lunes, 7 de febrero de 2022

LETRAS LIBRES: ENTREVISTA A FRANCISCO FERRER LERÍN

 

(Esta entrevista ha aparecido publicada en la prestigiosa revista Letras Libres en el número 245 de febrero de 2022)

por Antón Castro

Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) es uno de los escritores más singulares, raros e irreductibles de España. Es un solitario al que le apasionan las palabras, los bestiarios, las mujeres, los pájaros y el erotismo. Fue en su juventud un gran jugador de póquer, y no ha dejado de serlo nunca. Poeta y narrador, teórico del arte casual, Antonio Viñuales Sánchez ha recopilado en el sello Contrabando la antología de relatos, cuentos y microcuentos, poemas, etc., Casos completos.

¿Lo primero de todo, en su carrera de escritor, fue la poesía o el lenguaje mismo? 

El lenguaje venía encapsulado. Un niño Ferrer Lerín mortificado por acúfenos, por cantinelas sacrílegas, hubo de dar contenido a estos fenómenos, y allí se armó esa estructura preescritural compuesta por palabras y gruñidos. Que la poesía, por su condición cadenciosa, fuera el cauce lógico a todo ese barullo parece la explicación más lógica.

¿Cómo va dando el paso hacia ese género híbrido, ensayístico y fabulador, que es su prosa breve? ¿Fue antes o después de Níquel, la novela que le devolvió a la escritura tras años de silencio y que ampliaría luego en Familias como la mía? 

Siempre estuvo ahí. Ya en mis tres primeros libros publicados, por cierto catalogados como libros de poesía, aparecían esas prosas poéticas, o poemas en prosa como se las llamaba entonces, germen sin duda de lo que vino después de Níquel, ese modelo de insegura denominación (relato breve, microrrelato), un subgénero caracterizado por su escritura narrativa breve, circular, a menudo perteneciente a esa categoría por la que siento especial predilección que es la del “argumento débil”, y que en la plataforma del blog, primero en mi blog personal y luego en el blog colectivo El Boomeran(g), conviviendo en la actualidad ambas personalidades, tuvo un óptimo lugar de acogida, quizá por su inmediatez, evitando la tardanza de la imprenta y la tardanza en la recepción de críticas, sustituidas por dinámicos comentarios.

¿Cómo nacen lo que Antonio Viñuales llama los “casos”? 

La aplicación del término “caso” a mis textos breves es total responsabilidad de mi amigo, el profesor de la Universidad de Zaragoza Antonio Viñuales Sánchez, que desde hace tiempo, con reconocido éxito, estudia y escribe sobre mi obra literaria y plástica. No son pues los “casos” unos nuevos artefactos sino la nueva nomenclatura que, acuñada por Viñuales, recibe la mayoría de mis artefactos de siempre, los que brevemente exponen un suceso inusitado o extraordinario.

Rechaza el influjo de Cunqueiro, Perucho, Serra, no sé si también el de Marcel Schwob, pero abraza el magisterio de Borges. ¿Por qué?

Cunqueiro sí me pudo influir, o al menos marcar un campo de coincidencias. Quiero decir que cuando leo, en la juventud, Viaje por los montes y chimeneas de Galicia, en una primera versión titulada Teatro venatorio y coquinario gallego, de Cunqueiro y Castroviejo, me encuentro reconfortado, coincido con alguien que disfruta con lo mismo que yo disfruto, y esto, de modo innegable, me proyecta, hasta cierto punto, hacia un camino que desemboca en la escritura, camino en el que sí existen influencias incuestionables, directas, la de Saint-John Perse por su “poesía del inventario”, que me hace ver que existe otra forma de escribir poemas, y la de Borges, en prosa, por su inteligencia al utilizar la erudición y sumir su literatura en una nebulosa especular y bibliófila. Aunque, dicho esto, he de reconocer que el proceso que me convierte en escritor se inicia mucho antes, quizá de modo determinante, con el trilingüismo de mi madre, con los libros sobre fauna, ilustrados, de la biblioteca de uno de mis bisabuelos, heredada por mi padre, con la inmersión en la naturaleza durante los largos veraneos en el campo y con la pasión onomástica transmitida por mi abuelo materno, de antepasados aragoneses.

A mí sí me ha parecido que hay cosas en común con ese mundo del trasmundo y de lo imaginativo de muchos de ellos…, especialmente de Cunqueiro y Perucho… 

A Perucho lo traté poco, y siempre desde la óptica culinaria (guisaba bien); sus libros me llegaron cuando su temática yo ya la tenía arrumbada tras la publicación de Bestiario de Ferrer Lerín. De Cunqueiro hemos hablado. A Cristóbal Serra no lo he leído, y apenas a Marcel Schwob.

¿Dónde se siente más cómodo, en el disparate o en la erudición? 

A veces la erudición, o el intento de ampliar el conocimiento, abre las puertas a verdaderos disparates o al menos a situaciones que muchos tildan de disparatadas. A medida que pasa el tiempo, quiero decir a medida que se envejece, se borran las fronteras y nada resulta original, diferente, todo es a la vez todo, y lo que pudo resultar chocante ya no lo es ahora tanto. Tengo por ahí un “caso” en el que narro la incomodidad de unos padres a los que les nació un hijo que era un número de teléfono; tamaño disparate, pensé entonces cuando lo escribía, no resultará fácil para la mayoría de lectores pero he de escribirlo, surge así y he de ser fiel a los dictados del automatismo, pese a quien pese; hoy ya no me sentiría obligado a justificarlo. En cuanto a la erudición, ya he dicho antes que su problema consiste en su manejo, que buena parte del mérito de Borges reside en el excelente modo de ejercerlo. Yo intenté manejarla durante unos años... con desigual fortuna.

Rinde continuo homenaje a Covarrubias y a los maestros lexicógrafos. ¿Aspira a serlo usted también, desde la perspectiva de la ficción y el ingenio? 

