lunes, 29 de septiembre de 2014

EL MUNDO DE ONETTI


Con motivo de la muerte de Juan Carlos Onetti hace 20 años en Madrid y de la inauguración de la exposición sobre su vida en Casa América: "Reencuentro con Onetti, 20 años después", hemos querido volver a publicar este interesante artículo sobre su obra.           


Manuel Turégano  (Publicado en De Verdad digital en 2009, centenario del escritor)

La celebración del centenario de Onetti sería un buen momento para que las letras hispanas "pagaran" la enorme deuda que tienen con el escritor uruguayo, nacido en Montevideo en 1909, residente durante quince años (los más fructíferos de su vida literaria) en Buenos Aires y "exiliado" en España desde 1974 hasta su muerte, en 1994. La "deuda" con Onetti es larga y onerosa, porque no en vano con él nace la novela moderna en Hispanoamérica, un género del que luego serán hijos desde García Márquez y Vargas Llosa hasta los narradores más actuales. Pero, ¿cómo llevó a cabo esa génesis? ¿Qué mutación literaria es la que llevó a cabo Onetti?
Onetti rompió, de partida, el perfil clásico del escritor hispano. No era universitario (ni siquiera terminó el bachillerato), ni diplomático, ni tenía relación alguna con las élites. Por el contrario, trabajó desde los catorce años en infinidad de oficios y cuando escribió la primera versión de su primera novela –“El pozo”– trabajaba en Buenos Aires en el sótano de una empresa que fabricaba silos para las cooperativas agrarias.

Rompió también el núcleo de referencias literarias y temáticas de la narrativa de su tiempo. Abominaba del localismo, que ahogaba con su costumbrismo las ficciones de la época, y abrió la literatura hispana a ámbitos y perspectivas nuevas. Antes que Rulfo y que García Márquez, Onetti incorporó los logros narrativos de Faulkner, que acabarían cambiando toda la literatura hispana. Su Santa María precedió a Comala o a Macondo.

Onetti introdujo la modernidad en la novela hispana. Los relatos dejan de estar protagonizados por élites decimonónicas o gauchos pamperos, para dar entrada a personajes urbanos, hombres solitarios y fracasados que vivían sus frustraciones en oficinas y burdeles y buscaban en la ficción una vía de escape a los sinsabores de una existencia acorralada.

Los héroes onettianos son ya necesariamente “antihéroes”, hombres y mujeres que han sido derrotados, reducidos por la realidad a una pasividad alienante y cuyas únicas iniciativas –dice Vargas Llosa– “suelen ser la huida hacia lo imaginario, por medio de la fantasía, el sexo y el alcohol”. A diferencia de Faulkner, donde aún cabe la acción, el empeño épico e incluso la hazaña individual –como es el caso de Lena, la embarazada que recorre a pie medio Misisipi en busca del padre de su hijo, en “Luz de agosto”–, aunque al final el “destino” acabe frustrando sus esfuerzos, en el mundo de Onetti ya no hay más salvación que “la huida a lo imaginario”.

No cabe duda que en este, siempre subrayado, “pesimismo” de Onetti interviene de forma decisiva la conciencia larvada del declive imparable de Hispanoamérica, del que Onetti se convierte en implacable y certero testigo. No se debe olvidar que en los años 20 y 30, Argentina (y Uruguay, a la que se conoce estos años como “la Suiza de América”) viven una eclosión extraordinaria. Buenos Aires se rediseña entonces como el París de América del sur. Pero ya en los años 40, y sobre todo 50, amenaza la ruina que las siguientes décadas van a confirmar. Onetti fue (como también Borges) el más clarividente augur de ese estrepitoso naufragio. Los personajes de Onetti no son sino supervivientes precarios de ese naufragio, y el “astillero” abandonado, desvencijado y en ruinas de Santa María (escenario de algunas de sus mejores novelas) es quizá la mejor metáfora intuitiva y literaria de una América latina en vías de liquidación. Los crueles 70 y 80 –plagados de genocidios– pondrían un sangriento colofón a todo aquello.

Pese a su “fatalismo” (que mejor cabría llamar “lucidez”) Onetti no era ni mucho menos un reaccionario, al contrario. En 1936 intentó alistarse, sin conseguirlo, en las Brigadas Internacionales para venir a luchar contra el fascismo en España.

