martes, 30 de julio de 2013

Homenaje a Bolaño



2003-2013: DIEZ AÑOS SIN BOLAÑO

El 15 de julio de 2003 fallecía en un hospital de Barcelona Roberto Bolaño. Once años antes le habían diagnosticado una grave enfermedad hepática. Al morir estaba en el puesto número 2 de la lista de transplantes de hígado.
Bolaño es, sin ninguna duda, el escritor más determinante de la lengua española de nuestro tiempo. Máxime si tomamos el español como la lengua de los 500 millones de hispanohablantes, y no sólo como una lengua autonómica peninsular.

Bolaño concebía la literatura, a la manera borgiana, como una forma de conocimiento. Pero, al mismo tiempo, al hilo de Rimbaud, creía que escribir es pasar "una temporada en el infierno".
Fue un lector febril e impenitente, un fatigador de libros, un escritor con una cultura poética y literaria apabullante. Y dejó para nosotros un canon de lecturas, guiado por sus poderosas filias y fobias, que tiene tanta importancia como su propia obra.
Fue asimismo un escritor torrencial y compulsivo: las tres o cuatro mil páginas hasta ahora publicadas de su obra no son, posiblemente, más que la punta de ese enorme iceberg que se ha mostrado estos días en la exposición del CCCB en Barcelona, con sus 14.000 páginas inéditas.

A los 20 años, en México, un Bolaño juvenil y destrozón creó, junto a un puñado de poetas desconocidos (Mario Santiago, Bruno Montané,...) un movimiento de vanguardia poético, deudor del "estridentismo" mexicano de los años 20 y, cómo no, del surrealismo. Como toda verdadera vanguardia, el "infrarrealismo" aspiraba a cambiar el arte para cambiar la vida y cambiar el mundo.
En 1977 aterrizó en Barcelona, donde tras infructuosos esfuerzos para mantener viva una poética vanguardista, por pura necesidad de supervivencia acabó recalando en una "nueva prosa", la prosa singular y única de Bolaño, un sistema narrativo propio por cuyas venas continuó circulando siempre su inagotable instinto poético.
Desde 1994 a 2003, escribió a contrarreloj un puñado de relatos y novelas, que fue publicando en Anagrama: tres libros de cuentos, media docena de nouvelles, entre las que destaca "Estrella distante", y dos obras maestras, que cierran y abren los portones literarios del viejo y el nuevo siglo: "Los detectives salvajes" (1998) y "2666" (2004, póstuma). Merced a ellas la obra de Bolaño ha devenido -como ya intuyó y anuncio Vila-Matas- en  "una grieta que abre brechas por las que habrán de circular nuevas corrientes literarias del próximo milenio".
Su fama y su relativa gloria han sido absolutamente póstumas. En vida, él no se consideró otra cosa que -como escribió una vez-: "un pasajero ilegal en este tren al infierno".
Homenajear hoy a Bolaño no es más que una forma de reconocer la deuda que tenemos con él, y un intento de que sean muchos otros los que tengan la suerte de adquirirla.

El acto de homenaje, que tuvo lugar el lunes 15 de julio, en la Librería Bartleby de Valencia (Cádiz, 50, Ruzafa), contó con la presencia y las intervenciones de:
Sergio Pinto. Poeta chileno. Presentó el acto y glosó el papel de Bolaño en el actual momento literario de Latinoamérica.
Aldo Alcota. Poeta chileno. Habló sobre el "infrarrealismo" y sus vínculos con el surrealismo.
Nacho Cebrián. Poeta e integrante del movimiento Simultaneísmo. Trató sobre la poesía de Bolaño.
Federico Fojas. Responsable del Taller de narrativa de la UPV y coordinador de LAB. Intervino acerca de los cuentos de Bolaño. 
Manuel Turégano. Escritor, crítico y editor (Ediciones Contrabando). Habló sobre las novelas de Bolaño.
Durante el acto se proyectaron fragmentos de entrevistas con Bolaño, y se leyeron poemas y textos en prosa de Roberto Bolaño.