Si he de ser sincero no aspiro a casi nada, a lo sumo a obtener cierto placer con la relectura a corto plazo de algunos de mis textos y, desde luego, a un leve reconocimiento por parte de selectos grupúsculos de lectores y críticos. Últimamente me van llaman[1]do “maestro” pero creo que la razón es meramente cronológica; “maestro” como eufemismo de anciano. ¿Por qué son tan importantes en su obra el absurdo, el humor negro y la transgresión?  Hay dos o tres verdades que circulan por ahí entre las que destacaría la que afirma que el humor es patrimonio de la derecha. Está claro que el humor consiste en reírse de lo demás y de uno mismo, y la izquierda siempre anda ocupada en la defensa numantina del respeto a las personas, aunque estas no sean acreedoras de esa deferencia. Desde el 68, con el advenimiento de la progresía, se ha vetado no solo la burla sino cualquier comentario, aunque sea benévolo, incluso satisfactorio, acerca del aspecto físico y mental de humanos y humanoides, lo que cercena gravemente el horizonte del humor. En cuanto al absurdo, ese pilar del vanguardismo, su presencia debería reclamarse apasionadamente si de verdad queremos acabar con lo políticamente correcto, con el animalismo y con el Me Too. Recuerdo que usted me dijo en una ocasión que más de uno le había comentado que mi sentido del humor le resultaba incómodo, y quizá intolerable, reacciones que son una muestra obvia de que por ahí es por donde he de circular

El tema del amor, nada complaciente o romántico, y el erotismo ocupan muchas páginas. ¿Son el amor y el sexo lugares de la libertad o de un sinfín de heridas?  ¿Heridas? Ninguna. El sexo no solo es, junto con la omnipresente presencia del aburrimiento en la cotidianidad de la pequeña burguesía, uno de los principales motores del mundo, es que es francamente divertido. La cuestión es que pese a los anticonceptivos, la despenalización del aborto y el ocaso de las creencias, el sexo aún sigue siendo un tabú, al menos en algunas de sus modalidades.

En tiempo de militancia feminista y del término micromachismo, ¿no teme que su mirada sobre la mujer pueda levantar ampollas o airear recelos? 

Mi mirada sobre la mujer es la de un defensor acérrimo de ella. Desde siempre he abogado por su participación en todo tipo de decisiones, desde luego en las decisiones cruciales como el control de la natalidad en el Tercer Mundo, problema capital, el de la explosión demográfica, que no podemos seguir dejando en manos de maridos e instituciones cavernarias como las religiones. Otra cosa es que en el ejercicio de la sexualidad, libre y consentida por ambas partes, sea partidario de acabar con la hipocresía que abanderan muchas personas físicas y jurídicas.

Usted, también, crea en sus libros su propio Manual de zoología fantástica o su propio bestiario. ¿En qué medida también lo es este? 

Casos completos es libro de editor, considerando este oficio en términos anglosajones. Es el libro que Antonio Viñuales Sánchez ha construido seleccionando, categorizando, introduciendo y epilogando textos que, eso sí, muchos afirman que yo he escrito. Que el conjunto haya o no resultado un manual de zoología fantástica es algo que no sé, pero ojalá se aproximara a ese concepto, y no digamos a su paradigma celestial, el Manual de zoología fantástica de Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero.

¿Ese amor a los pájaros es, esencialmente, un amor inconmensurable a la naturaleza? 

En la niñez ya apunté maneras en cuanto a demostrar curiosidad por el mundo natural. Una situación azarosa trasladó el foco de atención desde la herpetología a la ornitología, y ahí me instalé, no descuidando desde luego el resto de elementos que conforman la naturaleza. Pero no hablaría de amor por los pájaros, mi relación con ellos está más cerca de la filatelia, de la observación, del estudio, que de la contemplación embobada y esteticista.

El póquer anda por aquí y por allá todo el tiempo. ¿Qué le dio a usted y qué importancia tiene el juego en nuestra vida?

El póquer fue uno de los talentos que me dio la vida. Lo aproveché mientras pude tanto como divertimento como medio para financiar las no siempre baratas actividades encaminadas a estudiar y proteger ecosistemas y especies animales y vegetales a ellos asociadas. El juego, en una concepción amplia, forma parte del carné de baile de los seres inteligentes; es frecuente oír a los enteradillos de turno señalando que algunos primates y algunos córvidos son capaces de realizar cálculos aritméticos y/o abrir una cajita en la que se ha escondido un caramelo. Ciñéndonos a los humanos, y no es necesario acudir a Huizinga o a Caillois, Homo ludens no somos todos, desgraciadamente.

Hay en usted como un tono constante de insolencia, de provocación, de inconformismo. ¿Le da la vida lo que quiere? ¿Qué le pide al destino? 

El destino, como dirían los cursis, nos lo labramos nosotros mismos; y los cursis tienen, casi siempre, la razón. Y quizá en esa labranza forme parte principal el inconformismo, la obligación de dar un toque de atención a los que tozudamente quieren llevarnos por el buen camino que, mira cómo son las cosas, a veces resulta que es bueno para ellos pero no para el propio interesado.

¿Qué tipo de gloria o reconocimiento anhela? 

Me gustaría que la gloria y el reconocimiento, sean del tipo que sean, me llegaran en vida, en vida consciente. No sé, me parece, aunque a lo mejor esté equivocado, que nos están engañando. Eso de que tras la muerte seremos capaces de ver, ignoro si a través de un agujero de gusano, cómo nos homenajean nuestros admiradores no lo tengo demasiado claro. Es evidente que con la milonga del Estado de las Autonomías resulta difícil que yo sea premiado; en Cataluña no soy visto como buen catalán por no sumarme a las hordas separatistas y en las otras dos regiones en las que normalmente resido, y principalmente por ese conflictivo origen, desconfían, no acaban de asimilarme... y siempre se ha dicho que solo a través de lo regional se inicia con éxito la senda que conduce a la gloria nacional y luego a la planetaria.

¿Qué le debe a la realidad?

Una de las claves de todo el libro es su capacidad de observación, su gusto por los detalles y no sé si la broma que puede parecer pesada… Me resisto a decirlo, pero no queda más remedio, la realidad supera a la ficción, solo hace falta tener un mínimo poder de observación... y aparecerán las situaciones, los personajes, las palabras, más insospechadas. La broma pesada puede tener pase cuando se formula matizada a través de un texto, pero gastar bromas físicamente no solo es una muestra de mala educación sino un ejercicio gratuito de violencia, y la violencia siempre supone un innecesario despilfarro energético.

