martes, 27 de mayo de 2014

PRÓLOGO DE RAÚL ZURITA


Sobre Mudanza de Alejandro Zambra









“Yo he tenido 20 años y no permito que nadie
venga a decirme que es la edad más hermosa”

                                                                                                                             Paul Nizan: Aden Arabie



Leí por primera vez Mudanzacon asombro y admiración; su trama, su inolvidable comienzo, su estructura, su musicalidad, su dolorosa contención, hacían de él uno de los poemas más sobresalientes de la ya notable poesía que los nuevos poetas habían comenzado a publicar hacia fines de los noventa, renovando el decepcionante panorama de la literatura chilena posterior a la dictadura. Sin embargo, ahora al volver a leerlo su impacto es aún mayor: no sólo se trata de un poema en el que ya están contenidos los ejes centrales de la obra de Alejandro Zambra, sino que nos muestra como muy pocos autores pueden hacerlo, que sean cuales sean sus nudos: la separación en este libro, la muerte en Bonsái, la ausencia en La vida privada de los árboles, la infancia en Formas de volver a casa o los jóvenes lúcidos y despojados de Mis documentos, escribir es siempre una mudanza, un cambio de piel que nos prepara a nosotros, los hipócritas lectores, para los ritos a menudo sangrantes de una despedida.
Es lo que me hizo recordar la frase de Paul Nizan, citada al comienzo. Repaso cada una de las líneas de este libro. Sus dos personajes no tienen nombres como si quisieran así ser preservados de una destrucción inminente, y me doy cuenta que es el mismo poema y que simultáneamente no lo es. A diferencia de la atemporalidad de la infancia(y posiblemente de los sueños), toda juventud es un ensayo de sobrevivencia y tanto la frase de Aden Arabie, una feroz denuncia de un joven al colonialismo francés,como la juventud de los personajes que cruzan la obra de Zambra, jóvenes que a los veinte años emergían de una dictadura, comparten un punto central que sólo se hace visible cuando ya la inminencia de la muerte se le revela al lector con la certeza de un hecho personal e irremediable.
Comprendemos entonces, once años después, que este poema no sólo marca el inicio de una de las narrativas más deslumbrantes de la nueva literatura hispanoamericana, para mí la más crucial y herida, sino que es la respuesta que un poeta joven le hace a la sentencia de Nizan: no es fácil tener veinte años, pero no lo es porque menos fácil aún es haberlos tenido. Me ha parecido que esa es una de las constataciones centrales de este enorme pequeño libro. Al menos lo es para mí. Y la muerte lo sabe.
Los lectores de esta nueva edición de Mudanza leerán así un poema con la conciencia de que su desenlace no está en él sino en su deriva y que por lo mismo posee un hondor distinto, una perspectiva de la que antes carecía. Como en Bonsái, en Mudanza hay un él y un ella. La voz que habla, él, es conminado a irse: “Me dijeron que avisara treinta días antes”. En Mudanza él o la voz que habla dice que ella duerme al lado de él y que no lo sabe porque duerme. En Bonsai él dice que al final ella muere y que el resto es literatura. La muerte es la gran crítica literaria. Ella poda y deja sólo los hechos cruciales. La escritura de Zambra está podada por la muerte, sólo queda lo esencial.
El resto son palabras. Dolorosa, perfecta, a menudo magistral, la obra de Alejandro Zambra se construye al otro lado de la literatura. Como si hubiese sido escrito un segundo antes de su fin, esta reedición de Mudanza conmueve porque el hombre que allí habla aún no sabe que la escritura es la forma que ha tomado para él lo irremediable.

                                                                                                                                    
Raúl Zurita

Mayo, 2014.




Raúl Zurita

Alejandro Zambra


PUBLICADO EN BOSTEZO DIGITAL

Literatura, fracaso y edición



Manuel Turégano/Aldo Alcota


Imagen de portada de La conjura de los necios (John Kennedy Toole) en la edición de Anagrama