Leer las intervenciones completas

miércoles, 24 de julio de 2013

Arquitectura del sueño, Fernando Blanco Inglés


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


A orillas del Mediterráneo, con la espuma de las olas salpicando el alféizar del ventanal de su salón, doña Eloísa consume sus atardeceres en interminables diálogos telefónicos con la dudosa excusa de que ha puesto a la venta su casa. Meciéndose, sobre un abismo, entre la demencia senil y una lucidez nutrida de apasionados desengaños, va desgranando un discurso tan plagado de reiteraciones como enriquecido por una imaginación pletórica y soñadora. El lenguaje, como portavoz de esa memoria recreativa, deviene en la sustancia misma de un pasado, que se rehace cada tarde, en cada conversación con esa interlocutora desconocida, pero que tan poco cuesta reconocer. Intentando escapar de la locura que la acecha, tratando de sortear el silencio negro y oscuro que la convoca, teje una y otra vez los hilos descosidos de su(s) vida(s), dando rienda suelta a sus revolucionarias obsesiones: impugnar la realidad, abolir el tiempo, asesinar todas las convenciones, arrancar todas las máscaras, a fin de que podamos bailar desnudos a la luz de la Luna, libres al fin del pecado y del código penal.

Novela-poema, Arquitectura del sueño es una indagación, lírica y narrativa a la vez, sobre la verdadera naturaleza de la memoria y los deseos. Una obra que aspira a hacernos atisbar que hay una realidad distinta al otro lado del espejo.

-¿Qué es “Arquitectura del sueño”?

-Si quieres que te diga la verdad, no tengo ni idea. Ciñéndonos a criterios de diferenciación de género, puede ser un libro de relatos, una novela, una obra de  teatro o quizá un largo poema, o puede que todas esas cosas a la vez… o, tal vez, ninguna de ellas al mismo tiempo…

-Yo, por deformación, la leo como una novela, un género que para mí tiene una versatilidad casi infinita. En realidad toda gran novela amplía las fronteras del género. “Arquitectura del sueño” no se parece a nada que yo haya leído, diseña su propia forma. ¿Ese diseño formaba parte del plan original o se impuso por la lógica misma del relato?

-No hubo propósito previo. Venía con todas las trazas de ser un pequeño y sencillo relato en el que X le cuenta la historia de su pasado a Y, pero en un momento determinado, sin venir a cuento y saltándose a la torera el guión original, un personaje dice algo que hace clic en el núcleo oculto del asunto para reclamar de modo intransigente una estructura distinta a la prevista, en la que todos los elementos  pudieran rebelarse contra la ubicación predeterminada, alterar su carácter original y la naturaleza de sus relaciones…
Si adoptamos como punto de partida la premisa básica de Proust: “Demos vida al   inmenso edificio de nuestros recuerdos” como forma  básica de constituir la autenticidad del narrador, los personajes de “Arquitectura”, en el transcurso de su  relación, llegan a la conclusión de que tal hipótesis es una falacia. Suponiendo que el
pasado exista, comienza a modificarse una vez sucedido. El recuerdo es, por tanto, un
concepto complejo sometido a toda suerte de deformaciones. Los personajes lo  transmutan una y otra vez en el alambique de sus diálogos cada vez que evocan los supuestos hechos de una vida en común. La memoria nada en el fondo dice de ellos. Es
en el modo en el que hablan donde se generan pequeñas revelaciones acerca de su
personalidad, como guiños voluptuosos en el vacío.