 

ANTÓN CASTRO es escritor y periodista. En 2021 publicó El cazador de ángeles (Olifante)

lunes, 24 de enero de 2022

"EL DÍA QUE FUI BILL MURRAY", DE RAFAEL CAMARASA


Por José Martínez Rubio 

(Profesor de Literatura en la Universitat de València)


Un hombre que fantasea con descubrir a un mafioso para proteger a su mujer del miedo que le provoca un señor misterioso. Otro que espía a su propia mujer hasta descubrir su infidelidad y, lo que es peor, la felicidad que siente estando alejada del matrimonio. Alguien que piensa en un urinario en el funeral de su amigo. Un escritor en crisis al que la empleada doméstica desprecia por no saber escribir lo que ella sí escribiría. Una mujer que duda ante la catástrofe si es mejor salvar a su gato o a un cuadro de Rembrandt. Un personaje que se encarna en Bill Murray y que logra seducir a una joven bellísima, acostarse con ella, despertarse con ella un día, dos días, tres, y que acaba sustituyendo el éxtasis por la inquietud…

Los cuentos de Rafael Camarasa en El día que fui Bill Murray (Contrabando, 2021) arrastran al lector de historia en historia, de espacio en espacio, de soledad en soledad. Con Camarasa uno se sumerge en el fondo del océano para explorar los pensamientos de las anchoas, se tambalea preso de la ebriedad en el baño de un antro donde accede a colocarle la polla a Serge Gainsbourg dentro del pantalón, se bambolea con la gracia de un bumerán australiano, se topa con Adán y con Eva comprando en un supermercado, seducidos por la brillante reverberación de una serpiente en una televisión de alta definición. Con Camarasa uno transita del humor al estupor, de la sorpresa a la inquietud, de la confusión a la tristeza. 

Ante todo a un escritor, y más a un escritor de cuentos, a un cuentista, se le debe exigir imaginación. Y debemos agradecerla cuando en un volumen encontramos tanta disparidad de historias, tantos registros, escenarios y personajes. Los artificios son múltiples, variados: el juego con los puntos de vista, los giros a partir de las expectativas del lector, la iluminación de los finales, el humor, la risa, la emoción, la ternura. Rafael Camarasa completa una trilogía de cuentos, tras Feos (2009) y Lo normal (2017), con el El día que fui Bill Murray (2021) y aunque afirme que con ello se retira de la narrativa para continuar con su escritura poética (Cromos, El sitio justo o Sin noticias de Liliput), uno quiere pensar que esa retirada la expresa un personaje estupefacto como los que viven en sus relatos, que no cumplirá con una palabra liberadora y seguirá condenado a una escritura luminosa. 

Rafael Camarasa y José Martínez Rubio
Los cuentos de Rafael Camarasa se nutren de una gran imaginación para hablar, en el fondo, de una misma cosa: la soledad. Ya podemos sonreírnos ante la recreación de los capítulos inventados de Friends, los amores y escarceos en el parque temático del pato Donald, Mickey Mouse o Cenicienta o una tribu de cromañones fundando la primera comunidad de vecinos, que en el fondo de la historia subyace un regusto amargo. La soledad de cada personaje. La complicidad del lector con esa soledad, el único capaz de completar el sentido a toda la historia. 

Los cuentos de Rafael Camarasa se sustentan precisamente sobre esa imaginación, pero sin prescindir de un trabajo consciente de escritura. Ello le permite también fabular sobre las posibilidades del lenguaje e incluso la pérdida de las palabras a medida que perdemos a las personas que nos las enseñaron (la vida es ir llenándose de ausencias), reformular palimpsestos, redefinir personajes populares, explicar la elipsis a partir de un niño que se esconde tras una cortina y cuando sale es un adulto al que le pregunta el agente inmobiliario por cuánto vende la casa. 

En estos cuentos hay tanta soledad, tanta ternura y tanta carcajada como payasos integran un ejército. Porque el humor en Camarasa también es una trampa, la forma que reviste con amabilidad la crudeza del mundo. Lo atestigua el silencio de Bill Murray en la megalópolis de Tokio o en la habitación de un hotel despertando extrañado ante una belleza que ya no comprende.


(Esta reseña se publicará próximamente en el n.º 100 de la revista Barcarola)

 

  



viernes, 7 de enero de 2022

LA EXPERTA EN SEGRELLES QUE NOVELA LA VIDA DEL PINTOR EN NUEVA YORK

Reseña-entrevista de Joan-Carles Martí  para Levante EMV del 29 de diciembre de 2021

La historiadora del arte Mireia Ferrer Álvarez debuta en la ficción con "Desayuno en Brooklyn" que narra los pasos del artista por la metrópoli

 

Nueva York palpita cultura. Una metrópoli que atrajo a literatos y artistas como José Segrelles. Mireia Ferrer Álvarez conoce muy bien la vida y obra del artista de Albaida, tanto que publicó hace cinco años Segrelles. Un pintor valenciano en Nueva York:1929-1932 (IAM), un estudio imprescindible para conocer su etapa norteamericana, muy prolija, antes que las tinieblas del franquismo silenciaran su talento. 

Esta profesora de Historia del Arte de la Universitat de València publica ahora Desayuno en Brooklyn (Che Books), su primer relato de ficción, precisamente sobre el viaje del pintor Segrelles a Nueva York en 1929, pero la novela es mucho más.

 "La historia de Segrelles que aparece en Desayuno en Brooklyn es verdad y es ficción", advierte la autora por videoconferencia mientras da pecho a su hijo Marcel, de tan solo un mes. Está claro desde la primera página del libro que "el personaje de Vicente Badenes está inspirado en el pintor José Segrelles Albert", como aclara Ferrer, aunque apunta que las cartas que se incluyen en la novela contienen fragmentos de su correspondencia epistolar ya recogidos en su investigación sobre la etapa neoyorquina del pintor valenciano. 

Ferrer argumenta que siempre ha seguido la línea de la historia narrativa donde "trabajamos con la idea de la historia como algo verosímil", así que se ha sentido muy a gusto escribiendo la novela. "Eso hice con el libro de Segrelles que era un ensayo de historia con cierto tono novelesco y ahora me enfrento a la literatura, donde hay un juego entre ficción y realidad”.  Por eso en Desayuno en Brooklyn "me invento cosas que me hubiera gustado que pasaran".

Pero la novela funciona sin saber nada de Segrelles, ni tampoco de historia del arte, porque la protagonista que llega a Nueva York el 19 de octubre de 2008, como la propia autora, tiene que escribir un libro sobre Vicente Badenes, el heterónimo de Segrelles. A partir de ahí en cuatro capítulos y una coda se establece un paralelismo entre los dos personajes, donde el tiempo en la Nueva York de finales de los años veinte del siglo pasado no es tan diferente al actual. 

Realismo urbano 

Truman Capote publicó en 1958 Desayuno en Tiffany's donde narra la relación de amistad entre un aspirante a escritor que acaba de mudarse a la Gran Manzana y su vecina Holly Golightly. Sin despreciar la analogía del título, Ferrer dice que siempre le gustó la literatura norteamericana realista, en especial Mary McCarthy y su El grupo donde traslada a la Nueva York de entreguerras la historia de ocho alumnas recién licenciadas en Vassar, una universidad solo para mujeres.  

