lunes, 8 de julio de 2024

DESDE UNA SALA QUIRÚRGICA DE BAILE CON UN ESPEJO GRANDE

 

Reseña del poemario CAMALEÓN (Ediciones Contrabando, 2023) 
de Mónica Alía, escrita por Eva Chinchilla y publicada en la revista de poesía Nayagua nº 37 (mayo 2024). 


   En este poemario no aparece el pronombre «yo»; así que no existe ambigüedad entre un sujeto lírico ficticio que enuncie y que pueda ser confundido con el no ficticio de la autora. Palabra poética alejada pues de algún modo de ciertas cuestiones referidas a la convención de ficcionalidad; pero no me queda tan claro si tan alejada de las de identidad. Difícil no verse mediada por aquella carta del poeta John Keats a Richard Woodhouse en 1818, donde aparece su conocida mención del poeta camaleón («camilion poet»): «Un poeta es la menos poética de las cosas existentes: porque no tiene Identidad […] es constantemente forma y materia de otro cuerpo»; algo que le permite deleitarse –sigue Keats– en «lo horrible y lo hermoso, noble o vil, rico o pobre, mezquino o elevado… Lo que choca al virtuoso filósofo, encanta al poeta camaleón». Si bien Mónica Alía no lo cita ni menciona expresamente, dejo a juicio de cada lectura y lector/a si resulta pertinente dejar de hacerlo aquí.
   
El camaleón inicia oraciones y acciones, versos yuxtapuestos, ¿encarna? Al fin y al cabo Alía, como la tradición del mito del nacimiento de Afrodita, al camaleón lo está generando; a la par que como objeto de nuestra lectura, como sujeto que hace, acciona, ¿actúa? La sobreabundancia de verbos no acerca el poemario necesariamente a lo narrativo, o tanto como lo acerca a la danza, en el sentido de lo accionado corporalmente. Y como menciona Ignacio Pablo Rico en su doble «b» de breve y brillante epílogo, a un «espacio abstracto profílmico».

   Algunos poemas de Camaleón se centran en la extirpación. Corte, tajo, como recalca el poema «Libra de carne». Y aún así no hay hemorragia verbal, todo parece contenido; sí mucho trabajo de forma, cual si la sala quirúrgica contuviera eso que no falta en una de ensayo o danza, un enorme espejo. A menudo así funciona la doble página, y de algún modo como una balanza, título de un destacable poema central.

   Podríamos calificar su poesía de verbórea, no se desliga de lo corpóreo, nos lo va mostrando y también algo vérbica, que rima con impúdica; roza lo artaudiano, pero también parece nutrirse de lo aportado por lecturas del feminismo; y es que en la necesidad de abordar, nombrar y dar cuerpo y espacio a nuestra rabia, hay unan línea de contenido –no formal– por la que me parece pertinente hacer genealogía –y genialogía con el comienzo de «La fenomenología de la ira» de Adrienne Rich, en la traducción de Patricia Gonzalo de Jesús para Sexto Piso:

     La libertad de la loca de remate / para embadurnar y jugar con su locura, /                escribir con sus dedos untados en ella / por toda la habitación / lo cual no es, por supuesto, la libertad  /  que tienes, caminando por Broadway, / para parar y volverte o continuar / 10 bloques; 20 bloques  pero parece envidiable quizás / para la que corre peligro acurrucada en la placenta de lo real /  que debía alimentarla y que la está estrangulando

   La estructura del libro se va volviendo más orgánica y matérica de lo previsto; lo refuerza alguna apuesta que es preferible no desvelar, dentro de esta cuidada edición, así como un original y pertinente «Índice» final, que como un móvil de tres hilos parece querer dar pistas o cuenta, a posteriori, de una pensada y dinámica estructura.

   En uno de los movimientos que la sostienen y más me han interesado, el camaleón, personificado y corporeizado por lo que unx imagina desde lo que de él se dice, va cobrando relieve hasta que el libro, seccionado y diseccionado, lo devuelve a un plano de dos dimensiones.
   
Mónica Alía
   Es entonces cuando Afrodita se vuelve, de diosa creada de la espuma en el mar, a creadora. También recupera su espacio textual Casandra: tal vez en poesía no sea tan relevante si sus vaticinios son creídos o no: ¿o estaremos también ante un género que podría llegar a morir por ello? Si el mito, traído al principio del poemario, hace nacer a Afrodita de los testículos de Urano, castrado por su hijo Cronos, Mónica Alía parece devolver a la vida a Casandra; como si hubiera renacido de la propia Afrodita desde una lengua endiosada, que se permite la insidia y el asedio, que no teme mostrar furia o alejarse de la belleza y lo grato; que parece partir de lo narrativo del mito para aproximarlo al dinamismo y ciertas contorsiones de las artes escénicas y turbaciones de las performativas. Desde las vísceras también se vaticina; «Afrodita hoz», versa Alía.

   En Camaleón, su primer libro en solitario, el cambio no solo participa del camuflaje o la adaptación al medio: supone generación, hacer nacer lo nuevo; la espuma marina estaba mezclada con barro y sangre, parece decirnos Alía, y la gestación de nuevos mitos ya no puede olvidar eso en nuestra contemporaneidad, menos aún en poesía. ¿Desde una nueva inseminación lingüística? O desde un poemario in vitro.

EVA CHINCHILLA