martes, 7 de octubre de 2014

EL RELATO CORTO EN EL CATÁLOGO DE CONTRABANDO

Intervención de Manuel Turégano, el 19 de septiembre de 2014, en L´Eliana, Valencia, con motivo de la presentación de dos libros de relatos: “Maldita seas tristeza” de Carlos Michel Fuentes y “Trama de grises” de Jerónimo G. Tomás





Me gustaría iniciar esta presentación haciendo un pequeño homenaje a Jaume Vallcorbá, el editor fallecido recientemente y a quien debemos la creación de dos espléndidos sellos editoriales, uno en catalán, Quaderns crema, y otro en castellano, El Acantilado, que han sido y son toda una referencia y un ejemplo de buen hacer editorial en nuestro país. En una conferencia en la Universidad Pompeu Fabra, Vallcorbá señalaba que en un mundo como el actual en el que, merced sobre todo a la aparición de Internet, cada día se producen, se cuelgan y se difunden un número prácticamente indeterminado de textos; en un contexto, decía, en el que tal infinitud recuerda más que a ninguna otra cosa a la infinitud y a la esterilidad de un desierto, la tarea del editor es "rescatar y dar un marco" a los textos que realmente valen la pena.

"El marco -dice Vallcorbá- es una parte sustancial del paisaje. Tan sustancial que se diría que sin él no hay paisaje. El marco da forma a lo que antes de verse arropado por él, era algo inasible por inmenso. El marco dirige nuestra mirada hacia su interior: subraya, acentúa, estructura. Elimina todo lo superfluo y profundiza en lo esencial, dándole relieve".

En Ediciones Contrabando, aun de una forma tal vez intuitiva, pienso que estamos tratando -desde hace ya más de año y medio- de fijar los límites y la estructura de ese marco destinado a perfilar el paisaje literario que marcará nuestro sello editorial. Algunos de los límites de ese marco los fijamos nada más empezar: como el propósito de ser una editorial dedicada a publicar ante todo a escritores de España e Hispanoamérica, autores noveles y emergentes, autores que arriesguen y tengan un perfil propio, sin desdeñar por otra parte textos de autores más conocidos que estén dispuestos a respaldar nuestra singular aventura editorial.
Junto a este ingrediente más estructural, hay otro rasgo que ayuda a perfilar y definir ese marco propio de Ediciones Contrabando; y es su apuesta por una estructura narrativa que, hasta ahora, ha tenido muy escaso eco en nuestro mundo editorial, pero que cada vez se consolida más en el mercado: me refiero a la narrativa corta, a los libros de relatos.
El nuestro no ha sido hasta ahora un país que apueste claramente por este molde narrativo. A diferencia de Hispanoamérica, donde los libros de Borges o Cortázar -por citar a los clásicos- han competido siempre en condiciones de igualdad con los libros de poesía o con las novelas, en España no ha sido así. Y aún no lo es. Y eso que aquí bien podríamos presumir de tener un precursor de talla, si considerásemos las Novelas Ejemplares de Cervantes como un anticipo, un preámbulo del relato breve contemporáneo. En todo caso, tampoco es de extrañar ese "olvido". También Cervantes creó la novela moderna, con El Quijote, y hasta Benito Pérez Galdós -tres siglos después- España no tuvo un novelista de fuste.
El relato breve moderno deriva de muchos precedentes y antepasados, pero a la vez es un hijo casi exclusivo de la revolución orquestada por Antón Chejov a finales del siglo XIX. Chejov, que comenzó a escribir para los periódicos, carecía del tiempo necesario para adornar sus historias con detalles superfluos y descripciones prolijas, de modo que hizo de la necesidad virtud, limpió el relato de todo lo innecesario y elevó la concisión, la brevedad, la economía de medios y el rigor expresivo a la categoría de principios básicos que habían de regir de forma implacable el régimen interno de este nuevo tipo de estructura narrativa. Frases como "la concisión es hermana del talento", "el arte de escribir es el arte de condensar" o "escribir con talento es escribir concisamente" salpican su correspondencia de los años 1883-85, precisamente cuando alcanza sus mejores cotas en este arte narrativo. Casi toda la narrativa corta posterior está en deuda con él, porque aun aquellos que están más alejados de su espíritu realista o moral, y tomaron otros caminos, como el relato simbólico o fantástico, autores determinantes del género como puedan ser Kafka o Borges, tampoco ellos han dejado de tener en cuenta esas reglas básicas de estructura y estilo por las que abogó Chejov. En cierto modo, y en nombre de todos ellos, Raymond Carver -otro monstruo del relato corto contemporáneo- escribió un conmovedor homenaje al maestro, narrando sus últimos días en el relato "Tras flores amarillas".
El relato corto es un género absolutamente autosuficiente. El relato corto no es una novela abreviada, o la sinopsis de una novela, o el bosquejo de una novela aún por escribir. Es algo totalmente distinto. En primer lugar es un texto literario, que tanto en su vertiente estética como en la semántica, es autosuficiente. Agota su sentido en sí mismo. No necesita ni, en cierto modo, permite, ulteriores ampliaciones o desarrollos. Yo diría que el cuento es como el brocal de un pozo. Una construcción muy reducida, pero a través de la cual se accede a todo un mundo misterioso de profundidad desconocida.
El relato corto, además -a diferencia de una novela, que leemos solo una, dos o tres veces en toda la vida- es un género que nos invita a la reiteración, a la relectura, a volver a él una y otra vez. Hay cuentos de Kafka, de Chejov, de Borges que, sin exagerar, habré leído quince o veinte veces. Y la sensación es siempre la misma: si es un gran cuento, si es un buen cuento, siempre sale agua nueva y fresca del pozo; cada vez que bajamos el cubo, sube lleno otra vez. La riqueza nunca se acaba. El verdadero cuento es aquel que no deja que se seque nunca su manantial. Aquel que, entre sus apretadas líneas, nos descubre siempre vetas ignoradas, pequeños tesoros ocultos, fuentes nuevas de significación.
El relato corto es un verdadero trabajo de orfebrería. Y siempre cabe exigirle una perfección formal mayor que a la novela, que con su enorme plasticidad -la novela es como la vida humana, algo de una plasticidad casi infinita- puede permitirse todos los desmanes imaginables. Ante el cuento, en cambio, el autor es, a mi juicio, menos libre, pues es una estructura más exigente, más disciplinada, más pura, más delicada. Y es que el cuento perfecto es aquel al que no le sobra ni la falta una palabra, y cada una de ellas está colocada con precisión en su sitio.
En Ediciones Contrabando, ya lo he dicho, hemos apostado de una manera decidida por esta forma narrativa y literaria. Y una buena prueba de ello la tenemos hoy aquí, con nosotros, a través de dos muestras muy dispares, dos libros que con estilos muy distintos, casi contrapuestos, persiguen a mi modo de ver un mismo fin: ampliar las fronteras de este género, darle nuevas dimensiones, trazar nuevos caminos... y avanzar en la definición de cada uno de sus proyectos literarios.