-Más que en el molde siempre variable del recuerdo, a mi modo de ver lo que define el modelo del relato es el sueño, con sus características peculiares: reiteración, recreación, obsesión, encubrimiento, claves oníricas…el relato se desliza, casi sin  darnos cuenta, de la memoria al sueño… 

-Sí, pero no. Hay un punto donde la literatura y el sueño se acuestan bajo la ley de la pasión en la cama del lenguaje. Las palabras se desnudan y abandonan su significado
para transformarse en sonidos que arrullen al inconsciente y limpien de hostilidades
culturales el radiante camino de los deseos. Los niños lo saben sin necesidad alguna de
saber quien hostias fue Freud. Por eso exigen, a la hora del reconocimiento, que se les
lea el cuento como una partitura en la que el intérprete no ose alterar una sola nota so
pena de ser severamente recriminado y llamado al “orden”. El psicoanálisis estudia la
estructuración del inconsciente como un lenguaje extranjero al que es preciso traducir.
La poesía emprende el camino inverso: traducir el lenguaje oficial a una lengua sin
palabras que permita entenderse de tú a tú con el otro. Es sabido que cuando las
tribus primitivas quieren hacer prevalecer el inconsciente colectivo sobre el individuo,
inventan la repetición obsesiva de la que nacen el ritmo común de la poesía, la música
y el baile con el objetivo de alcanzar un trance donde el imperio oculto de la
comunidad triunfe sobre la pantomima cadavérica de  la expresión individual. Puede valer un mantra tibetano, una fuga de Bach, unos tambores africanos o una sesión
enloquecida de bacalao. Todos los caminos conducen  a la anulación de yo. En ese
sentido, las repeticiones obsesivas de “Arquitectura” y sus diversas multiplicidades
revisten intentos de conexión con las leyes ocultas del sueño, pero de un sueño que
tiene más que ver con la pesadilla de la vigilia, con el delirio de la conciencia y con los
síntomas de la enfermedad que engendran los virus incurables que surgen de la cepa
de la cultura. Por tanto, a pesar de que sus personajes no cesen de dar vueltas en
torno al diván, creo que su mecanismo de actuación, aunque se presente en forma de juego, es más modesto, se sitúa al margen de toda pretensión más allá e interviene
sobre todo en el campo de la memoria y en su ilimitada capacidad para desfigurar los
hechos.

viernes, 19 de julio de 2013

Guayacán/ Virgen Bacon, de Aldo Alcota























En Aldo Alcota (Santiago de Chile, 1976) conviven dos almas gemelas. La del pintor y dibujante, y la del poeta. Son almas distintas, pero no enemigas. Cada una fecunda a la otra. Cada una reta a la otra en un duelo permanente e imaginario.

Los dos poemarios que componen este libro son fruto de esas escaramuzas, lidiadas en dos continentes diferentes. Guayacán es el lado de allá: Chile, América, Coquimbo... Ese es el territorio salvaje, lúdico y asombroso donde Niño Perro (trasunto chileno de Rómulo y Remo, un huérfano amamantado por perras vagabundas) hace discurrir su infancia imposible. Las palabras (que brincan, sin explicaciones, del verso a la prosa poética) son como brochazos que van dibujando en el lienzo un paisaje tan desgarrador como grotesco.

Virgen Bacon es el lado de acá: Europa. Los cuerpos desfigurados, desmembrados y sufrientes de las pinturas de Bacon -imágenes de una humanidad amputada- inspiran ahora una voz y una figura femenina, que oscila en todo momento de lo abyecto a lo sublime, de lo sublime a lo abyecto, como corresponde a su naturaleza múltiple y mutante: perversa, viciosa, borracha, jugadora...,  pero también cándida ama de casa, amantísima madre de unos hijos imaginanios, incansable fregona... Una entrañable figura grotesca, una rosa carnívora crecida entre la inmundicia.

