia narrativa en el monólogo, no menos hábil para el diálogo se muestra en todos los casos, sin renunciar a la vulgaridad ni por supuesto a la ironía. Pero cuenta y cuenta con detalles minuciosos, con inesperados giros hacia la traición y a los brindis de despedida. Consigue así Rafael Soler la descripción de los ambientes, la creación de atmósferas, con toda naturalidad. 
Llega con economía verbal, pero muy expresiva, a la descripción de la emoción variada. Y además, tratándose del espacio narrativo, introduce frases hechas, expresiones del habla popular que por el lenguaje logra redondear los personajes, vulgarizarlos incluso. Todo eso, dentro del mayor desenfado, como quien cuenta por contar. 
Es una novela que cuenta una novela o, para ser más preciso, varias novelas. El humor penetra en la descripción y los personajes están traspasados por sentimientos comunes o singulares. Le parece a uno estar oyendo a la gente que habla en la obra de Manuel Puig, tanto en Boquitas pintadas como, en especial, en El beso la mujer araña; estar oyendo al preso que cuenta a otro preso películas. Ni una concesión a la retórica, ni una debilidad con el artificio, pero con todos los trucos de la naturalidad. Y hasta con su exageración y su desvergüenza.
Este es un libro muy contemporáneo y hasta el lenguaje de la calle, nuestro lenguaje en su evolución, es objeto de chanza. Quizá no a modo de crítica, que siendo tan crítico él como lo es en este relato no va el autor de eso, sino como un modo de hacer reparar al lector en lo absurdo. En cualquier caso, la actualidad que se cuenta en esta novela no le hará perder vigencia en el tiempo y, por el contrario quedará como un grupo de atractivas pinceladas que contribuyan en el tiempo a la comprensión del cuadro en el que habremos quedado pintados.
Rafael Soler
Este libro amplía la mirada del lector y le permite ver los matices que la realidad presenta allí donde la imaginación se añade a lo contado o la forma de contar amplía la posibilidad de ver. También se debe saber, porque el título nos pone en camino, que hay embriaguez en el relato, borrachera. Pero ya leerán cómo la borrachera conduce a veces a la fantasía, mientras el miedo, que abunda en el relato, y que el lenguaje lo maneja y lo administra con talento, alcanza el drama, que tiene la finalidad de poner las cosas en su sitio. O al menos situar al lector en su propio imaginario esclarecedor. Porque esta novela entra desde luego en la locura, que para eso está la bebida, pero la locura articula un imaginario que bebe de la realidad y la supera. La locura nos hace dudar a veces de las razones de la cordura, o amplía el mundo de tal manera, o de un modo tan desinhibido, que si no lo explica al menos lo agranda. 
Así, pues, hay que celebrar el regreso a las librerías de un narrador como el autor de El corazón del lobo, aquella novela de los ochenta, reeditada más tarde, y que tanto éxito obtuvo. Rafael Soler sabrá la razón de su silencio novelístico de un tiempo acá, pero esperemos que este nuevo libro no sea sólo una breve aparición en escena. Porque escoger imágenes de nuestro tiempo, describirlas con precisión de palabra -ajeno a toda retórica, con un lenguaje exacto y eficaz- y añadirles ironía, a veces burla, le ha permitido a Soler retratar nuestra sociedad en algunos fragmentos, sin grandes pretensiones y con acierto.