La escritora aprovecha la novela para reflexionar sobre las grandes urbes, "porque me gusta la personalidad que cada ciudad imprime a las personas que van y se quedan y a las que están de paso". Ella lo sabe bien porque vivió en Nueva York, París -hizo el doctorado en la Sorbona- y Roma.

"Un milenial aguantaría ahora perfectamente en Nueva York porque ya están acostumbrados a vivir con una cultura anglosajona, yo todavía vengo de la cultura mediterránea de apego a las personas", así que "toda la sociedad líquida que tiene Nueva York" queda bien reflejada. 

Esa gran metrópoli que "aplastó" a Segrelles, como al poeta Federico García Lorca y al pintor Torres García, también atraviesa la historia de la escritora, donde la relación con la ciudad y sus habitantes forman la esencia de la trama. "Eso es lo que pasa en la novela, que la protagonista se resiste, igual que el propio Segrelles, a vivir como Nueva York quería que viviera, eso de comer de pie un sándwich y estar todo el día pululando de un lugar a otro".

El libro se lee rápido (143 páginas), como un libro de viajes sazonado con visitas a museos, locales auténticos de las calles de Brooklyn, el barrio con más personalidad de la Gran Manzana que tan bien ha reseñado Woody Allen o Paul Auster.

Ferrer explica que la novela está escrita en distintos tiempos "aunque el trabajo de campo está hecho allí" y luego ha ido plasmando los recuerdos, las investigaciones y el estilo, Hasta que este año se decidió a publicarlo, justo antes de la Fira del Llibre extraordinaria celebrada en octubre, con una fotografía en la portada de una estación de metro de Brooklyn. 

"Piel con piel" 

"La novela es un canto a tocar, ver, a atreverse a hacer las cosas, volver a practicar lo humano, piel con piel", confiesa Mireia Ferrer Álvarez, que en su primera novela sostiene que no hay frontera entre la historiadora y la literata. Por eso cuando se le advierte que a los historiadores les gusta que no haya disfunciones entre el espacio y el tiempo, responde que "ese es un concepto más de la historia clásica, porque desde hace bastante tiempo hay historiadores que juegan con los flashbacks, introducen un elemento contemporáneo con otro recurso". 

"Siempre había escrito desde la historia narración en cada proyecto al que me enfrentaba, como cuando fui comisaria de la exposición València, capital de la República", justifica para afirmar que "siempre había tenido una ventana abierta para escribir desde la historia, pero este es otro lugar porque se meten elementos más ficcionales. Lo que me parece interesante de la novela son esos espacios intermedios entre la ficción y la realidad".

"Mi mirada es de historiadora del arte, por eso la novela es muy visual, continuamente estoy haciendo alusión a los museos que visito, lo hago porque es mi propia mirada". Atentos porque hay novelas históricas e historias noveladas. 


sábado, 30 de octubre de 2021

EL 53 DE GILMORE PLACE


Reseña de JUANJO ALBACETE 
publicada en el De Verdad Digital 30/08/2021

Jesús Zomeño reivindica el poderío de la ficción en una novela que diseña magistralmente el laberinto de lo real

En tiempos en los que retorna, no solo en la avalancha del mercado sino incluso en el elogio de la crítica, un quehacer narrativo que aun revestido de formas posmodernas, y aun pos-posmodernas, no es sino un regreso del más acrisosalado costumbrismo literario patrio, con historias que pretenden recuperar la autenticidad en los aledaños rústicos de la España vacía, en la memoria de la abuela del pueblo (antítesis de la alienación tecnológica actual), en las panzas de burro y los arados oxidados, entre lentejas y tocino, uno agradece, agradece infinitamente, leer una novela que no tiene nada que ver con esa deriva, una novela que tanto en la forma como en el fondo huye de toda esa moda superflua, una novela que despliega toda su energía y sus recursos en el universo de la ficción pura y dura.

El 53 de Gilmore Place es la segunda novela de Jesús Zomeño, un autor de larga trayectoria que inició su andadura literaria en los años ochenta en el campo de la poesía, publicando media docena de poemarios e incluso creando y dirigiendo su propio sello de poesía (Diarios de Elena) desde Elche; que luego devino en narrador breve, dando a la luz otra media docena de libros de relatos (entre ellos su extraordinario ciclo ambientado en los escenarios de la primera guerra mundial) y que en 2018 probó suerte con su primera novela, El cielo de Kaunas, una de las escasas incursiones narrativas que se han hecho en España sobre el hundimiento del sistema soviético.

En El 53 de Gilmore Place Zomeño sigue desarrollando las andanzas del policía sin rostro y sin nombre coprotagonista de El cielo de Kaunas. Que el protagonista sea un policía no quiere decir que la novela sea un trhiller, aunque incluya ingredientes potentes del género. Como los tiene de muchos otros géneros, pues el libro combina distintas y sugestivas tramas, sin que a la postre sea posible adscribirlo en ninguna casilla fija.

La novela combina distintas y sugestivas tramas, sin que a la postre sea posible adscribirlo en un género

Tras su regreso de Kaunas, el policía descubre accidentalmente un caso de corrupción policial, a raíz del cual va a comenzar a sufrir un verdadero vía crucis in crescendo en la comisaría. Para evadirse de la sordidez que le rodea y del acoso que sufre,  crea un alter ego literario cuyas peripecias transcurren paralelamente a las suyas, y para las que en gran medida se inspira asimismo en unas extrañas investigaciones sobre un crimen cometido en la segunda guerra mundial en las que se ve envuelto también circunstancialmente. Las distintas tramas de la novela convergen e influyen las unas en las otras, se atraen y se funden, hasta crear un delirante juego de espejos en el que los límites entre la realidad y la ficción van difuminándose. Esta compleja y a veces enmarañada red argumental se articula por medio de una serie de “nudos”, episodios (muchos de ellos violentos) que van dando pistas del laberinto en el que está inmerso el lector a la vez que funcionan como muestras del virtuosismo narrativo del autor.

Jesús Zomeño
No obstante, hará bien el lector en desactivar el dramatismo de todo ese montón de “casquería” policial y episodios tarantinescos dejándose ganar, en cambio, por el humor socarrón, el humor negro, negrísimo, la ironía de fondo que trasluce la novela y que es una de las armas más potentes de Zomeño. No es un humor hilarante ni obvio, puede que no haga reír a carcajadas, pero está ahí, impregnando casi todo el relato, como un ingrediente básico de la cosmovisión novelesca del autor y como una alternativa a la banalidad del mundo, a la estupidez general y a las mil formas en que todo acaba casi siempre mal.