En estos poemarios, ricos de imaginería barroca y ejercicios de escritura automática, Aldo Alcota apela a reinventar la navegación surrealista. 

jueves, 18 de julio de 2013

Suerte, de Bárbara Blasco

















Yo quería hablar en Suerte de un tema trascendental, de cómo afecta a nuestra vida la creencia en el destino, de cómo la idea de que algo está escrito nos invalida para escribirlo, que incluso pretendiendo escapar a ese destino nos encaminamos fatalmente hacia él. Lo que viene a ser la famosa profecía autocumplida, elaborar una definición en principio «falsa» de una situación real, que desencadena un comportamiento que hace que esa situación se vuelva «verdadera».
Yo quería hablar de algo tan metafísico y elevado como es el destino, digo, y sin embargo he acabado hablando de videntes gordas que son sodomizadas.

Quería hablar de la imposibilidad de la literatura para explicar la vida, en la línea de Roland Barthes que decía no puede haber libertad sino fuera del lenguaje, que la vida excede cualquier formato que no sea la propia vida.
Y sin embargo he acabado hablando de un profesor de literatura que escupe citas de forma compulsiva, que quiere sodomizar a una vidente gorda.

Yo quería hablar de esa frontera de alambre de espino que separa la adolescencia de la edad adulta, de ese viaje sin retorno donde el juego empieza a ir en serio, y el dolor es la ficha con la que se apuesta. Quería hablar de lo difícil que es encontrar el propio ritmo, no llegar demasiado pronto, ni llegar demasiado tarde.  
Y sin embargo he acabado hablando de éxtasis mezclado con matarratas, de mamadas a ritmo de tango.  

Yo quería hablar de sexismo en forma de destino impuesto desde arriba, de esa amarga raíz que es la culpa y que crece en el interior femenino.
Y sin embargo he acabado hablando de una madurita que se tira a un joven gigoló.

Yo quería  hablar de la realidad, qué cosa tan extraña es eso de la realidad, de Cioran que decía “Yo sé que todo es irreal pero no sé cómo probarlo”, de que “lo raro es vivir” como decía aquel título de Carmen Martin Gaite, de la perplejidad como el único estado posible. Quería hablar de Proust, de Flaubert, de Rimbaud, de Boris Vian.
Y sin embargo he acabado hablando de esa poesía tangible que crece en los anuncios publicitarios, “en Burguer King, tú eres el king”y “A veces, a la vida se le escapa una sonrisa. Bombones de la Caja Roja de Nestlé”.

Yo quería, en definitiva, escribir la gran novela americana, y me ha salido un vodevil castizo y procaz.

Pero no pasa nada, que no cunda el pánico.
Creo que entre la noble intención de narrar algo elevado y el deseo raso de contar cabe mucha literatura.
Entre la cabeza, donde habitan las grandes obras maestras, y el papel, donde no logra sobrevivir casi ninguna, existen muy diversas formas de vida.

Yo aún no sé bien qué es la literatura, si es arte o entretenimiento, si forma parte del show business o es el pilar básico sobre el que se asienta el saber, si escribir es un acto de fe o es una herejía por jugar a ser dios, a crear tu propio mundo clic de Famobil donde poder violar, traicionar y matar a gusto. Si los que escribimos somos trabajadores del ocio, pertenecemos al gremio de los camareros, artistas circenses y funambulistas o formamos parte de la comunidad intelectual.

Sólo sé que la literatura que me gusta es la que es capaz de aunar estas aparentes contradicciones, la que se nutre de la paradoja, la que es capaz de hablar de lo universal a través de lo particular, la que se cubre con las palabras para desnudarse, la que cuenta la verdad a través de embustes, la que trata de responder a interrogantes abriendo dos puntos.

No sé qué pretendía al escribir Suerte, supongo que responder a algunos interrogantes personales, poder entender algunas cuestiones de la vida, no mostrar aquello que uno ya conoce, sino ponerse de puntillas para intentar atisbar aquello que nos  sobrepasa. No he llegado a ninguna conclusión pero creo he aceptado esas dudas, que las he integrado y he aprendido a convivir con ellas. (¿literatura terapéutica?)