En 1974 fue detenido por la recién instaurada dictadura uruguaya (¡por formar parte de un jurado literario!) y pasó tres meses encarcelado. Fue liberado gracias a una importante movilización internacional. Vargas Llosa cuenta que “al parecer, el jefe de policía, sobre el que llovían las cartas y telegramas de protesta, exclamó asombrado: ¡Pero quién mierda es este Onetti!”. Tras su liberación marchó a España donde vivió hasta su muerte en 1994.

Es inevitable recordar a Onetti fumando sus eternos cigarrillos, bebiendo whisky o redactando sus caoticos papelillos con los que, luego, su cuarta mujer, Dolly, tenía que “reconstruir” sus novelas.

Su destino fue no brillar. Fue segundo en casi todos los premios a los que se presentó. No mereció jamás el reconocimiento de sus pares (Borges ni siquiera lo votó cuando fue jurado del Premio Cervantes). Y jamás ha tenido el relieve y el tratamiento del que han gozado otros grandes escritores hispanoamericanos.

Pero eso no puede seguir siendo óbice para que se reconozca, de una vez por todas, como hace Vargas Llosa, que “Onetti fue el primer novelista de lengua española moderno, el primero en romper con las técnicas ya agotadas del naturalismo..., el primero en utilizar un lenguaje propio, elaborado a partir del habla de la calle, un lenguaje actual y funcional,... el primero que construía sus historias utilizando técnicas de vanguardia como el monólogo interior, las mudas de narrador, los juegos con el tiempo. Adaptó a su mundo los grandes hallazgos narrativos de los mejores novelistas modernos, pero no fue un mero epígono. Si aprovechó las lecciones de Faulkner, de Joyce, de Proust, de Céline, de Borges, lo hizo de manera novedosa y personal, para dar mayor verosimilitud, añadir matices y fuerza persuasiva a un mundo visceralmente suyo, creado a imagen y semejanza de esas filias y fobias que él volcaba enteras a la hora de escribir en una especie de discreta inmolación. Por eso, su obra nos da esa sensación de autenticidad y de integridad totales”. 

 

lunes, 22 de septiembre de 2014

GUSANOS


 

Carlos Michel Fuentes (Presentación de “Maldita seas tristeza” en L’Eliana 19/09/2014)


A Severo Sarduy y Reinaldo Arenas, mis gusanos favoritos.


El texto es un gusano que se arrastra y se contorsiona sobre la rama de un ciruelo, que muerde y engulle cruda sus hojas , con montones de patas y con sus patas falsas en ordenada marcha, desfilando con la escopeta al mismo hombro donde lloró la modelo desnuda, por vergüenza y por hambre , y otras veces ha de ser un bicho que crezca, que se vaya en vicio, virulento y hemofílico ante los ojos saltones de un dios hipertiróidico , persiguiendo las profecías de su baba peregrina y borracha, descalzo hasta el ombligo para no contaminar al lector con la mugre que traiga de la calle en sus zapatos o con el manto oxidado que cubre las miserias de su propio corazón. Un gusano común con sus vagones comunes, repletos del vomito de antiguas bacanales, azuzados por la basca y el hastío de la cotidianidad químicamente pura de la vida. El texto, cualquier texto, cualquier hilera de signos: signos solos, signos andando de cabeza o razonables signos cuerdos, han de ser capaces en su extravagante show, de tiranizar al tirano, o lo que es lo mismo, pervertir el orden y la armonía del espejo oval donde nos reflejamos a diario, heredado el vidrio sagrado de la abuela pensionista o comprado tal vez en un chino de barrio . Un gusano voraz erotizado por la inercia, que devore la hoja que lo sostenga a ojos vista de los hombres, justo antes del instante en que trasmuta en mariposa libre destinada y de acabar finalmente en la barriga de algún sapo revolucionario u ortodoxo. El texto debe ser frágil y enfermizo para que podamos ampararlo con nuestra grandeza. Se aconseja enfrentarlo sin reverencias, sin servilismos, sin admiración, sin doblegarnos , sin amarle nunca, leer con desprecio, con frialdad, con cierto asco. Intentar un disfrute placentero. Evitar el placer y el disfrute. Tomar la justicia en nuestras manos y desmembrar al anhelo fetichista y absurdo de encontrarnos en él. El lenguaje siempre es marginal, siempre hiperbólico, exaltación tenaz de la bravura de eros, santa pachorra de los costureros. Viejo traje en cuerpo nuevo. Texto-saliva para engatusar a las damas con dinero o sin el, texto-tinta para envenenar a las vulgares polillas. Escisión brutal en el lenguaje, disparate perfecto y trashumante. En “Maldita seas tristeza” encontraran textos, cortos y frágiles, balbuceando sobre el amor, hablando de La Habana, de la ciudad perdida, de perros callejeros, de la alegría y sus secuaces, de la muerte y de la tristeza que nos sodomiza y seduce, contemplarán el retrato fauvista de un bitongo hombre de acción, escucharán de manteles y de hambres, del virus mutante de la soledad, de estrategias y mañas para mendigar con éxito, para suicidarse con éxito, conocerán de dos viejas que sobreviven encerradas en una casa muy grande de La Habana, sitiadas por el caos y la sinrazón, oirán hablar de sexo, de un mulato rescabucheador que devuelve la fe a una mujer que se desmaya, de un cazador de ratas, de un perro chino que se descompone en el hueco de un ascensor y de dos que se abrazan en el aire, del mar, de lo que trae consigo, de lo que nos arranca, del extraño hallazgo de un minotauro muerto en una habitación de hospital. Fueron escritos estos textos a tirones durante estos últimos dos años y colocados finalmente en este libro en blanco. Poco se de todo y este libro es la maldita prueba de mi ignorancia. Aún así, me alegra su existencia, pues de mi, sólo quedarán sus palabras, convocadas por la muerte, abocadas a la descomposición y tal vez el recuerdo persistente del reflejo de tu lamparita sobre el lustre de mi bálamo pueril. La sensación de cosquilleo producida por las patas del gusano en nuestras barrigas puede ser cuestionada, podemos dudar de su existencia, pero la sensación como tal, es absolutamente real y es eso lo que cuenta. Este libro es sólo la sensación de su propia existencia. Queda prohibida además, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación total o parcial de él por cualquier medio o procedimiento sin la autorización previa y por escrito de los titulares de derecho de explotación. Se terminó de imprimir en la ciudad de Torrent en el mes de octubre del año 2013.

