Artículo publicado por J. Albacete en EL OBSERVATORIO de la revista
Foros XXI (Julio 2016)
J. Albacete
Con esos términos define
Sergio Chejfec los libros de Carlos Ríos, el prodigioso escritor argentino que
hace por fin su entrada en España de la mano de Contrabando
A veces no resulta fácil explicar por qué
determinados escritores esenciales de nuestra lengua tardan tanto tiempo en
entrar en el mercado español. La verdadera respuesta debe estar en el viento,
como diría Bob Dylan, porque ateniéndonos a criterios puramente terrenales no
cabe sino preguntarse si la industria editorial española se ha hecho ya tan
"conservadora" que no está
dispuesta a jugarse el tipo por ningún escritor que no figure de antemano en el
casillero de "suficientemente comercial".
El caso de Carlos Ríos es
como mínimo sorprendente porque sus libros despiertan verdadero interés en
Argentina (¿quizá el mercado literario más avanzado de nuestra lengua?) desde
hace muchos años, mientras sigue siendo un auténtico desconocido en España.
Quizá el motivo para ello no sea otro que el que se deriva de esas dos palabras elegidas por Sergio Chejfec
para definir los libros de Carlos Ríos: ese "oscuros y maravillosos",
que despiertan sin duda una atracción salvaje sobre el lector menos adocenado,
mientras que siembran el pánico sobre aquellos que exigen a la lectura
simplicidad, comprensión y evidencia, que el texto no les rete, ni les
interrogue, ni les conduzca a territorios ignotos, y sobre todo que no les
obligue a pensar.
Por todo ello no cabe
sino saludar la iniciativa de Ediciones Contrabando de comenzar a introducir en
el mercado español a un autor que, sin duda, está llamado a ser un referente
literario en muy poco tiempo.
El libro publicado
incluye dos textos muy diferentes, pero que acaban configurando un
interesantísimo díptico que ilustra bien el peculiar sistema narrativo de
Carlos Ríos, escritor "de la Costa", nacido en Santa Teresita (Buenos
Aires, Argentina) en 1971, autor de numerosos libros de poesía y también de
novelas y relatos, que residió varios años en México antes de volver a su país,
donde, entre otras cosas, integra el consejo editor de la publicación digital BazarAmericano.com
y coordina talleres de literatura en cárceles bonaerenses.
El primer ingrediente del
libro es Manigua (2009), novela de apenas 60 páginas, y verdadero hit
del autor. Como afirmaba el gran crítico Oliveiro Coelho, en Los
Inkorruptibles, "Cada tanto aparecen novelas que rompen
silenciosamente con algunas convenciones narrativas, sin subrayar su propio
experimentalismo ni escenificarlo en un ámbito que no sea el esctrictamente
literario. Manigua tiene la cualidad extraña de ciertos relatos cuya
singularidad radica en la naturaleza -o en la ausencia de artificio- con la que
presentan el acto de narrar".
Situada en un tiempo
impreciso (un presente ambiguo o un futuro indefinible) y en un lugar
indeterminado (África es el escenario más plausible), Manigua relata un
viaje iniciático destinado a cumplir un inexorable mandato paterno: Apolon debe
conseguir una vaca para sacrificarla en el nacimiento de su enésimo hermano o
morirá de sed atado a un palo. En un plano paralelo, la novela se hace eco del
diálogo de Apolon con su hermano, ya gravemente enfermo y a las puertas de la
muerte, sobre las vicisitudes de aquel viaje increíble, que discurre entre
pavorosas guerras de clanes, epidemias de peste, hambrunas y saqueos,
atravesando desiertos o en una ciudad de plástico y cartón.
"Con su concentrado
lirismo y su brevedad -dice Gabriela Cabezón en la Revista Ñ- Manigua se anima a mucho: desarrolla
una hipótesis poética del apocalipsis, de los últimos desastres, de la
desintegración de la cultura en un mundo posatómico, analfabeto, que ha vuelto
a la oralidad y a los mitos propios de la prehistoria, como si la cultura se
cerrara volviendo a los orígenes. Y genera imágenes de desoladora belleza, en
las que conviven basurales con mandatos tribales y tecnología de punta con guerra
de clanes".
La novela discurre a la
vez sobre un suelo mítico y una esfera de absoluta cotidianidad, remite a
viejos imperativos tribales y a modernas migraciones cataclísmicas, integra
usos y costumbres ancestrales con la aparición de móviles o artefactos
hospitalarios actuales. Disuelve e integra el tiempo, formando un espacio
narrativo único en que pasado, presente y futuro diluyen sus excluyentes
fronteras. Y comprime asimismo el espacio a un territorio tan ignoto como
reconocible.
Escrita de forma
fragmentaria, como si se tratase de un diario poético, Manigua como
reflexión sobre la disolución, sobre la aniquilación, "nos brinda un lugar
desde donde pensar el mundo".
Un extenso y extraño
relato del año 2012 (El artista sanitario) completa este extraordinario
díptico con el que Carlos Ríos hace su irrupción literaria en España, de la
mano de Ediciones Contrabando.