sábado, 18 de junio de 2016

PRÓLOGO DE SERGIO CHEJFEC PARA "MANIGUA - EL ARTISTA SANITARIO" DE CARLOS RÍOS

Prólogo
Sergio Chejfec


Si basado en los rasgos de su escritura uno jugara a asignar oficios a los escritores, a Carlos Ríos le cabría el de relojero. Aun cuando sea un trabajo en desuso, más bien precisamente por eso, la baja población del oficio no habla tanto de una tarea asumida por pocos como de esa condición fuera del tiempo normal, ensimismada, que se adivina en quien se vuelca hacia adelante por el peso de su monóculo. Voy a tratar de explicar brevemente este símil que encuentro entre Ríos y los relojeros. En primer lugar, sus textos son acotados aparatos de precisión. Cuando digo aparatos no quiero sugerir que sirven para algo más que para ser leídos, y sin embargo funcionan como si fueran imprescindibles para dar forma a aquello que recogen de alguna dimensión de la realidad y que hasta ese momento no se veía --y por lo tanto, uno cree, estaba y no estaba--. ¿Cómo funcionan esos artefactos? Según sus propias reglas: un mecanismo de mención de las acciones, unas contiguas a las otras organizan así un cuadro funcional, al igual que esas máquinas cuya utilidad no se pone enseguida de manifiesto, como los juguetes. En segundo lugar, así como un relojero no relata el tiempo sino que asigna esa tarea a su creación, Ríos no cuenta directamente lo que sus relatos describen sino que se pone un poco por encima de ellos, como si de otro modo corrieran el riesgo de tornarse falibles. Ríos ve el cuadrante (la página), las agujas (los personajes), las marcas de las horas (lo contingente) y decide mencionar lo que ocurre antes que prestarle alguna voz. Luego se asoma a la parte de atrás, el llamado mecanismo, y lo regula de modo que funcione con parsimonia, a una misma velocidad, siempre.
Carlos Ríos
En tercer lugar, las historias de Ríos parecen pertenecer a un tiempo profano imposible de conjugar en pretérito, presente o futuro. Tienen un aliento del pasado, tal como es propio de todo reloj atribuirse un mismo funcionamiento inmemorial aun cuando sea recién fabricado. Imagino la voluntad de Ríos como la de una deidad sin nombre que actúa a favor de la sincronización, de las tragedias sublimadas por la simultaneidad, del continuo presente que nos convierte en sísifos de aquel otro reloj --el de la prolija y cruel historia--, que ha dejado de socorrernos y en donde se resumen como una letanía todos y cada uno de los dramas del pasado.