El 53 de Gilmore Place es una novela llena de incorrecciones y desafíos. Zomeño parece no atenerse a ninguna regla, ni utilizar ningún filtro, ni adecuarse a ningún perfil de los ahora pregonados y exigidos. Es incorrecto políticamente, al señalar un pecado original del nacionalismo catalán que éste oculta celosamente y que es casi seguro que el lector ignora; es incorrecto con casi todos los ismos que ahora imperan y llenan telediarios y redes sociales; su personaje carece de una moralidad socialmente útil, hace continuamente la guerra por su cuenta y el mundo en el que se desenvuelve no es precisamente la “sociedad ideal” o “perfecta” que han diseñado los nuevos ingenieros sociales de nuestros días.

¿Somos narradores de nuestras vidas o personajes que transitan por ellas?

Tampoco la estructura narrativa del libro está acorde, probablemente, con los gustos dominantes y el canon fijado. Zomeño va levantando una trama múltiple formada por una red articulada de espejos en los que cada vez resulta más difícil y arduo tener claridad y certeza sobre el objeto reflejado o estar seguro de ninguna de las imágenes que se proyectan en cada momento. Lo que en un capítulo parece obvio y razonable es desmentido y arrumbado más tarde, y eso mismo, otra vez, un poco después. De modo que al final es complejo decidir si el propio narrador, al hacerse personaje, no acaba siendo eso, el sujeto de una ficción sobre cuyo autor cabe preguntarse… y dudar. ¿Quién cuenta nuestra historia de verdad? ¿Somos narradores de nuestras vidas o personajes que transitan por ellas?

El 53 de Gilmore Place es un artefacto narrativo tan singular que, sin duda, llevará al lector a hacerse muchas preguntas. Y, ese sí, es uno de los destinos esenciales de la literatura.


miércoles, 7 de julio de 2021

RESEÑA DE BEL CARRASCO SOBRE "FUEGO AMIGO. LOS RESTOS DE LA ESCRITURA" DE JUAN GRACIA ARMENDÁRIZ

Artículo de Bel Carrasco publicado por la Revista MAKMA el 1 de julio de 2021 sobre Juan Gracia Armendáriz y su libro "Fuego amigo" (Colección Interlocutor cruel de Ediciones Contrabando)

viernes, 23 de abril de 2021

EL TOP 10 DE CONTRABANDO EN EL DÍA DEL LIBRO


No nos gusta destacar unos libros sobre otros, ya que consideramos cada uno DE NUESTROS LIBROS como una pequeña joya y con pleno interés y vigencia. Pero puestos en la necesidad de recomendar en el día del libro para orientar a los lectores, esta es nuestra lista con 10 títulos destacados y novedades de este 2021.

  

 

LA MUERTE ROSA I y II (Che Books) de Jaume Pallardó

Un extraordinario cómic (narrativa en viñetas) que se adelantó en dos años al COVID con una exactitud desasosegante en las situaciones, medidas, vestimenta de protección, etc. Si Acierta también, tanto en las causas como en la salida que da de la pandemia, es algo que cada lector debe enjuiciar. 


UNA CASA LEJOS DE CASA. La escritura extranjera, 2ª edición de Clara Obligado 

 

                                                JUSEPE de Andrés del Arenal 

Libro de una belleza intensa, casi lírica, resultado de la apasionada búsqueda y  reconstrucción imaginada de una vida posible de Ribera. No es un biopic, ni una novela histórica, sino una incursión poética y narrativa en pos de una verdad que apunta más allá de los hechos.



CUADERNO DE CAMPO de Francisco Ferrer Lerín.

Un precioso libro que constituye una suerte deLerín contado por sí mismo.
Una selección de las respuestas dadas en numerosas entrevistas, que aporta la visión del autor sobre la muerte, el sexo, la infancia -paraíso perdido-, los peligros del regionalismo, la naturaleza, los misterios femeninos, los sueños, el azar, la literatura... Acompañan los textos preciosas fotografías del escritor en Jaca, realizadas por Ruth Barrachina.


 


LA MEMORIA DEL ALAMBRE (Che Books) de Bárbara Blasco Grau. 

Una novela de la ganadora del Premio Tusquets 2020, en la que recrea la vida de dos muchachas adolescentes en los años de la movida valenciana -que ella misma vivió- y el difícil paso a la vida adulta. Quizás la mejor novela de esta escritora valenciana en alza. Imprescindible.









HOLLYWOOD, LA ALPUJARRA (Che Books) de Blasco Marqués.

Singularísima primera novela del escritor y editor valenciano, que narra con una prosa disparatada sus extravagantes peripecias como guía y embajador del manicomio al aire libre más grande de Europa: La Alpujarra.  Una crítica corrosiva a las fórmulas culturales prestablecidas, a las obras de arte prefabricadas y al mercado low cost y políticamente correcto, que engendra una normalidad en serie que a nadie satisface.


EL DERRUMBAMIENTO de Armonía Somers

En los cinco relatos que componen este volumen —escritos por una autora uruguaya del siglo XX tan audaz, moderna y radical como injustamente desconocida— podemos encontrar singulares tramas que basculan entre el delirio, la crítica social, el esperpento y un humor negrísimo. Pero el verdadero “derrumbamiento” es, sin duda, el efecto que provoca en quien la lee una prosa serpenteante y alambicada, única, una forma de escribir que no busca otra cosa que noquear al lector con su excelencia.


CONFESIONES DE UN COLECCIONISTA de Rrancisco Saura 

Crónica novelada de una pasión ilustrada con más de ciento cincuenta fotografías, que narra las experiencias vividas a lo largo de sesenta y cinco años de coleccionista, varias de las cuales, desconocidas incluso para sus hijos, salen a la luz por primera vez. Toda una vida en la que el autor ha visitado yacimientos míticos relacionados con el mundo de las piedras preciosas como las minas de esmeralda de Cleopatra situadas en el desierto egipcio o las de rubíes y zafiros de Sri Lanka, a donde viajaba Simbad, el marino de Las mil y una noches.

TRAVESÍA. 3ª EDICIÓN de Lola Andrés e ilustraciones de Pere Salinas

En esta tercera edición de Travesía, los poemas de Lola Andrés se funden con las pinturas de Pere Salinas. El resultado es una plasticidad en suspensión: el lector se detiene, mira y oye la diminuta vida que se agazapa en los huecos. Esta coautoría alienta el fragor oculto de la palabra. Las pinturas de Pere Salinas actúan como bocas entrañadas en el escalofrío, en la soledad, en el miedo o en el amor. Esta travesía conjunta resucita una lectura primitiva: se gesta un lenguaje que asume la simbología de nuestro origen.


