jueves, 25 de febrero de 2016

“DE ESTE PAN Y DE ESTA GUERRA” DE JESÚS ZOMEÑO, POR FRANCISCO GÓMEZ

Publicado el 13 de febrero de 2016 en el blog Frutos del tiempo.

La trilogía de la Gran Guerra, según Jesús Zomeño. 100 años nos contemplan
DeEstePan-web“Me atrevo a decir que “De este pan y de esta guerra” es el libro más acabado de Jesús, el más unitario, y el que más a fondo y mejor introduce al lector, si se me permite el neologismo, en el universo zomeñesco. Es también su libro más personal. Un asombroso examen de conciencia de un autor que no deja de explorarse. Resumiendo les diría que estamos ante un libro de una intensidad tan directa e inmediata que se diría casi física”. Así habla Juan Lozano, prologuista de la última obra del escritor y poeta, Jesús Zomeño sobre el principio originario de una trilogía de obras ambientadas en la Primera Guerra Mundial, hace ya 100 años, cuando esta guerra es el escenario para presentar el retablo de la condición humana que nos plantea el escritor en las entregas “Cerillas Mojadas”, “Piedras Negras” y ahora “De este pan y de esta guerra”, editada por Contrabando de Valencia.
    El acto se celebró en la tarde del 11 de febrero en la librería amiga de Ali-i-Truc con presencia del editor, Manuel Turégano, y el presentador de la obra, el poeta Javier Cebrián y el propio autor, Jesús Zomeno (Alcaraz-1964) con nutrida presencia de público, entre ellas la edil de Cultura del Ayuntamiento de la “city” de Elche, Patricia Maciá. Hay que reconocer que Jesús Zomeño tiene tirón entre unos lectores que ha consolidado. Más aún, me atrevo a asegurar (no es la primera vez que lo hago) que será uno de los escritores que viven y escriben en Elche que quedará en la historia de la literatura no sólo local. Muchos caerán por los desagües del olvido, pero Jesús Zomeño no. Al tiempo.
El editor de Contrabando, Manuel Turégano, que dirige una nueva editorial valenciana desde 2013 declaró su “amor, cariño y vicio por la literatura. Siempre he sufrido el “mal de Montano”, el mal de la literatura”. Zomeño reúne el perfil del “contrabandista”. Me convertí en un devoto más de sus relatos. Por su concisión y exactitud con una prosa cruda y aire poético concentrado. Es un escritor con mayúsculas, venda más o venda menos”.
El presentador del libro, Javier Cebrián apuntó que Jesús Zomeño fue su primer editor. “Siempre lo he conocido como poeta y narrador. Jesús es peculiar y con sus relatos y poemas se ve”.
Cebrián, buen conocedor de la obra de Zomeño, subrayó que estamos ante el tercer libro de la trilogía de la guerra del universo de Jesús, “pero éste es el originario. El más acabado, personal, el más unitario. Lo importante de este libro no es la guerra. Es una auscultación de la condición humana. Puede convertir en parodia, en grotesco el sufrimiento, el miedo, la muerte cuando el hombre intenta sobrevivir. Jesús nos cuenta, nos introduce en la historia. Parece que él haya estado en las trincheras.
El poeta destacó que tiene un grupo de 10 ó 12 relatos “magistrales. Lo menos importante es la guerra. Detalla la condición humana; heroica por su cobardía y el menosprecio por la vida del otro. Además de conmover, nos perturba”.
Que hable por fin el protagonista, el autor de “De este pan y de esta guerra”. Zomeño desvela algunas claves: “es un libro a mitad de camino entre la prosa y la lírica. La guerra no es la protagonista pero es fuente de optimismo porque los personajes siguen adelante.  El ser humano siempre crea un mecanismo de defensa frente a lo que ve, lo que siente, lo que le sucede. He dado un paso dentro de ese heroísmo y la guerra se convierte en un mecanismo de defensa, también con su voz irónica.
El autor de “Lengua azul” leyó algunos pasajes de los relatos de su nuevo libro, con ilustraciones de Miracoloso como “El urinario” (Dublín, 1916), año crucial de la Gran Guerra, “El queso” o “La escalera”, una de las historias que más le costó escribir, como él mismo reconoció.
Leer a Jesús Zomeño es la aventura al conocimiento del interior del ser humano y sus mecanismos de defensa frente a la adversidad, el desaliento, la soledad, la incertidumbre y la muerte, condimentado con las dosis de optimismo de sus personajes que quieren salir adelante en este oficio de vivir.

jueves, 11 de febrero de 2016

"LA DÉBIL MENTAL"


Manuel Turégano

En su segunda novela, la escritora argentina radicaliza su propuesta narrativa, olvidándose del mercado y apostando por la literatura con mucho valor