Jerónimo García Tomás -nacido en Valencia en 1977- es técnico superior en imagen y sonido y licenciado en filología inglesa. Ha vivido alguna parte de su vida en Italia, lo que le ha dejado alguna que otra huella. Rinde una admiración especial a la literatura norteamericana de entreguerras (Hemingway, Dos Passos, Scott Fitzgeralt...) y, sobre todo, a los clásicos de la literatura negra: Dashiel Hammet y Raymond Chandler. Su espíritu creativo está dividido, a partes iguales, entre el cine y la literatura, dos pasiones equiparables. En la actualidad es colaborador de la Cartelera Turia

Trama de grises, el libro que nos va a presentar hoy, está integrado por 9 relatos, que corresponden a distintas etapas de su formación como escritor y evidencian las poderosas o sutiles influencias que sobre su escritura han ejercido algunos de sus escritores favoritos, al tiempo que nos van dando pistas, cada vez más claras, cada vez más convincentes, de la creación de un mundo narrativo propio y de un estilo completamente singular.
Con una técnica objetivista muy depurada, recurriendo a diálogos muy bien construidos e hilvanados, utilizando personajes que bordean casi siempre los márgenes imprecisos de la sociedad, moviéndose por paisajes degradados, los relatos de Trama de grises acaban por sumergirnos siempre en una cotidianidad inquietante, turbia, llena de grietas, de espejos rotos, en los que, bajo la luz desvaída del crepúsculo, vemos como se dilucidan sutiles juegos de fuerzas.

Carlos Michel Fuentes nació en La Habana en 1968. Unas tempranas cataratas lo alejaron del béisbol, su verdadera pasión. Hijo único, creció entre mujeres y escaseces en un apartamento muy céntrico del Vedado. Abandona Cuba a principios de los años 90 tras un largo periodo de desilusión y desconsuelo. Graduado en Bellas artes. Devenido pintor escenográfico, trabaja para el cine, el teatro y la televisión en los EEUU. Diseñador gráfico. Ilustrador. Escritor compulsivo. Actualmente vive en España, donde participa en exposiciones individuales y colectivas de su obra gráfica.

Maldita seas tristeza es a la vez un guiño y una parodia de aquel Bounjour, tristesse, de François Sagan, que el autor leyó en su juventud habanera. Aquí no hay nada de aquella vida fácil, coches rápidos, residencias lujosas o personajes indolentes tostándose al sol, ni esa mezcla tan francesa de cinismo, sensualidad e indiferencia que definen a la burguesía ociosa que retrata Sagan.
En los 18 relatos o episodios que componen Maldita seas tristeza -unos breves, otros no tanto; unos habaneros, otros de acá; algunos de un hermetismo exasperante, otros de una luminosa transparencia- lo que el lector va a acabar descubriendo es la magia de un lenguaje que se encaja como un guante en la realidad que describe, que se desliza como una serpiente en busca siempre de fragmentos de una memoria que mantiene viva esa relación primigenia –y tantas veces olvidada- entre los hechos, las cosas y las palabras.
En cada episodio de este libro, en cada relato, descubrimos una mirada lúcida, despiadada en ocasiones, y un lenguaje apasionado que se apropia de la realidad a borbotones. Todo el libro respira autenticidad, ausencia total de impostura. Y eso, hoy en día, es muy difícil de encontrar.

Y paso ya a dejarles la palabra a ellos, no sin antes enviaros a todos un saludo de Contrabando. 


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