En Aldo Alcota
(Santiago de Chile, 1976) conviven dos almas gemelas. La del pintor y
dibujante, y la del poeta. Son almas distintas, pero no enemigas. Cada una
fecunda a la otra. Cada una reta a la otra en un duelo permanente e imaginario.
Los dos poemarios que
componen este libro son fruto de esas escaramuzas, lidiadas en dos continentes
diferentes. Guayacán es el lado de allá: Chile, América, Coquimbo... Ese
es el territorio salvaje, lúdico y asombroso donde Niño Perro (trasunto chileno
de Rómulo y Remo, un huérfano amamantado por perras vagabundas) hace discurrir
su infancia imposible. Las palabras (que brincan, sin explicaciones, del verso
a la prosa poética) son como brochazos que van dibujando en el lienzo un
paisaje tan desgarrador como grotesco.
Virgen Bacon es el lado de acá:
Europa. Los cuerpos desfigurados, desmembrados y sufrientes de las pinturas de
Bacon -imágenes de una humanidad amputada- inspiran ahora una voz y una figura
femenina, que oscila en todo momento de lo abyecto a lo sublime, de lo sublime
a lo abyecto, como corresponde a su naturaleza múltiple y mutante: perversa,
viciosa, borracha, jugadora..., pero
también cándida ama de casa, amantísima madre de unos hijos imaginanios, incansable
fregona... Una entrañable figura grotesca, una rosa carnívora crecida entre la
inmundicia.
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