LAS ESTANCIAS DEL RUIDO (MARTE) de Yasmina Galán

« es un poemario lleno de buena poesía, una poesía de la memoria y de la vida; poesía en estado puro, desnuda, descarnada en muchas ocasiones, en la que el sujeto poético, desde las raíces de la infancia y la adolescencia, ajusta cuentas con su pasado.
Yasmina Galán nos ofrece un libro de poesía pura, sin adornos innecesarios, una poesía a pecho descubierto que la reconcilia con ella misma y con el mundo,… » Juan Luis Bedins . Poemario elegido como finalista para los Premios de la Crítica Valenciana.







Un precioso librito con el que se inicia una nueva colección del sello Contrabando (Interlocutor Cruel) en el que la autora reflexiona sobre el exilio y como puede llegar a sentirse un escritor, que tiene el español como lengua materna, extranjero en su propio idioma.




 


domingo, 7 de marzo de 2021

JUSEPE

 Reseña de Wences Ventura para la revista BARCAROLA de mayo 2021

Jusepe

Andrés del Arenal

Ed. Contrabando

 

Existe una escritura que se va haciendo en su camino, en constante sucesión de papeles estrujados, de metamorfosis, en su sacrificio de exiliada permanente; desde un observatorio, en definitiva, de matriz poética; en el ajuste entre el deseo de contar, de informar por tanto e imponer un orden cronológico y ser deudora a su vez de lo inefable, de la subjetividad: patria del escritor; alivia así al lector de la supremacía abrumadora de lo biográfico que sirve solo de bastidor para una trama que desde la primera frase inculca en nosotros lectores un rumor deseante y necesario para que nada nos detenga; una historia rica de escenas como lo es un cuadro barroco. 

De minuciosas descripciones donde descubrimos los modos de vida del converso: “por lo demás, hacían vida de cristianos”; de lugares de vida como lo es el río donde nos relata un conato de violación con desenlace feliz por la aparición fantástica, de reminiscencia oriental, de un murciélago que somete al anciano agresor. Y después en la noche en “la misteriosa paz adormecida” en ese teatro de sombras y violencia, en una época convulsa en la que el autor penetra para convertirse en un testigo detrás de las puertas, entre los árboles de la ribera.

Todo fluye en el relato envuelto en una luz desasosegada que roza la oscuridad aun en pleno día.

El cielo es el cielo simbólico de Ribera.  

Y es la vida de un hombre desde su nacer en el ámbar que baña cualquier nacimiento hasta el morir en que se entrega como un anacoreta que posa su mano artrítica.

La vida del pintor barroco José de Ribera, lo spagnoletto, recorrida con sigilo casi de puntillas por el escritor (escritor-historiador) Andrés del Arenal, sin ningún propósito más que un puro acto de amor.

Así Jusepe, este bello libro que me obliga al subrayado, a la relectura, a tomar notas; a distinguir entre los hechos que se cuentan y las sensaciones que me va provocando; a veces es una sombra en la pared o el rumor de la hoguera que quema al sodomita; que me invita a avanzar con una vela en la mano en la oscuridad y sentir en el estómago la angustia de la persecución por las calles silenciosas.

Escritura que avanza a costa de sí misma, que se diluye entre las sombras de la ciudad de Xàtiva en los primeros años, años de miedo, cualquier sospecha enciende la mecha de la delación, la Inquisición tiene oídos en cada esquina.

Un sonido de fondo en este momento de la vida, en esa geografía de inseguridad permanente, el de la persecución a los moriscos hasta su expulsión definitiva en 1613.

Más tarde Parma, Roma, Nápoles, Italia, que le permite vivir al pintor de la pintura, lejos de una España que vive en su permanente zozobra, con el manto del Inquisidor bajo los cielos cárdenos; ajena al comercio, detenida en su obsesión de la pureza de sangre.

Y al mismo tiempo borrar lo contado y que sea solo forma, olor, cicatriz, por la voluntad misma de ser parte de ella; desaparecer completamente entre sus pliegues, confundirse entre sus pinturas hasta ser un personaje más de las mismas: un tullido, anacoreta o borracho, así el narrador que todo ve, que está fuera y analiza pero que a su vez tiene el miedo en sus entrañas, el miedo a ser descubierto, el que persiguió a nuestros moriscos expulsados sin remisión entre 1609 y 1613.

La desazón que nos traspasa desde las primeras páginas nos durará casi hasta el final del relato, hasta el estallido del Vesubio.

Novela de más de una lectura. De ella destacaría su peculiar y enigmática naturalidad, su modo de entrar en el espacio simbólico del Barroco.

Del Arenal (México, 1987) nos da una visión nueva sobre un pintor clave; ha sabido interpretar el recorrido vital y pictórico –indivisibles– del primer Ribera denso y frío impactado por el caravaggismo, el de verbigracia, San Jerónimo en su estudio, que debió pintar en Roma y el último, el que vemos en el  San Jerónimo penitente, de 1652, ya cerca de su muerte; este más humano, transido de emotividad; nos mira. 

Esa búsqueda de los materiales de la biografía y en paralelo otra búsqueda de raíz subjetiva, en los confines de la escritura poética que lo convierte a su vez en pintor con palabras hace de Jusepe un texto singularísimo que leemos y recorremos con placer.

                                                                                                                                 

 Wenceslao Ventura                                                                                                                                         enero de 2021

sábado, 20 de febrero de 2021

LERÍN AVISTADO.

Jesús García Cívico entrevista a Francisco Ferrer Lerín para la revista Quimera. Publicada en el nº 446 (febrero 2021).

