Reproducimos aquí la magnífica reseña que el escritor Enrique Carro
publicó en su blog el 31 de octubre de 2023
Nuestro mundo anclado
Reseña de Mundo anclado (Contrabando, 2023) del escritor mexicano Alejandro Espinosa Fuentes
Las
piedras rodando se encuentran.
El Trìptico “Extracción de
las piedras de la locura”. El Bosco
En
el último viaje que hice a Lima, fui a pasear a la San Marcos,
universidad en la que estudié Filosofía entre el dos mil cuatro y
el dos mil nueve. Antes de entrar al edificio de Letras di una vuelta
por el parque de Tubos, una explanada de gras y arbustos entre la
facultad y el estadio en la que pasé la mayor parte del tiempo
cuando era estudiante. El parque estaba plagado de botellas de ron
vacías, latas de Pilsen aplastadas y cajas de vino Gato Negro, y
mientras pateaba las botellas, las bolsas de plástico y las colillas
mojadas, recordé con nostalgia esos años, que Julián Segovia,
personaje con el que arranca la última novela de Alejandro Espinosa
Fuentes, Mundo anclado (Contrabando, 2023), llamaría
«mi juventud».
Presentación de Mundo anclado en la librería Alibri, Barcelona. Foto con el autor, Alejandro Espinosa Fuentes (2023) |
En la novela, el equivalente al parque de Tubos es el Rocabar,
unas escaleras construidas con la finalidad de trasladar los libros
de la Imprenta Universitaria a la Biblioteca Central y que se
convirtió con el tiempo en el refugio legendario de los borrachos de
la UNAM. Allí es donde Julián invita a tomar una cerveza a la musa
abstemia y feminista de la historia, Mélida Areúsa, y allí es
donde le presenta al poeta Cuautli y al sabio estudiante de Letras
Francesas, Pedro Vallejo. El quinto personaje de esta novela es
Jenny, una prostituta a la que estos cuatro compinches rescatan
(secuestran) del peligro de un ajuste de cuentas para irse a la
Huasteca cuando la pandemia de la COVID-19 estalla en México.
Mundo Anclado, sin embargo, no es solo la historia de cinco
amigos que deciden huir y autogestionarse en una casa rural que
Mélida ha heredado de su padre, es también el relato de cada uno de
ellos, dosificado en cinco rondas, en las que los protagonistas
construyen la versión de lo que pasó con sus vidas.
La historia está irradiada por la muerte prematura,
misteriosa, descarnada de Mélida y la desaparición de Jenny, que la
convierte en sospechosa o mártir, y le da un aire detectivesco al
asunto, sobre todo en la última ronda y en el epílogo en donde se
devela el motivo de la tragedia.
No
obstante, las fuerzas que mueven a los protagonistas y que me
movieron como lector son otras y tienen que ver con la memoria, ese
«sándwich de jamón y queso panela», como le llama Jenny, que va
calcificando el pasado hasta convertirlo en una piedra; fuerzas que
tienen que ver con las palabras, «las palabras tienen historia - nos
dice Pedrito Vallejo- y esa historia tiene cicatrices»; que tienen
ver con el silencio, ese idioma de la sabiduría, ese recurso de los
cobardes y material, nos dirá Mélida, «con que están hechos los
cómplices»; y ver también con la literatura, ese oficio de hacer
abanicos, como los que hacía y vendía Cuautli, tejiendo arcoíris
que luego la vida le destejió a trompadas.
Alejandro Espinosa Fuentes nació en 1991 en ese país
violento y fascinante que es México y ya ha ganado varios premios.
Con esta, tiene tres novelas publicadas (Nuestro mismo idioma,
2016, y Agenbite of inwit, 2018), un libro de cuentos
(Sonámbulos, 2019), ensayos, artículos y reseñas. Es
profesor de la UNAM y estuvo en España presentando Mundo
anclado en Madrid, Valencia y Barcelona, ciudad en la que
tuve el placer de acompañarlo.
Yo no lo
conocía, pero acepté la misión de leer su novela y charlar con él
en la librería Alibri el miércoles 25 de octubre. Fui en bicicleta
a recoger su libro un par de semanas antes y enseguida aparecieron
coincidencias estimulantes.
Cuando tuve el
libro entre mis manos, me di cuenta de que tenía el cuadro del
Bosco, Extracción de la piedra de la locura, de portada.
Lo curioso fue que yo estaba leyendo los cuentos surrealistas de
Fernando Arrabal, en ellos el poeta de Melilla mezcla lo onírico y
lo irónico en piezas hiperbreves que reunió con el título de
La piedra de la locuray que yo estaba utilizando en un taller de
microrrelato.
Ahí, entre Arrabal y el
cuadro del Bosco y los poemas desgarrados de Pizarnik en su libro
juvenil homónimo, Extracción de la piedra de la locura,
empecé a leer Mundo anclado. Fue una lectura voraz,
porque Alejandro tiene una prosa que fluye entre la violencia, la
poesía, los diálogos hilarantes, el tono evocativo y una serie de
referencias interesantísimas como por ejemplo el extraordinario
diccionario de piedras con el que Pedro Vallejo arma su versión de
la historia.
Foto de Mundo anclado en Port de la Selva, en plena lectura |
Cuando terminé la lectura volví inmediatamente a un cuento de Arrabal que no tiene título:
Cuando me pongo a escribir el tintero se llena de letras, la pluma de palabras y la hoja blanca de frases.
Entonces cierro los ojos y, mientras oigo el tic-tac del reloj, veo cómo giran en torno a mi cerebro, diminutos, el pobre-loco-amnésico perseguido por el filósofo-de-la-mandrágora.
Cuando abro los ojos las letras, las palabras y las frases han desaparecido y sobre la hoja blanca ya puedo comenzar a escribir:
“Cuando me pongo a escribir el tintero se llena de letras, la pluma…”. Etc.
En
el parque de Tubos, ese Rocabar de mi vida, algún día perdido de
agosto (mes en el que se publicó la novela de Alejandro), corría
ese airecito casi mojado que corre en Lima cuando los dragones vuelan
y que suele tener un trágico color humoso. No había nadie, como si
toda la gente que estuvo allí en los años en los que yo también me
despertaba a deshoras a escribir, se hubiera pulverizado de puro
olvido, pero fue patear botellas y hacer un poco de arqueología
entre las borracheras de ayer para que empezara a narcotizarme de
pasado, y ya no había la rabia vengativa por todo lo que allí
habíamos perdido el loco y el filósofo que yo era, solo aroma a
mandrágora, esa anestesia mágica con la que está escrita Mundo
anclado.︎
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