Literatura y fracaso son dos términos que se atraen. Los ejemplos abundan. Tuvo que pasar mucho tiempo, de un siglo a otro, para que los Cantos de Maldororpudieran ser devorados por los ojos de muchos lectores. Su autor Isidore Ducasse, más conocido como el Conde de Lautréamont, fue un misterioso personaje que escribió entre el trance y la imaginación desbordante. La edición de su Primer Cantopasó inadvertida para la crítica de la época. Era 1868, dos años antes de que muriera Lautréamont a la edad de 24 años. Solo a comienzos del siglo XX, sus obras comenzaron a conocerse masivamente y figuras como Gómez de la Serna, André Breton y André Gide impulsaron su difusión, aunque en 1896 Rubén Darío ya le citaba en su libro Los Raros. El autor, nacido en Montevideo y muerto en París, recurrió a la ayuda económica de su padre para pagar la edición de sus textos, jamás reseñados en la prensa. En 1890 se vuelven a reeditar los Cantos, pero seguía siendo considerado un texto ‘prohibido’. El futuro daría un vuelco para reivindicar su nombre y la importancia de su escritura, convirtiéndose en el maestro de movimientos como el surrealismo. Pero el fracaso estuvo allí, rondando en el apartamento parisino del señor Conde y solo le consolaba su encuentro con la pluma y una hoja blanca sobre su escritorio, hallando consuelo en sus demonios nocturnos. Ni lectores ni editores de aquella época estaban preparados para la gran marea de su desvarío poético.
Otro autor que no vio en vida el éxito y tampoco la materialización de su obra fue John Kennedy Toole. Sus misivas con el editor Robert Gottlieb muestran una situación de desesperación, en la que Toole corrige y corrige sin conseguir llegar a convencer a aquel. Aunque Gottlieb estaba interesado en La conjura de los necios, no paraba de imponer nuevas condiciones, y la búsqueda del acuerdo entre las dos partes derivó en una historia absurda de intransigencia con un mustio colofón: la no publicación. «Pienso que, en varios sentidos, usted ha hecho un excelente trabajo: pulió la trama de la obra, dio sentido a eventos que antes no lo tenían, profundizando en algunos personajes, eliminó otros. El libro está mucho mejor, pero todavía no está bien del todo», le explicaba Gottlieb al escritor norteamericano. Toole perdió el ánimo y acabó suicidándose. Pero su madre haría todo lo posible por ver la creación de su hijo en algún escaparate de librería y lo logró al encontrar editor en 1980. La conjura de los necios ganaría el premio Pulitzer.   
Muy recordado en nuestros días, en los que se cumple su centenario, es el caso de Marcel Proust y Por el camino de Swann, primer tomo que iniciaba la mítica En busca del tiempo perdido. Proust presentó su obra a Gallimard, pero André Gide la rechazó. A Proust no le quedó otra alternativa que pagar de su propio bolsillo la impresión del libro. La obra vio la luz el 14 de noviembre de 1913. Seis años después Gide confesó su error y se disculpó: a punto había estado de impedir la difusión de una obra maestra.
El fracaso merodea siempre al escritor. Editores, críticos y lectores muchas veces le cierran la puerta al talento. Hace falta una actitud muy abierta y un oído muy fino para captar una nueva voz. No es infrecuente que las editoriales estén cegadas por puro interés comercial. Hoy en día, prestigiosos grupos editoriales buscan denodadamente el best-seller de la temporada... un libro que el año que viene nadie recordará... pero que hoy ocupa los anaqueles de las librerías y cierra el paso a otros títulos.
Ediciones Contrabando es una joven editorial nacida en Valencia a comienzos de 2013. Publica autores nuevos, desconocidos, ocultos o emergentes, de España e Hispanoamérica. Voces con calidad y energía que aspiran a mantener viva la llama de la creación. Amamos el riesgo y la buena literatura. Apostamos por los nuevos talentos. Nuestras puertas están abiertas a las propuestas más innovadoras. Buscamos editar la literatura viva del siglo XXI. ¿Fracasaremos?   

http://bostezodigital.blogspot.com.es/2014/05/literatura-fracaso-y-edicion.html?spref=fb


viernes, 16 de mayo de 2014

LANUDO BARON ESCRIBE SOBRE ALCOTA


Aldo Alcota en su exposición "La comida del Orate".

ESCRITO UN JUEVES POR LA TARDE…

Entusiasmo es lo que siento cuando me piden escribir sobre Aldo Alcota, poeta y artista visual nacido en Santiago de Chile. Y escribo con entusiasmo y me entusiasman las obras que tengo ahora delante de mí, platos que piden ser devorados con la imaginación. Me aburren las pinturas realistas sin poesía (Good bye Sorolla). Me aburren los paisajes sosos y las naturaleza muertas donde se pudren las moscas. Sólo me asombra la aparición de monstruos y otras especies salidas de la música del dios Pan. Y Alcota es un creador de seres alucinantes. Yes. Oui. La imaginación lo es todo. Vuelvo a repetir la palabra imaginación. Yo me repito el plato. Me repito el entusiasmo. Me repito la imaginación. Y volvería a escribir lo mismo cientos de veces. Alcota es el gran heredero de Picabia en Valencia. Habrá otros en las costas del Levante, me dirán. De acuerdo. Dónde están, quiero conocerles. Pero hasta el momento solo Alcota se me ha aparecido en mi camino marítimo. Navego mucho por los mares. La obra de este distinguido señor es un cruce del Pacífico y el Mediterráneo. Empanadas de carne, perritos calientes y tortilla de patatas. A comer. Tengo hambre y este texto termina aquí. Aztecas y piratas ingleses bailan un tango. No lo olviden, Alcota es una de las figuras más importantes del Surrealismo chileno. En su ruta parisina conoció a Jean Benoît, Jorge Camacho, Édouard Jaguer…  En Barcelona se relaciona con Beneyto, Evru, Bruno Montané y Arnau Puig. Enrico Baj le escribió, en 2002, un texto para su primera muestra individual llamada Jarry Monster. Alcota ama a Jarry. Ama el espíritu de Ubu Roi y Faustroll, ama el Pánico de Arrabal /Topor/ Jodorowsky… Es patafísico. Es poeta que pinta sobre lienzos invisibles. Es uno de los editores de Canibaal. Es uno de los creadores del Simultaneísmo. Adora la poesía visual. Hace performance. Quiere realizar poesía sonora. Le gusta la ciencia ficción. Fue uno de los animadores del grupo Derrame en la capital del smog, Santiago du Chili. Bajo su manga: revistas, libros, dibujos, cuadros, manifiestos… Un mago. ¿Dónde estamos? Dentro de un vaso escondido en la luna. Un vaso de agua, por favor. Water. Alcota me hace recordar el delirio de un Huidobro, Michaux, Cravan, Bacon, Ginsberg o Buñuel. ¿Se merece Valencia una figura como Alcota? Me voy a beber un trago, antes que salga mi avión rumbo a Marsella. HAHA. A domar tigres borgianos.

Raymond Lanudo Baron, teórico marsellés.