Francisco Ferrer Lerín. Foto de Ruth Barrachina



Uno de los versos inaugurales de tu primera obra De las condiciones humanas (Trimer, 1964) ya advertía «nadie sabe de la verdad de mi existencia», ¿puede considerarse Cuaderno de campo (Contrabando, 2020), tantos años después, con sus nebulosas fotografías en blanco y negro de ti mismo, ora oníricas, ora fantasmáticas, una prueba de vida incontestable o solo el improbable avistamiento de Ferrer Lerín?
Quizá mis variados empleos se sustenten en la carencia de un avistamiento claro. La ornitología de campo (en especial la centrada en la identificación auditiva de las aves de bosque), la militancia en las filas de corporaciones de prospectiva, el manejo sutil de los naipes, la rehabilitación conjurada de siniestros edificios pétreos, la dirección en la sombra de algunas sociedades punteras y, de modo más extendido e incluso gratificante, la escritura de textos poéticos y narrativos de modo no lineal, alimenten la teoría del ser avistado apenas.
La aproximación a Lerín de Cuaderno de campo está dividida en siete partes (descontando el estupendo postfacio de Wences Ventura), lo que, en mi opinión, se ajusta bien a tu naturaleza poliédrica. Sabes que siempre he defendido que tanto tu persona como tu obra encajan muy bien bajo el rótulo de «artista total», ¿no hay un amago figurativo o un tono cinematográfico —más allá del documental de naturaleza y fauna salvaje— en la composición sofisticada y cúbica que se le ha querido dar?
Conviene precisar que la composición de Cuaderno de campo es solo atribuible a los editores, que mi papel en esa labor ha sido escaso por no decir nulo; y no lo digo arrepentido sino todo lo contrario, creo que, a estas alturas, mi producción artística ha de quedar en manos de compiladores y expertos en malabares, yo ya dije, y quizá con desmesura, lo que tenía que decir. Puede que el tratamiento sea figurativo, pero tengamos en cuenta que el arte es, ante todo, un entramado mercantil obligado a apaniguar a obreros e intelectuales. En cualquier caso la división del libro parece acertada; soy un entusiasta de la fragmentación, así se consigue mantener la intensidad a lo largo de toda la obra. Quiero decir con todo esto que Cuaderno de campo me satisface enormemente y que, pese a que el sindicato hermeneuta reclame una edición universitaria, el producto que tenemos a nuestro alcance es un impecable alarde tipográfico, fruto de la labor concienzuda del sello valenciano Ediciones Contrabando.
«Incubación, crianza, apareamientos» la primera de sus alas contiene una selección de fragmentos de la biografía sentimental y paterno-filial pero yo la veo más como una ontología (¿qué es Lerín?) con inquietantes pasajes de hagiografía (de un santo intermitente en todo caso). ¿Es este Cuaderno de Campo despedazado lo más parecido a una autobiografía de Ferrer Lerín que se ha publicado hasta ahora?
La novela Familias como la mía (Tusquets, 2011) siempre la consideré una hagiografía en lo que tenía de autobiografía dulcificada, en especial por ese carácter de pasear al santo, de sacarlo en volandas, aunque intermitentemente. Cuaderno de campo o, efectivamente, ese primer capítulo, contiene elementos fundamentales para configurar al héroe santo o al menos a su peana. Que esa beatificación, ese embalsamamiento, alcance el grado ontológico, solo lo dirá el paso del tiempo, una nueva edición ya muerto y enterrado el prospector de aves y tapetes verdes.

Sabíamos del fundamental papel en la «incubación» de Lerín de Borges y Saint-John Perse, recientemente incluyes a la poeta de San Francisco Sharon Olds en un reducido nido de referencias que ya solo podrían ser fraternas. Olds, según lo veo, mantiene por su crudeza y profundidad desmitificadora cierto parentesco con tu obra poética ¿qué destacas de la autora de Los muertos y los vivos?
Precisamente Los muertos y los vivos representa, para mí, el descubrimiento de Sharon Olds, un volumen (Bartleby Editores, 2006) que me llega de la mano de uno de sus traductores, mi amigo y doctorando Carlos Jiménez Arribas. Veo, al instante, en la solapa, que Olds nació en el mismo año en que nací yo (1942) y en una ciudad, San Francisco, que tiene como nombre el mío; pero ahí no acaban las coincidencias, es en la intimidad sudorosa, casi malsana, de los hogares, en la vida de los abuelos y pequeños niños, donde Olds logra avanzar en el conocimiento de la sexualidad de los grupos de riesgo, donde bajo el disfraz de la ternura trata temas que nadie osa, y a los que yo, en una etapa muy concreta de mi vida literaria también eché el guante, quizá incluso en términos parecidos.

La sección «Migraciones» sigue conteniendo extractos de entrevistas y disquisiciones muy libres a cargo de otras interpelaciones que funcionan perfectamente como aforismos, ¿sucede que te salen ya naturalmente dada tu pericia con las formas breves?
En lo breve está la esencia, etc., desde luego, todos estamos de acuerdo. Sin embargo en el caso que nos ocupa pienso que los aforismos que van surgiendo, la naturaleza aforística de las respuestas (no olvidemos que el libro son respuestas sin preguntas), es resultado normal, obligatorio, del método utilizado; entresacar sintagmas de un texto es una práctica proclive a la producción de adagios.
Me sigue pareciendo pertinente indagar sobre la relación entre las palabras y las imágenes: la textura vaporosa del cuerpo o del rostro de Ferrer Lerín en las fotografías que sirven de separadores de Cuaderno de campo, sobre todo en «Nihil prius fide» y «Vigilia» contrastan con los estilemas más característicos de tu singularísimo estilo literario: ritmo muy marcado, léxico virulento, intensidad vital, ¿se debilita el cuerpo con la impresión fortísima de la lengua? ¿nos es lícito sospechar que hay una suerte de transferencia entre la literatura y el cuerpo a la manera del famoso retrato de Dorian Gray?
Nos hallamos ante un reportaje, en blanco y negro para ahondar la fosa funeral, que puede obrar como contrapunto y no como acompañamiento a las respuestas textuales. Ruth Barrachina Navarro es una fotógrafa que me causó pasmo por su seriedad, por su profesionalidad y por el uso de una lengua extraña, no de aquí, quizá sumeria. Digo esto para intentar analizar, sin duda con escasa posibilidad de éxito, cuál es la realidad del nexo establecido entre mi expresión literaria aséptica (el ordenador había escrito "ascética"), mis estilemas forenses, y esa carnalidad oscura pero delicuescente de las imágenes. ¿Ruth no me conocía bien, no me conocía aún en el momento en que me fotografió? ¿Ruth había leído en extenso mi obra? ¿Ruth sabía de mi tendencia natural al sacrificio de perros y gatos para alimentar aves necrófagas?
Ya que aparece este irlandés, Oscar Wilde se infiltró con gran hipocresía y cinismo en un ambiente en el que supo desenvolverse a placer, lo hizo para tener cerca a aquellos de los que no podía dejarse de burlar. Hace años, sobre todo en una segunda etapa híperprofesionalizada, que me parece entrever en tu trayectoria no solo cierto espíritu de comedia sino una tensión soterrada, como si ese empeño en mantener tan alto el pulso estilístico no fuera dirigido solo al mundo literario sino a algo que lo trasciende. ¿Tienes algo que alegar?
Llegó un día en que la tabernera sueca de cierto garito famoso de la ciudad de Jaca no pudo aguantar más y me espetó "tú te estás burlando siempre de todos nosotros", siendo "nosotros", en aquel instante, el forense local, la viuda de un prestamista, dos o tres odontólogos y un instructor de esquí. No ocurrió nada, los "nosotros" siguieron comiendo setas marcencas y queso de Gabás sin levantar los ojos del plato, y yo me limité a esbozar una sonrisa estúpida mientras probaba aquel champán del que hacía tiempo se cantaban sus excelencias. No era consciente de que mi manejo del sarcasmo y el ser más guapo y elegante que los "nosotros" pudiera ser interpretado como muestra de superioridad. O sea que Oscar Wilde quizá sí se situó intencionadamente entre inferiores pero yo, desarrollando una conducta democrática de la que yo soy el primer sorprendido, no me sitúo exprofeso en ningún sitio, y procuro mantener el mismo tono, eso sí irónico, trate con quien trate. Diré otra vez aquello de que en mi escritura no pretendo ser original ni críptico y que todo viene de mis marcas literarias, algo diferentes a las de los que aún hoy, eso sí con todo el derecho, practican la poesía social.
Una de las satisfacciones que sorprenden el lector de tu obra es que no haya jamás espacio ni para la cursilería, ni para el estereotipo: el sentimiento (cuando aparece) queda desprovisto de todo sentimentalismo y la naturaleza, como en las películas de Werner Herzog, se basta así misma. Lo mismo parece ocurrir con una larga serie de hallazgos léxicos, sintagmas y otros recursos formales aparentemente extraliterarios que incorporas en el poema, en la prosa larga y en el microcuento, ¿es una correspondencia deliberada entre fondo y forma?