lunes, 15 de septiembre de 2014

SOBRE TRAMA DE GRISES

Fotografía de Tomasso de la Foce para la portada de "Trama de grises".
Todos los planes han salido mal
En el contexto de degradación social que vivimos, el género negro adquiere vigencia como narrativa contemporánea con la aparición de autores como Jerónimo García Tomás. En Trama de grises (Ediciones Contrabando), el relato realista se convierte en narración criminal.
Valentín Vañó | 12 de julio de 2014 | El Hype
En el primer relato de esta antología, titulado “La charca”, un escenario rural bucólico queda envenenado de una violencia profundísima que se le entrega al niño protagonista en forma de enseñanza iniciática. La violencia es un elemento esencial de la antología Trama de grises, del escritor y cortometrajista Jerónimo García Tomás: aunque estos relatos son, en un sentido estricto, realistas, algo en su atmósfera suele inclinar la balanza hacia el lado salvaje. No importa que los delitos que aparecen en sus páginas sean chapuceros y de poca monta; el lector tendrá la sensación de haber leído un volumen de auténtica narrativa de género negro o policíaco.

De los nueve cuentos de Trama de grises, quizás el único donde Jerónimo García se permite una recreación estilizada de los clichés visuales y genéricos del noir más canónico es “La mujer del andén”, un relato que parece una ensoñación esteticista insertada en un conjunto narrativo de realismo sucio cotidiano. Como un joven Raymond Carver que no puede evitar convertirse en un Jim Thompson del extrarradio, García desplaza con toda naturalidad su interés temático del puro esbozo naturalista a la descripción de los bajos fondos sórdidos de nuestras grandes ciudades contemporáneas.

En estos relatos se cumple, con toda efectividad, ese lugar común sobre la narrativa breve: parecen capítulos extraídos de novelas inexistentes. El autor conoce tan bien a sus personajes que la densidad, no solo de información, sino de sugerencias sobre sus psicologías, motivaciones y anhelos quedan en la conciencia del lector una vez terminada la lectura. La técnica narrativa objetivista refuerza esa sensación de vida real sobre el papel. Quizás como consecuencia de la doble formación de García como técnico audiovisual y filólogo, su escritura tiene una sugerencia de veracidad cinematográfica despojada de las trampas del montaje, donde el énfasis se pone en las interacciones de los personajes y en su relación con el tempo narrativo.

