Por Gian P. Codarlupo
Bruno Montané ha sabido sorprender a sus lectores. El autor de El Futuro. Poesía reunida (1979-2016), ha publicado recientemente Efímera (Contrabando, 2022), una novela breve que trata de relatarnos la estancia de Rubén Darío en Chile. Desde el arranque, la novela anuncia lo que viene, puesto que cita tres veces a Darío. El inicio nos recuerda la primera página de Pedro Páramo: "Vine a este país porque me dijeron que vería cosas distintas a las que hasta entonces había vivido y conocido". La prosa de Montané —y no es exagerado este comentario— nos recuerda los mejores destellos de Stendhal, porque Efímera es una novela correctamente escrita y muy digerible, algo que los lectores agradecemos porque no nos hace perder el tiempo.
La novela aborda varios frentes, en primer lugar, todo lo que tuvo que enfrentar un poeta joven en un país extranjero y no nos referimos precisamente a Darío. En la novela nunca se menciona el apellido, pero es deducible. En las primeras páginas el narrador presenta un poco de timidez, pero de a pocos la novela va ganando fuerza. Podríamos tomar las propias palabras del autor para clasificar esta novela como un "puñado de anécdotas entrecruzadas". A medida que la novela avanza, la sensación de desarraigo por parte de Félix, el personaje principal, se va incrementando. A su vez, Félix no es solamente la representación de Rubén Darío, sino también la de cualquier joven poeta que tiene que atravesar una serie de dificultades económicas, existenciales y de clase, ya sea en Chile, España o México. Es interesante descubrir la narrativa de un poeta como Montané, quien con esta publicación ha sabido darle un giro y una frescura a su escritura.
Otro de los elementos esenciales en la
novela es el tema de la migración y Félix se da cuenta de la
condición a la que ha quedado reducido: "Con el tiempo me di
cuenta de que para esas familias yo era un curioso adorno, un indio
centroamericano, un poeta ilustrado (aunque esa gente qué sabía de
poesía), el ser exótico e íntegro que no estaban dispuestos a
encontrar ni a reconocer en su propia tierra —me refiero a las
familias criollas, los lugareños inconfesados, y no a la familia
inmigrante, que me acogió con una humildad y humanidad que incluso
hoy a veces echo de menos—". Hay también un poco de
distancia por parte de Félix, en el sentido de que el personaje sabe
que es poeta, un buen poeta además, es consciente de las típicas
vanidades en las cuales suelen caer los poetas sin experiencia. En
el capítulo 10 se ve abordado por la lección de aparentemente
alguien que no es poeta: "Un día el capitán me dijo que
también escribía versos. Lo dijo así, versos, Félix,
escribo versos, y no me dijo poesía, como,
quizá con cierto desatino, estamos acostumbrados a declarar quienes
nos creemos amparados por las benevolentes musas". Varios
personajes reales aparecen con nombres friccionados como es el caso
de Tello, quien vendría a ser el poeta Pedro Balmaceda Toro. El
autor hace esto también con algunos lugares de Valparaíso. Bruno Montané
En suma, esta novela es la representación del viaje iniciático que emprenden aquellos poetas jóvenes que piensan que no van a claudicar. Es difícil que muchos de ellos se mantengan a lo largo del camino: "Yo mismo no era muy consciente de mi propio destierro, mi viaje no tenía nada que ver con conocer países —a pesar de recordar la vieja frase de mi tío—. Mi viaje era la de un muchacho asustado, no por eso menos exento de curiosidad, el primer periplo de un joven que aún no sabía que siempre viviría al borde del eterno, manoseado y vapuleado abismo". Hay también en la novela una fuerte crítica a la iglesia y a la burguesía, quienes siempre están aliados en la defensa de sus intereses. La propuesta de Montané es el viaje, más precisamente el lenguaje como viaje, su transformación a través del recorrido vital de un joven poeta latinoamericano.
Esta es una invitación a sumergirse en sus páginas, a que el lector descubra por sí mismo hacia dónde lo puede transportar el lenguaje.