Vuelvo a lo mismo, no hay nada deliberado, todo surge así, de esa manera que se podría catalogar como espontánea. Jamás he tenido un plan de trabajo, ni siquiera un guion en el ejercicio de la narrativa larga. ¿Automatismo?, ya nos dijeron que eso no existía. Y en cuanto al no uso de los sentimientos quizá no sea una aseveración correcta, en Familias como la mía, donde los personajes carecen de psicología evidente y el argumento transcurre por caminos alejados del compromiso político directo, si se presta atención al final de la novela, maniobra que pocos han ensayado, se verá que ahí se cierra un círculo que se mueve en el campo de la ética ambiental extrema, la que trasciende fronteras regionales y atiende al presente del globo. Quizá por eso el tratamiento de la Naturaleza es desapasionado, científico, pero tampoco esto se busca... surge de mi multiformación, del uso de léxicos propios de especialistas.
Cuando leo tus obras referidas más directamente a los sueños me asalta una curiosidad. Sabemos que son trasladados por la mañana al texto, que encuentras en los formatos reducidos el modo idóneo de encerrarlos, sin embargo, quienes han tratado de convertirlos en una sucesión de imágenes (desde los guiones malogrados de Antonin Artaud al exitoso Cristopher Nolan) han aseverado la existencia de dos tiempos distintos: breve el tiempo si despierto, el del sueño, en cambio, vasto, alargado, como extendido en una fina tela que no acaba.
El éxito en la reproducción fiel de la atmósfera del sueño, si es que de eso va la pregunta, reside en la inmediatez y en el modelo narrativo. Quiero decir que si aceptamos que solo recordamos el último sueño o, acotando aun más, si solo recordamos la última parte del último sueño, supondrá una gran ventaja ser viejo, prostático y, por lo tanto, tenerse que levantar varias veces a lo largo de la noche. Claro, también hay que tener el ordenador encendido, ser un brillante escritor de microrrelatos, formato ideal para estos enjuagues, y no ser un tacaño irredento que mantiene apagada la calefacción e imposibilita el trabajo, que lo es, de sentarse en invierno frente el teclado y transcribir el sueño.
No me resisto a arriesgarme con una pregunta metafísica (la literatura de Lerín no solo es auténtica en el sentido heideggeriano sino que está apegada a la materia). Uno de los frontispicios de Cuaderno de campo remite al Apocalipsis, ¿no serían esas aves de más de dos metros que viste bajar a la tierra para ascender al cielo con la carne de los hombres la suerte de ángeles que marcó tu respuesta acerca de la última esencia de las cosas?
El bueno de Javier Marías me acompañó alguna vez en la tarea de traslado de carroña y, siempre, repetía la pregunta: ¿cuál es la cifra, que ves tú en la ingesta de carne por parte de los buitres? Pero yo no veía nada más que unas estructuras de 2,7 metros descendiendo de las nubes para devorar en minutos los despojos que acarreaba en el maletero de mi R12 desde las cámaras frigoríficas del zoo de Barcelona; una labor filantrópica para evitar que esas aves perecieran de inanición. Pero claro, tanto insistir en si yo veía algo más, y de hecho tu interrogante circula por el mismo trayecto, que no me quedó más remedio que recapacitar; a lo mejor mi escritura, siempre matérica, no metafórica, tenía una conexión con mi etapa de interno en la morgue del Hospital Clínico de Barcelona cursando tercero de Medicina, con los sobornos a las monjas que velaban los cadáveres para que se distrajeran mientras mi padre, médico, y yo mismo arrebatábamos los riñones al fiambre, o con la pestilencia inusitada de mi segundo Lada Niva destinado al transporte de cadáveres de grandes mamíferos atropellados en las carreteras y conducidos a los muladares.
La continua demanda de los libros de Ferrer Lerín hace que ahora mismo junto a Cuaderno de campo, llegue a nuestra orilla Grafo pez (Libros de la resistencia, 2020) una nueva entrega poética que incluye poemas recientes, ¿cuál ha sido el hilo conductor?
En 2018 cuando terminé la redacción de Libro de la confusión (Tusquets, 2019) creí que el estro poético me había dejado para siempre, y así fue durante unos días, pero de golpe me sacudió una especie de eyaculación monstruosa y produje una serie de textos que, para no perder tiempo, publiqué en revistas y bitácoras, hasta que conocí a Edmundo Garrido, editor de Libros de la Resistencia y le propuse un libro de pocos pero enfáticos poemas, inéditos en el formato libro. Llegué a Edmundo gracias a Aurelio Major con el que convine que Libros de la resistencia era el marco ideal, por su nómina de autores, por bascular entre América y España, y por el maravilloso diseño de sus cubiertas homenaje a Les Éditions de Minuit, la mítica editorial de la Resistencia Francesa.