“Contratación” y “Lo sentimos mucho por ti” son dos relatos netamente realistas o carverianos, que esconden sendos misterios en su descripción de encuentros urbanos. Ambos describen a la perfección el tipo de comportamiento íntimo miserable que rige en las interacciones sociales en las urbes despersonalizadas. “El contrato del gas” es quizás el menos interesante del conjunto, por su característica de viñeta humorística tremendista, pero queda bien integrado y justificado como desengrasante ante la gravedad de otros cuentos, y además comparte y exacerba las claves de pesadilla urbana que recorren todo el libro.

 Fotograma del cortometraje 'El arma', de Jerónimo García Tomás
Fotograma del cortometraje El arma, de Jerónimo García Tomás.

Por su parte, “Terrones de azúcar” y “Una mujer demasiado alta” son dos piezas donde se evidencia la habilidad del autor para recrear con sensibilidad y sutileza los pequeños infierno privados contemporáneos. En “Terrones de azúcar”, el subtexto que vehicula el relato, y la elipsis pudorosa sobre la que se construye, evolucionan con coherencia hacia el desesperanzado desenlace. En el extremo temático inverso, “Expedición nocturna” y “El favor” representan una veta notable de género criminal, aunque queden sometidos a la ambición documental de todo el volumen: los tipos peligrosos de uno y otro relato, y sus comportamientos delictivos, están exentos de glamour. Uno sospecha que la gente chunga que se dedica al trapicheo, el hurto menor, el asalto improvisado o la pequeña extorsión, se parecen peligrosamente a los personajes de Jerónimo García.

Trama de grises está publicado por Ediciones Contrabando, una nueva editorial con sede en Valencia, que desde su espacio independiente está abriendo un nuevo tipo de diálogo entre las narrativas española y latinoamericana. En un año, su catálogo ha creado un entorno editorial de calidad para jóvenes escritores como los españoles Bárbara Blasco o el propio Jerónimo García Tomás, el chileno Aldo Alcota o el cubano Carlos Michel Fuentes, y ha recuperado textos menores de autores emergentes como Ariana Harwicz Alejandro Zambra. En el caso de Trama de grises, la edición se complementa y enriquece con la portada de alto contraste de Tomasso della Foce y las minimalistas ilustraciones interiores de Alex Tal Cual.

lunes, 8 de septiembre de 2014

LA LITERATURA DE CONTRABANDO


‘Mudanza’, el primer libro de poesía del chileno Alejandro Zambra y ‘La cola de dragón’, libro de no ficción del guatemalteco Rey Rosa, consolidan el sello Contrabando.

Por Matías Néspolo, El mundo. 10 de julio 2014.




                                   




Como si se trata de un traslado de casa, un cambio de barrio, un giro de 360 grados a lo cotidiano y también una forma de decir adiós a lo ya vivido “escribir es siempre una mudanza, un cambio de piel, que nos prepara a nosotros, los hipócritas lectores, para los ritos a menudo sangrantes de una despedida”, explica el poeta Raúl Zurita en el prólogo de la obra.
Se trata, en efecto, de una Mudanza de casa, de pareja y de cronología vital. Es el primer libro de poesía de Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975), el lacónico y contenido narrador de una obra mínima y elogiada publicada en Anagrama –Bonsái (2006), La vida privada de los árboles (2007), Formas de volver a casa (2011) y los relatos Mis documentos (2014), construida sobre la continua poda de la lengua y de la anécdota para que brote lo esencial. Y lo esencial de Zambra, una de las voces más sólidas de la nueva literatura latinoamericana, ya estaba en germen en este largo poema fragmentado que salió a la luz en 2003 y hasta ahora inédito en España. “En más de un sentido, las novelas que luego publiqué son réplicas, ecos o traducciones de algunas imágenes que aparecieron aquí por primera vez”, confiesa.
El pequeño sello valenciano independiente Ediciones Contrabando recupera Mudanza en estas costas y de paso consolida una tendencia tan saludable como explícita: el contrabando de la mejor literatura del otro lado del charco. Cola de dragón, su siguiente título ya en librerías, es la primera incursión del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa en la prosa de no ficción. Un libro que recoge los mejores textos del autor de El material humano y Caballeriza entre el reportaje, en ensayo, la crónica y la columna de opinión.
Fundada por Manuel Turégano a comienzos de 2013, Contrabando apuntaba en sus inicios a convertirse en plataforma de los autores valencianos. Pero con la incorporación de Sergio Pinto Briones como editor, el contrabando se ha enriquecido. “El muevo espíritu editorial es publicar un 50% de autores españoles y un 50% latinoamericanos. Mi prioridad es que las voces del otro lado del océano tengan más cabida en España”, dice Pinto Briones.