Por Jerónimo García Tomás
Marero podría considerarse un compendio
o repaso del conjunto de la obra de su autor, ya que los 19 relatos que
conforman el libro se mueven entre todos los géneros en los que José Luis Muñoz
ha destacado a lo largo de una carrera de escritor que abarca ya tres décadas.
Todos los géneros y todas las obsesiones de un narrador curtido, habituado a
encontrar siempre el tono y la voz adecuada a cada historia y capaz de
manejarse con idéntica eficacia en diferentes registros.
En el relato
que abre el libro y le da título, un joven periodista logra llegar hasta el
hiperviolento y psicopático líder de una mara con el fin de entrevistarlo. En
el marero Aníbal Ribera, alias El Diablo, vemos representado el horror en su
aspecto más frío e impersonal. El Diablo admite matar porque “No sé hacer otra cosa. Dios me quiso asesino
y yo cumplo su designio”. La aceptación de la barbarie rige la psicología
de un personaje que Muñoz dibuja magníficamente a través de un diálogo directo
y preciso, tomando la acertada opción de narrar desde el punto de vista de Raúl
Cifuentes, el periodista con el que el lector se identifica, testigo y
descubridor de un horror que se revelará aún mayor de lo que esperaba. A través
del ingenuo Cifuentes, José Luis Muñoz hace al lector bajar a los infiernos en
los que tan bien sabe conjugar el deterioro ambiental con el humano, a “los ambientes marginales de Guatemala City,
sus peores barrios, aquellos por los que nunca iría con su hermana o novia, si
las tuviera, las zonas de los desahuciados de la vida que somatizaban las
cicatrices de su alma en sus cuerpos escritos a punta de punzón”. Cifuentes
atraviesa un camino tortuoso para llegar a un corazón de las tinieblas como el
de Conrad. Y como Marlow frente a Kurtz, se hallará ante una expresión en carne
y hueso del horror absoluto. Y ante el monstruo que lo obliga a no apartar la
mirada (“Míreme. Usted puede mirarme.
Tiene que mirarme para escribir un diario sobre mí.”), el periodista tan
sólo podrá esperar que la voluntad caprichosa del marero no disponga para él un
destino inminente.
El siguiente
relato, Beso de amigo, es una historia
de pasión fatal entre un actor de teatro y un decadente y maduro dramaturgo en
la que se conjugan humor negro y crimen. En Calle cortada, el mismo narrador describe su situación como “kafkiana, muy propia de mi amigo Julio Cortázar”,
frase que bien puede definir un relato en el que el protagonista queda
encerrado en su casa debido a las obras que han cortado la calle en la que
vive. Una historia sobre el individuo aislado y alienado en una sociedad que se
ha olvidado de él y en la que ya no cuenta con asideros a los que agarrarse.
Aún más
absurda es la situación presentada en el divertidísimo Fumadores clandestinos, ambientado en una Barcelona (¿Futura?
¿Paralela?) en la que el fumar tabaco está tan perseguido y castigado como si
de una actividad subversiva en una dictadura se tratara. Lo más hilarante del cuento,
y su mayor acierto, son precisamente los paralelismos que el autor establece
entre tabaco y política y tabaco y sexo, como en el pasaje en que el
protagonista ha de adentrarse en el barrio Chino y subir al cuarto de una
prostituta para que esta le dé de fumar. Cristal
en la mandíbula es uno de los relatos del libro que más entra en el terreno
del género negro y parece una relectura en clave moderna de la clásica
situación del combate de boxeo amañado. Muñoz demuestra ser un narrador
sumamente eficaz en el momento de describir la acción de la pelea: “Bailó con cierto garbo en el primer asalto,
paró sus primeros golpes de tanteo, intentó una incursión por el flanco derecho
que se saldó con un formidable puñetazo que Merengue conectó a su zona lumbar y
en el segundo asalto se mantuvo a la defensiva,…”.
Revoloteos tiene la originalidad de estar
contado desde el punto de vista de una mosca. El lector entiende lo que sucede
a partir de datos que para el insecto tienen un significado muy distinto. Lo
irónico y lo escatológico se dan la mano en una combinación tan insólita como
sorprendente. En Oscuro despertar, escrito
en segunda persona del singular, la voz narrativa parece ayudar al personaje a
rellenar los agujeros de una noche etílica. Acaba de despertar junto a una
hermosa mujer y en medio de la resaca y el sopor trata de dar con un hilo
argumental que desemboque en su momento actual. Aromas mortales es un cuento humorístico muy breve que parodia el
género del relato enigma usando como protagonistas a dos de sus más populares
representantes, Holmes y Watson.
