Reseña de Manuel Arranz sobre "Conversaciones con Mario Levrero" de Pablo Silva Olazábal, publicada en la Revista Turia nº 127 (junio 2018)
Conversaciones con
Mario Levrero es un libro pensado y repensado a fondo sobre
uno de los escritores uruguayos más interesantes y originales del siglo pasado,
más desconocidos quizá también: Mario Levrero (Montevideo 1940-2004), “el último
de los raros” de la narrativa uruguaya y uno de los grandes sin duda.
Las conversaciones, en realidad, una entrevista
camuflada a través del correo electrónico, se iniciaron en el año 2000 y se
prolongaron hasta 2004, año en el que muere Levrero. La entrevista, en contra
de lo que pudiera parecer a simple vista, no es un género fácil, requiere
disposición, respeto, escucha y sobre todo evitar caer en las tentaciones del
“yo” que son muchas y variadas, especialmente en los escritores. Pero tanto Pablo
Silva Olazábal como Mario Levrero saben que este juego solo merece la pena si
no se hace trampa. Dicho de otro modo, si se juega con las cartas boca arriba.
De todo el material reunido en aquellos años, Pablo Silva fue seleccionando
todo lo que consideraba relevante, es decir, “todo aquello que aportara a la
expresión del pensamiento y las concepciones estéticas de Levrero”,
reduciéndolo a una tercera parte y organizándolo en torno a algunos de los
temas y obsesiones recurrentes del escritor, quien, aguijoneado por Pablo
Silva, nos habla también de sus propios textos, de su proceso de creación, de
lo que previó y no previó en ellos, entendió y no entendió, o de la crítica,
sobre la que no tiene muy buena opinión: “Para mi gusto, la crítica es una
actividad innecesaria, improductiva, muchas veces destructiva”, a pesar de
haberla practicado también él, muchas veces de forma inmisericorde, con los
demás. Y habla también de los problemas diarios a los que se enfrenta un
escritor, sobre su experiencia, sus descubrimientos, la importancia y el peso
relativo de todo lo que hace finalmente un buen libro, un buen relato, una
buena novela. Resumiendo: todo tiene que tener una razón de ser, un motivo,
todo debe ser verosímil, todo lo prescindible sobra. Y esta es la fase, en el
proceso de creación, más difícil, desbrozar, podar sin piedad ni
contemplaciones, tirar a la basura. Si una frase no funciona o incluso un
capítulo entero mejor deshacerse de ellos. “Lo principal es escribir con la
mayor libertad posible”, contesta Levrero cuando le preguntan por las técnicas,
e insiste en la capital importancia de las imágenes en la literatura. El
argumento, las descripciones, los personajes, los diálogos, todo eso es sin
duda importante, pero las imágenes y el estilo son vitales, porque “se escribe
a partir de vivencias, que solo pueden traducirse mediante imágenes”.
Levrero, en un principio para sobrevivir, pero
luego parece que por gusto, dirigió algunos talleres de Literatura, tanto
virtuales como presenciales, en los que compartía sus descubrimientos y
experiencias con sus alumnos. El taller literario, conviene saberlo, presupone
una determinada concepción de la literatura. Algo tan elemental y obvio como
que se puede enseñar a escribir y, en consecuencia, aprender que hay técnicas,
trucos, consejos, recursos, que facilitan el aprendizaje, y que si uno se lo
propone y tiene suerte puede llegar a ser un día escritor. Sin duda. Pero esta
concepción de la literatura como ejercicio de la voluntad poco tiene que ver
con la Literatura con mayúscula, como la entendía y practicaba Levrero: “Los
textos surgen desde un impulso oscuro, no racional, probablemente a través de
movimientos anímicos y emocionales, y poder traducir eso a imágenes y las
imágenes a palabras sí es una capacidad que se adquiere”. Que no hay reglas
para escribir es otra de las conclusiones a las que llegan aquellos que meditan
mucho en las reglas.
Revista Turia nº 127 |
Un libro, por tanto, sobre el arte y el oficio
de escribir, sobre libros propios y ajenos (también sobre algunos de Pablo
Silva), sobre cine y lenguaje cinematográfico, sobre las cosas que le gustan,
que son cada vez menos, y las que le disgustan, que son cada vez más. Sobre
algunos mitos literarios. No es necesario escribir todos los días (aunque él
seguramente lo hacía): “Hay que escribir cuando se tiene necesidad”, les dice a
sus alumnos. Afirmación que contraviene uno de los lugares comunes más
arraigados del mito del escritor. En El discurso vacío, una de sus
obras, junto a la monumental y póstuma La novela luminosa, especie de
testamento, o “desvaríos de una mente senil”, como avisa al lector, y el Diario
de un canalla, seguramente más logradas e inquietantes, Levrero escribe:
“Mis narraciones son en su mayoría trozos de la memoria del alma, y no
invenciones”. Pero también escribió a Pablo Silva: “Escribe lo que ves, y no lo
que piensas”. Lo que seguramente es un buen consejo para principiantes (los
mejores escritores han sido hasta el final principiantes). Pero si no escribes
lo que piensas, es que no piensas lo que escribes, o que escribes sin pensar.
Algo así como lo que él se propuso hacer (y luego hizo todo lo contrario) en El
discurso vacío.
Estas Conversaciones con Mario Levrero,
nos cuenta Pablo Silva, han ido creciendo con cada nueva edición. A la uruguaya
le sucedió la chilena, y a esta la argentina, hasta llegar a la española, que
tiene visos de definitiva. Pablo Silva ha ido añadiendo “materiales”
sustanciales a cada una de ellas (un estupendo epílogo de Ignacio Echevarría,
“Levrero y los pájaros”, algunos anexos, entre ellos un par de entrevistas,
inéditas durante mucho tiempo, donde Levrero explica su original concepción del
taller literario, a la que llegó después de un largo proceso de depuración, y
algunas “rarezas” más). El resultado es un estupendo libro, ameno y honesto a
la vez (ni Pablo Silva, al que hay que agradecer entre otras muchas cosas, que
no siga un guión preestablecido, ni el propio Mario Levrero ocultan sus
desacuerdos, sus controvertidas opiniones, sus fobias), que agradecerán tanto
los lectores de Levrero, un autor hace tiempo indiscutible en las letras
hispanoamericanas, como aquellos que no lo conocen todavía.
MANUEL ARRANZ
Pablo
Silva Olazábal. Conversaciones con Mario Levrero, epílogo de Ignacio
Echevarría, Valencia, Ediciones Contrabando, 2017.