No encontraba título para esta novela, probé 26 títulos antes que Suerte (en general me cuesta titular, es por una malformación congénita que padezco),  hasta que al final se quedó Suerte, por agotamiento, y porque los títulos breves disimulan más.  
Ahora sin embargo me gusta todo lo que sugiere la palabra suerte, en contraposición sobre todo con la palabra destino. Porque la suerte implica precisamente un interrogante, un caminar en la noche, pero con todos los sentidos abiertos, porque supone cierta valentía ante esa incertidumbre.  
Mientras que el destino huele a fatalidad, por más que sea el destino de un héroe, la suerte implica una incógnita, y una ilusión también.

Suerte es la primera novela, no que escribí, pero sí que logré terminar. Ha costado bastante de parir, todo lo que tiene esquinas se pare con dificultad, por lo que he decidido que el próximo libro he decidido que será redondo, en todos los sentidos.
La ilustración es de mi amigo, el gran Burguitos, que creo que ha captado perfectamente el espíritu que vive dentro. Espero que os guste.


Kein Ausweg, de Manuel Turégano






















Kein Ausweg: el poder de la literatura

Como es sabido, poco antes de morir, Kafka dejó una nota escrita para su amigo Max Brod pidiéndole que destruyera su obra. Entre 1948 y 1963 Checoslovaquia cumplió ese último deseo de Kafka: no sólo silenció toda su obra, sino que borró por completo su memoria. Kafka no estaba exactamente prohibido, es que ni siquiera había existido. Nunca había habido ningún Kafka paseando por las calles de Praga. Ni en el más ambicioso de sus sueños de fuga, el escritor checo había llegado a tanto.

Pero si la persona era negada, y el escritor había sido abolido, su espectro vagaba interminablemente por la ciudad. La presencia de su ausencia era cada vez más clamorosa. Su espíritu insomne no dejaba dormir a nadie. Era una pesadilla para quienes habían proclamado su inexistencia. Un sueño esperanzado para quienes querían abandonar aquella cárcel y respirar aunque fuera un poco. Y para el joven Josef, el protagonista de “Kein Ausweg”, era casi el único hilo que le ataba a la vida. Para este cervatillo perdido en lo más oscuro del bosque, y acosado por las hienas, era todo el oxígeno de que disponía.

Escribí todo el tiempo la historia de "Kein Ausweg" pensando en ese extraño poder secreto, misterioso, oculto, que tiene la literatura.
Ese fantasmagórico y grotesco Congreso sobre Kafka que describe el relato -y que fue real- parece una de esas bromas, aterradoras e hilarantes, que Kafka ponía en sus libros. Los debates bizantinos a los que asistimos, para dilucidar si se podía o no publicar sus obras, hubieran provocado su espanto y su carcajada. Qué rutinario, qué esperpéntico, qué monstruoso es siempre el Poder cuando intenta dictar su ley sobre la literatura. Con qué gracia, con que ligereza, con qué genio y astucia, la literatura se burla de esas pretensiones y, a la larga, siempre las vence.

Lo he dicho muchas veces: la literatura tiene un gran poder. Un poder extraño e inexplicable, pero real y efectivo. Aun sin darnos cuenta de ello, configura en gran medida nuestras vidas. Pese a ser hija de la imaginación, nos acerca mucho más a lo real que los periódicos o la televisión. Aunque opera a través de la ficción y “las mentiras”, está mucho más cerca de la verdad que otros discursos supuestamente más acreditados. Por eso sigo creyendo que hoy es más necesaria que nunca.
Muchos de los relatos que componen este libro, aparte de "Kein Ausweg", intentan desbrozar caminos a fin de alcanzar cierta verdad sobre las cosas. O, simplemente, destruir falacias con las que, de uno u otro modo, nos acostumbramos a vivir en la mentira.


(El autor sobre su obra: extraído de la presentación de su libro)