También hay
una suerte de parodia del género en El
caso del violador recalcitrante. Un detective de policía debe investigar
una serie de crímenes atroces en los que el arma homicida no es otra que el
enorme pene del homicida. El relato se sitúa, al igual que Fumadores clandestinos, en un incierto futuro tristemente parecido
a nuestro presente. Ambientación futurista que el autor de Barcelona negra vuelve a utilizar para ofrecernos su visión
fatalista de la sociedad y de las relaciones entre sus habitantes, en especial de
las relaciones de pareja. En el futuro de Muñoz, “los límites de contaminación estaban rozando la rayita de alarma que
nos aconsejaba utilizar las mascarillas y las bombonas portátiles de oxígeno”.
Contaminación que ha llevado a una crisis en los índices de natalidad que “obligaba a los matrimonios a acudir al Banco
Nacional de Semen en busca del esperma adecuado”. En este mismo mundo en
que el sexo ha perdido su función primigenia, el uso del descomunal órgano
masculino como herramienta de placer-destrucción tiene un poder de fascinación
para las mujeres que roza el masoquismo de tendencias suicidas.
Del mismo
modo, La última corrida juega con el
binomio sexo-muerte sugerido por el doble sentido del título. Un torero sale a
la plaza después de tener una intensa experiencia sexual con una fan que lo
estará admirando desde las gradas. En los pasajes de la corrida de toros, Muñoz
vuelve a demostrar sus dotes narrativas y descriptivas:
“La bestia estaba cansada y una espesa baba
colgaba de su morro, que exhalaba su agrio aire. La sangre de las heridas le
corría patas abajo y todo su cuerpo era como una desordenada bandera libertaria
brillando al sol de la arena. Los pares de banderillas ya no estaban enhiestos,
sino que se habían tumbado por los costados entre capotazos y carreras. Miró al
hombre que se acercaba con la capa roja y se aproximó a él forzando una corta
carrerilla”.
Con Sed negra regresamos al escenario
distópico de una Cataluña futurista, ahora mucho más trágico y avanzado en su
proceso de decadencia. El retrato postapocalítico que Muñoz nos presenta aquí nos
retrotrae a las películas de Mad Max
para contarnos una historia pequeña que sirve para dibujar todo un cuadro de
barbarie y desesperación. En Vuelo a
Orly, sueño y realidad se confunden; o dos realidades paralelas se
entrecruzan a la manera en que lo hacen en determinados cuentos de Cortázar. El partido de Haití es un relato de
corte fantástico-humorístico en el que el Fútbol Club Barcelona viaja a Haití
para jugar un partido amistoso contra el equipo local y descubre lo
sorprendentemente peligroso que puede ser infravalorar a un rival. En Última cena en Sofia, otro relato negro
y violento no exento de comicidad, un escritor viaja a la ciudad búlgara para
visitar a una fan que ha conocido a través de facebook. El viaje tendrá
imprevisibles consecuencias.
Fase terminal, otro de los más negros,
narra una terrible venganza. El protagonista, Tony Durán, es un expolicía que
ha montado un bar tras abandonar el cuerpo. La voz en primera persona cobra un
sentido específico conforme avanza la narración y es usada con maestría por
Muñoz para meternos en la piel de un personaje por el que hemos de sufrir y de
sentir repugnancia al mismo tiempo. Descubrimos quién y cómo es realmente Durán
a través de los diálogos de otros personajes, ya que el propio narrador está
demasiado pagado de sí mismo como para presentar al lector su cruda verdad, lo
que supone un acierto técnico.
José Luis Muñoz |
La esclava y Robinsón son dos relatos eróticos que fueron publicados en los años
noventa en Penthouse. Ambos giran en
torno a relaciones de sometimiento y abuso de poder. El primero toca el tema de
la esclavitud en la Norteamérica del XIX y el segundo es una suerte de revisión
de la figura de Robinson Crusoe. El
último inquilino, el más extenso y uno de los mejCalle cortada para narrar una historia que remite al relato
fantástico decimonónico. En ella, un escritor hispano-ruso se traslada a un
viejo edificio de Barcelona para descubrir que el piso en el que ahora habita
esconde una truculenta historia relacionada con su anterior inquilino. Muñoz
maneja con precisión el aumento del suspense, controlando en todo momento el
ritmo de un relato que resulta tan inquietante como absorbente.
ores del libro, regresa en
cierto modo al universo kafkiano y opresivo de
En su
totalidad, Marero presenta un
conjunto variado y rico que sin embargo no carece de coherencia, ya que ninguno
de los relatos desentona ni resulta prescindible. Con su mezcolanza de géneros
y estilos, el libro supone, para aquellos ya introducidos en la obra del autor,
una ocasión de volver a disfrutar de todas sus vertientes. Y para aquellos que
aún no la conozcan, una buena manera de acercarse a ella.
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