Esta es la segunda vez que me ocupo de Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977), uno de los valores más prometedores no solo de la literatura argentina, sino de la literatura con mayúsculas. La primera vez fue hace dos años, tras la publicación en España de Matate, amor (Lengua de Trapo, 2012), una novela cuya intensidad narrativa y empuje poético dejaban al lector sin aliento, anonadado, como si hubiera sufrido un inesperado y violento crochet en el mentón. Desde la primera escena (con esa madre que cuchillo en mano acecha al marido y al hijo tras unos arbustos), se nos prepara para escuchar la voz atormentada, insaciable e imperiosa del deseo, ese fuego oscuro y devastador que se muestra aquí, no en su versión algodonosa y edulcorada, tampoco en la zombi o vampiresca, sino como un carbón encendido que busca sólo lo extremo: posesión o aniquilación, locura o muerte. Con un lenguaje denso, hiriente, sin ninguna concesión, Harwicz desplegaba un territorio familiar, pero lo habitaba con fieras. Lo salvaje definía el contexto y adensaba la trama. Ariana apostaba por llevar las cosas al límite, porque el empuje del verdadero deseo es ilimitado.
Con aquella novela, Ariana Harwicz acotó ya un terreno narrativo propio, inhóspito pero esencial. Y dejó abierto un interrogante: en un mundo en el que la literatura es cada vez más conservadora, arriesga menos, huye despavorida de las tentaciones vanguardistas y busca, antes que nada, complacer y deleitar al lector (aunque sea con un gran drama, incluso mejor con un gran drama que con una divertida comedia), en un mundo así, ¿qué rumbo cabía esperar de una autora que había emergido a la vida literaria como una autista frente a las demandas de ese público, como una kamikaze, que en vez de mimarlo y arrullarlo, se lanzaba directa a morderle en la yugular? ¿Sería tan suicida de enfrentarse a las sacrosantas demandas del mercado editorial? ¿O, después de un lanzamiento "radical", comme il faut, replegaría velas y volvería, cabizbaja, a la "normalidad"?
La respuesta no se ha hecho esperar, y ha sido tan rápida como fulminante. En vez de adocenarse y bajar el listón, en su segunda novela, La débil mental (Mardulce, 2015), Ariana Harwicz radicaliza aún más su propuesta estética, añadiendo una dosis suplementaria de intensidad, poesía, fragmentariedad, pasión, lucidez y locura, hasta destilar un texto de una densidad casi insoportable. Un texto que no alcanza siquiera las cien páginas, con unos generosos espacios en blanco entre fragmento y fragmento, para que el lector pueda respirar, y en el que se dilucida una relación "casi animal" entre una madre y una hija, que muy poco o nada tiene que ver con lo que la tradición ha escrito sobre una "relación filial".
Madre e hija, poseídas por un idéntico e insaciable deseo, pugnan a lo largo de estas escasas páginas por construir/destruir una relación imposible, en la que una y otra están unidas por un cordón umbilical, un vínculo en carne viva en el que la sangre circula en ambas direcciones, porque como afirma la madre en un momento de su delirio: “Yo te parí, pero vos me podrías haber parido igual”. Una relación de amor/odio, de una intensidad insufrible, en la que madre e  hija comparten y se disputan el placer, los hombres, el whisky, los juegos, las amarguras y la desazón. Dos seres explosivos, ajenos a todo orden social y sentimental, que muestran a través de destellos luminosos e hirientes la voz de sus conciencias desgarradas, voces que a veces ni siquiera podemos distinguir, pues no sabemos con certeza quién habla, si la madre o la hija.
"Madre e hija -dice Isaac Rosa en Babelia- viven en una montaña rusa que por abajo toca el infierno y por arriba la tormenta, mediante rápidas estampas y desgarros de memoria, todo narrado en un tono febril, borroso, como una borrachera".
Como ya ocurriera en Matate, amor, no se trata tanto de mujeres perdidas en la locura (lo que podría ser incluso consolador para el lector), sino de seres acorralados, desquiciados,  heridos, con heridas tan profundas que nunca se sabe si van a responder con un beso o una cuchillada. Seres que viven la maternidad o la infancia como abismos inconmensurables en lo que se despeñan sin remedio ni solución.

Quizá para entender mejor qué hay en verdad en el sótano de la narrativa de Ariana Harwicz sea interesante traer a colación su respuesta a una entrevista hecha en 2013 por Fernando Blanco, con motivo de la publicación de un texto inclasificable, escrito por Ariana en colaboración con Sol Pérez: Tan intertextual que te desmayás (Ediciones Contrabando, 2013). A la pregunta: No debemos, si nuestra pretensión es la de seguir perteneciendo al honorable sector de las personas serias, pasar por alto la cuestión del vampirismo: “mi deseo por vos me ahoga, me acecha, necesito tu sangre”. ¿Es el artista por extensión un vampiro que clava sus colmillos en la garganta de aquello que sin saber muy bien en qué consiste denominamos realidad? Ariana responde:
"El arte está hecho de vampiros y la pasión amorosa no existe por fuera del canibalismo. El cuerpo humano está mal hecho, sin lugar a dudas es un error de cálculo, de concepción o alguien se distrajo en el corte final. Uno debería poder comerse una y otra vez al objeto de su pasión y que el cuerpo vuelva a regenerarse para poder volver a ser deglutido. Eso de “hacer el amor” o del sexo es una migaja, un consuelo, al lado de lo que el dramaturgo creador debería habernos ofrecido en el menú de lo humano. Lo mismo con el arte. Morder, desgarrar, hincar, devorarse, sí, todo eso. Clavar los colmillos en la realidad o en el objeto de estudio que sea con el que trabaja el autor. La realidad me parece un plano más de entre tantos otros".
No es sino desde una concepción así del deseo, del amor, de la realidad, de lo humano, que uno puede acercarse a la obra de Ariana Harwicz. Una obra perturbadora, inquietante, que bebe de las mejores tradiciones (Virginia Wolf, Sylvia Plath, Jelinek...) y que se nos presenta ante los ojos con un vigor y una originalidad aterradores.

La débil mental se ha publicado en España de la mano de la editorial argentina Mardulce, un joven sello independiente, que de este modo desembarca en nuestro país, realizando así el viaje inverso al habitual (hasta ahora lo "normal" es que las editoriales españolas desembarcaran en Argentina). En ese mismo sello, podemos disfrutar asimismo de El viento que arrasa, de Selva Almada, otra joven escritora argentina de enorme talento.