domingo, 28 de junio de 2015

NUEVE TESIS SOBRE KAFKA

Bosquejo de la intervención de Manuel Turégano en el debate "En torno a Kafka", celebrado en la Biblioteca Pública de Valencia, el pasado 17 de junio


1. Borges decía que “cuando se estudie la historia de nuestro tiempo, los libros de Kafka serán los verdaderos documentos”. Y añadía: “Y cuando todo esto pase, la obra de Kafka aún perdurará”. 

2. Lo primero que es necesario dejar claro en relación con las obras de Kafka, con libros como El proceso, La metamorfosis o El castillo, es que se trata de textos que, como la Ilíada de Homero, Esquilo de Sófocles, Hamlet de Shakespeare o el Quijote de Cervantes, constituyen “vigas maestras” de la historia de la literatura occidental o, simplemente, de la literatura.

3. Kafka es un escritor total. Todo tiene la misma intensidad narrativa, el mismo interés, el mismo valor literario o extraliterario; ya sea sus Diarios, su correspondencia, sus cuentos, sus novelas cortas, sus tres novelas largas e inacabadas (América o El desaparecido, El proceso y El castillo) o sus aforismos finales. El mismo Kafka está en todos ellos.
En sus períodos creativos, Kafka era capaz de empezar cada noche una novela o un relato nuevo.

4. Fusión de vida y escritura. Para Kafka vivir era escribir. No escribir era una forma de estar muerto. Su morada ideal es un sótano o una cueva, donde vive encerrado escribiendo. Todo lo que es un obstáculo para la escritura, tarde o temprano debe ser sacrificado: familia, amigos, esposa, trabajo... Si hay que llegar a un compromiso con alguno de ellos, tiene que ser salvaguardando la primacía de la escritura. Toda su vida fue una interminable lucha entre su voluntad de escribir y los obstáculos (internos y externos) que tenía que vencer para hacerlo.
Escribir es para Kafka la única manera de vivir una vida que, fuera de la escritura, está totalmente secuestrada. Las exigencias paternas y familiares, los requisitos y las convenciones sociales, las demandas laborales… todo conforma un edificio de normas, reglas y exigencias que secuestran la vida, la administran hasta en sus más nimios detalles, succionan de ella todo lo vital para ponerlo a su servicio. Y aun no se conforman con ello. Extienden además una sensación de culpabilidad general para alimentar una espiral de remordimientos: quien no satisfaga todas esas exigencias, quien no cumpla todas esas expectativas ("y realmente nadie puede"), es culpable, y merece condena y castigo. Lo que existe en el mundo no es la presunción de inocencia, sino la presunción de culpabilidad: uno es culpable si no demuestra lo contrario, ¿y cómo hacerlo? Joseph K., el protagonista de El proceso, muere culpable de un delito que desconoce.

5. El concepto o la idea de escritura en Kafka se forma muy pronto, Antes de cumplir 20 años le escribe a su amigo Max Brod una carta con una pregunta tan sencilla y candorosa como esencial: “¿Será cierto que uno puede atar a una muchacha con la escritura?”. Pocas veces se habrá formulado con tanta ingenuidad, con tanta precisión y con tanta hondura la esencia misma de la literatura. Y la tarea misma que Kafka le iba a fijar a la escritura, en general, y a su escritura en particular. Quien escribe debe hacerlo "con total apertura de cuerpo y alma", intentando subyugar, ganarse, apropiarse del otro. La verdadera escritura nace impulsada por esa voluntad de dominio. No se escribe para entretener, aunque la literatura sea de las cosas más entretenidas que hay. No se escribe “para contar historias”, aunque la literatura está llena de historias maravillosas. Se escribe para “atar” al lector, para adueñarse de él, para seducirlo, para subyugarlo, para entrar en el espíritu de otro y quedarse en él, para conmoverlo, para conmocionarlo, para conquistarlo. Kafka se negó a mentir al lector.

6. ¿Y qué libros hay que escribir? También sobre esto Kafka tenía una respuesta temprana. En otra carta, a los veinte años, escribe a su amigo Oscar Pollack: "Creo que sólo deberían leerse libros que a uno le muerdan y le puncen. Si el libro que leemos no nos despierta con un puñetazo en el cráneo, entonces ¿para qué leemos? ¿Para que nos haga felices como tú dices? Dios mío, también seríamos felices precisamente si no tuviéramos libros, y los libros que nos hacen felices, en caso necesario, podríamos escribirlos nosotros mismos. Lo que necesitamos son libros que hagan en nosotros el efecto de una desgracia, que nos duelan profundamente como la muerte de una persona a quien hubiésemos amado más que a nosotros mismos, como si fuésemos arrojados a los bosques, lejos de los hombres, como un suicidio, un libro tiene que ser el hacha para el mar helado que llevamos dentro”.

7. ¿Es Kafka un escritor inaccesible, hermético, difícil? No, en la mayoría de sus textos. Y lo es aún menos si partimos del hecho de que en sus textos no tienen tanta importancia las implicaciones filosóficas o incluso teológicas, que muchos intérpretes le han adherido, como la cuestión crucial, y que a todos nos afecta, de la relación entre el individuo y la totalidad en el mundo contemporáneo. Sea esa totalidad El Padre o La Familia (símbolo de la sociedad patriarcal), La oficina, el Estado (el castillo) o Dios, cualquier Dios. Si tomamos esa perspectiva, ese eje,  la literatura de Kafka se hace notablemente tranparente.
(No creo, discrepo, de todas las interpretaciones de Kafka que lo "reducen" a cuestiones filosóficas o teológicas y lo intentan sacar del campo literario). Tal vez sea cierto que Kafka pudo fundar una nueva religión, pero no lo hizo. Hubiera sido además una religión inédita, la primera donde Dios es malo.

8. La obra de Kafka está escrita en un lenguaje bastante transparente. Un lenguaje casi de informe burocrático, como los que redactaba en su oficina. El lenguaje de Kafka es llano, aunque cargado de simbolismo. Está lleno de humor e ironía, camina con todo riesgo entre lo trágico y lo cómico, incluso lo grotesco.


9.  Y terminamos con Borges: "Kafka ha sido uno de los grandes autores de toda la literatura. Para mí es el primero de este siglo. Yo estuve en los actos del centenario de Joyce y cuando alguien lo comparó con Kafka dije que eso era una blasfemia. Es que Joyce es importante dentro de la lengua inglesa y de sus infinitas posibilidades, pero es intraducible. En cambio Kafka escribía en un alemán muy sencillo y delicado. A él le importaba la obra no la fama, eso es indudable. De todos modos, Kafka, ese soñador que no quiso que sus sueños fueran conocidos, ahora es parte de ese sueño universal que es la memoria. Nosotros sabemos cuáles son sus fechas, cuál es su vida, que es de origen judío y demás, todo eso va a ser olvidado, pero sus cuentos seguirán contándose". 

Manuel Turégano